Entre la filantropía y la práctica política. Sofía Crespo Reyes
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Se ha hecho énfasis en su papel como creadoras de opinión pública y figuras políticas y se ha indicado que los espacios de participación de las Damas se concentraron en el terreno de la educación religiosa y el trabajo social, no sin antes destacar cómo estas mujeres se convirtieron en “militantes católicas”.21 Por otra parte, se ha puesto en tela de juicio la idea de que la educación laica y la educación religiosa de las Damas eran muy diferentes, pues ambos modelos educativos tenían más elementos en común de lo que el Estado posrevolucionario y anticlerical quería reconocer. De ahí que la labor de las mujeres católicas como profesoras de niños y adultos tuvo un papel relevante en el enfrentamiento con la Secretaría de Educación Pública.22
Si bien tenemos una visión sobre la complejidad de las actividades y desempeño de esta asociación, la historiografía ha dejado de lado el sentido del asociacionismo católico femenino, aspecto que ha impedido analizar globalmente sus actividades y su singularidad. Esta investigación dimensiona la organización de las Damas Católicas a partir de su experiencia previa, se analiza cómo se adaptó a las nuevas condiciones políticas y sociales, producto de los primeros años del periodo posrevolucionario para comprender cómo la organización pasó de ser una organización filantrópica a una organización con contenido social y beligerante.
Además, se analiza cómo se imaginaban a sí mismas, cómo formaron su identidad, el discurso que pretendía convertirlas en proveedoras de la fe, cuidadoras de la moral, madres de todos los niños, enfermos, prisioneros y en representantes de los valores morales más conservadores tendientes a poner en el centro de la vida doméstica a la mujer. Este discurso derivó en una acción pública innovadora que basó su actuación en una compleja estructura desarrollada en el espacio urbano de la Ciudad de México y que transformó un discurso tradicional en uno con características propias. En el presente estudio, reviso la expresión material de la acción católica femenina para profundizar en la construcción de sus redes de seguridad y estrategias de trabajo. También, analizo las acciones que les abrieron nuevas vías de participación y notoriedad pública en función de sus actividades desplegadas a través de la ciudad.
La historiografía se ha detenido a estudiar el desarrollo de las actividades sociales de la Unión de Damas Católicas, sobre todo se ha concentrado en comprender el pensamiento, formación social y política de esta agrupación. El interés ha sido explicar cuál es el papel que jugó durante estos años de conflicto entre la Iglesia y los gobiernos posrevolucionarios.
Laura O'Dogherty retoma como eje la guerra sin cuartel de la Iglesia Católica “contra la secularización de la vida y el receso de reorganización social emprendido por el Estado posrevolucionario”.23 Karla Espinoza llega a la conclusión de que la concepción cultural de género de la UDCM estuvo marcada por su relación con la jerarquía eclesial.24 Espinoza afirma que, desde la trinchera del espacio privado, las Damas realizaron acciones con la intención de contribuir a la obra social de la Iglesia. Robert Curley considera que los movimientos de acción social buscaron restablecer los fundamentos de la influencia religiosa en la vida pública y las organizaciones profesionales como los sindicatos católicos fueron los encargados de impulsar las iniciativas del catolicismo social25 por encima del espacio parroquial. Para Yolanda Padilla la acción católica femenina debe entenderse por su preocupación por moralizar el ambiente.26 Por su parte, María Gabriela Aguirre concibe a la organización de las Damas como una muestra de la preocupación de la Iglesia por detener, o por lo menos neutralizar, el proceso de secularización y modernización que estaba experimentando la sociedad mexicana.27 Patience Schell, en cambio, analiza la pugna por la educación religiosa entre la Iglesia y el Estado, para ella es indispensable señalar que aunque el problema fue la permanencia de la educación religiosa en las escuelas, en la práctica, los programas planteados por ambos grupos tenían notables coincidencias.28 Vivaldo destacó el interés de la UDCM por insertarse en la esfera pública y crear opinión.29
María Luisa Aspe y Kristina Boylan retoman a la Unión de Damas Católicas como antecedente directo a la UFCM. Aspe analiza los discursos de los católicos que fueron conformando una visión hegemónica de la acción de los creyentes en la vida pública nacional. Kristina Boylan considera al activismo femenino de las Damas Católicas como el pilar de la preservación y el aumento de la devoción católica en México en la década que siguió a la revolución,30 hipótesis con la cual coincido.
La historiografía ha llegado al consenso de que durante la Guerra Cristera la acción de las Damas Católicas quedó restringida ante el enfrentamiento armado. Espinoza considera que se mantuvieron en la dinámica de la resistencia pacífica y simbólica.31 O’Dogherty describe su participación durante el conflicto como marginal.32 Vivaldo, por el contrario, afirma que sus actividades cotidianas no se vieron afectadas y que las Damas se dedicaron a extender su acción, a participar políticamente en protestas contra la toma de templos católicos, a proclamarse contra la Ley Calles, apoyando las actividades de la Liga de Defensa de la Libertad Religiosa y a preparar el boicot económico.33
Desde mi perspectiva, la acción de la UDCM en estos tumultuosos años, no desapareció, no se limitó ni se mantuvo estable, por el contrario, la propia maleabilidad de su organización las llevó a actuar desde distintos ámbitos apoyando como la cara cívica y de manera orgánica a las organizaciones y grupos católicos inmersos en la guerra o bien, que se vieron afectados por la misma, tal y como lo demuestra una revisión del Archivo de la Unión, complementada con documentos del Archivo del Arzobispado y del fondo histórico del Departamento Confidencial de la Secretaría de Gobernación ubicado en el AGN, fuente poco empleada por la historiografía pero que permite analizar cómo el servicio de inteligencia logró infiltrarse en las filas de la militancia católica, desde donde ubicaron formas organizativas y las juntas clandestinas, al tiempo que descubrieron “las redes de seguridad” construidas por las Damas Católicas mediante el fomento constante y cotidiano de la vida parroquial, lo que les permitió sostenerse entre las sombras durante el periodo de guerra.
Desde mediados de la década los ochenta del siglo pasado, Michael Foucault señalaba que el proceso de construcción de la modernidad había llevado al Estado a utilizar como una herramienta de poder una “política de sexo”34 que sujetaba a las mujeres, a sus cuerpos y a su sexualidad, a la maternidad. Para él, ser madre, proteger a la niñez y a la familia se convirtió en parte de las políticas estatales. Una década después autores como Seth Koven y Sonya Michel definieron el maternalismo como una herramienta de análisis que permite exaltar la capacidad de ser madre para extender en la sociedad un conjunto de valores que se unen a esta función como son, la asistencia social, el cuidado a la infancia, la educación y la moralidad.35
Esta categoría permite acercarnos al trabajo de las mujeres como el principal elemento de representación de la mujer en términos ideológicos, pero también se le puede entender como la bandera de la política feminista que buscaba lograr ciertos reconocimientos y beneficios para las mujeres; finalmente nos acerca a la justificación del Estado para delegar en las mujeres trabajos como el cuidado y protección de la reproducción social.36
En este libro se concibe el maternalismo como el eje rector de la actividad política de este grupo de mujeres, quienes, sin saber o sin pensarlo, establecieron una postura militante católica que les dio identidad y les permitió construir una plataforma política que las empoderó. El papel maternal de las Damas Católicas les dotó de una voz para expresarse públicamente y actuar como promotoras de valores domésticos y católicos, los cuales constituyeron, para ellas, el centro de la vida social de la nación.
El maternalismo estudia las coincidencias y divergencias de los movimientos feministas entre 1880 y 1920. A fin de comprender cómo el activismo femenino logró dar forma a las políticas estatales en torno