El control de la constitucionalidad en episodios. Milton César Jiménez Ramírez

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу El control de la constitucionalidad en episodios - Milton César Jiménez Ramírez страница 2

El control de la constitucionalidad en episodios - Milton César Jiménez Ramírez Libros de investigación

Скачать книгу

Cada capítulo que se presenta pretende ilustrar un significado y tensión particular, bien partiendo desde su concepción y evolución en la experiencia americana (capítulo I); pasando por la legitimidad del control judicial y su restricción u optimización de la democracia (capítulo II); así como por uno de los fenómenos que más ha impulsado el activismo judicial y los alcances del control de constitucionalidad, valga decir, el neoconstitucionalismo (capítulo III); hasta el estudio de dos cuestiones centrales en el constitucionalismo colombiano, de un lado, el hiperpresidencialismo, particularmente desde el estudio del control a las objeciones presidenciales (capítulo IV) y, de otro lado, la doctrina de la sustitución de la constitución como una garantía para el respeto de los principios esenciales de la constitución o de las decisiones fundamentales del poder constituyente originario (capítulo V).

      Los investigadores y autores que postularon sus trabajos para hacer parte de esta obra colectiva reúnen lá más alta calidad tanto académica como personal, y han actuado con plena transparencia y disciplina en la estructuración de sus escritos, así como con el cumplimiento de los ajustes requeridos durante el proceso de revisión y evaluación. Debo agradecer su enorme paciencia y confianza durante este extenso proyecto.

      Esta obra no solo busca contribuir al diálogo académico y social sino, especialmente, ayudar a la formación de nuestros estudiantes, docentes y funcionarios judiciales, quienes tienen el deber de revisar, cuestionar y reformular estos trabajos. A la par, este proyecto ha sido concebido y enfocado con el propósito de rendir homenaje a uno de los maestros más importantes –a mi juicio el más grande– que ha tenido la escuela de derecho de la Universidad de Caldas, el maestro Enrique Quintero Valencia. Que este trabajo permita darle gracias por abrirnos las puertas del conocimiento, gratitud eterna.

      Milton César Jiménez Ramírez

      Editor Académico

      Gustavo Restrepo Pérez1

      Primero fue la pipa o cachimba que nos anunciaba su recorrido, luego su barba un poco entrecana y finamente recortada, después sería su manera de vestir un poco a contrapelo de la mayoría de los docentes que desfilaban por la cátedra, muy tiesos y majos. Pero la revelación final y definitiva vendría en el aula de clase, porque en ese encuentro entre reverencial y mítico de los estudiantes de derecho con sus profesores, Enrique Quintero echaba abajo la estantería, recortaba distancias con su fino y en ocasiones devastador humor, la forma de llevar el hilo narrativo de su exposición libre de proformas y exento del lenguaje un tanto exotérico que desconcertaba a noveles aprendices de la ciencia del derecho, nos lo presentaba entonces como un profesor diferente, como una alternativa también válida para acceder al conocimiento del Derecho y la Justicia en todas sus manifestaciones.

      Su capacidad para sorprendernos al inicio de cada clase era sin lugar a dudas un verdadero aliciente para concurrir, libres del apremio de la falla, en salones estrechos y poco ventilados pero que recordamos con cariño como nuestra casa. Y entonces el tema más complejo iba deshojándose ante sus estudiantes como un fruto maduro listo para ser servido y consumido, metáforas, explicaciones y ejemplos del diario acontecer lograban conquistar la atención consiguiendo que nos olvidáramos de nuestras particulares preferencias por distintas áreas del derecho. Siempre algo novedoso nos era proclamado, porque la actualidad de sus comentarios a tono con los avances de la ciencia, nos presentaba un derecho en permanente evolución, urgido de entregar respuestas a viejos y nuevos conflictos.

      El profesor Enrique Quintero siempre se ha comportado como un pionero irreductible. Nos demostró con su didáctica que la enseñanza-aprendizaje del derecho podía resultar amena y útil para descubrir y entender las innumerables relaciones con otras ciencias sociales. Así, vimos como de manera paciente se entregaba a la tarea de conformar una importante videoteca, con cintas en betamax o V.H.S., que los matriculados de hoy no reconocerían, para llevar la magia del cine en largometraje o en su versión de documental al salón de clase y, cobijados por un cálido ambiente, nos olvidáramos por un tiempo de la frialdad de los textos de los hermanos Mazeaud, de Planiol y Ripert. Un buen número de cintas de audio que recogían conferencias magistrales engrosaban ese extraño acervo que varios contemplaban con desconfianza, mientras que otros lo codiciábamos como el baúl de un avezado explorador. Su mente de talante liberal, en el sentido lato de la expresión, lo llevó a iniciar prédicas un tanto incomprendidas, como abrir el currículum a las tecnologías que irrumpían de manera atropellada en los claustros de Derecho. No vaciló en proponer la informática jurídica, nos familiarizó con los tesauros jurídicos, algo exótico para la época en una Facultad de Derecho, incluso lideró la apertura de la oferta educativa a otros sectores de la población con la tecnología en Administración Judicial.

      También innovó en la forma de evaluar buscando hacerlo de manera más objetiva y brindando la oportunidad de la inmediatez en el conocimiento de la nota por parte del estudiante, a su vez fue eficiente al emplear los limitados recursos disponibles de las salas de sistemas. Nunca se ha guardado nada. Fiel a su condición de infatigable lector, nos estimula al encuentro con textos y autores diferentes al fatigoso pensum. Logró que nos interesáramos por conocer algo del libro que siempre lleva consigo, como su amigo inseparable, y entonces queremos conocer que es lo que está leyendo el profesor Enrique; detiene su caminar pausado, figura erguida, ausente de cualquier señal de superioridad, sonrisa presta para concitar un saludo y al despedirnos hemos recibido una completa reseña del texto que tiene entre manos, reseña que aguijonea nuestra curiosidad. No hace muchos días llevaba consigo un libraco que se ocupaba de los homicidios en la obra de Gabriel García Márquez, pero también pudiera ser la historia de los Papas.

      Su sólida formación humanística nos alentó a muchos a entender que el amor por el Derecho nos permitiría batallar en procura de la justicia, que era posible romper el dogma imperante hasta hace muy poco tiempo que decía que el derecho solo se ejercía en la baranda del despacho judicial o de policía. Comprendimos que el abogado está obligado a ampliar sus conocimientos, a tener una visión universal que le permita cumplir con sus responsabilidades sociales. Siempre le encontramos actualizado e inquieto por los temas relevantes de la vida local o del acontecer global.

      Con el pasar de los días su generosidad nos permitió conocer el otro Enrique Quintero, uno diferente al que anunciaba en el curso de derecho de familia las nuevas formas de reproducción asistida. Entramos en contacto con el ameno contertulio de largas horas durante las cuales podíamos cumplir un amplio y variado periplo desde el corrido de la revolución mexicana, pasar por el lunfardo y enseñarnos a leer entre líneas la bella poesía contenida en ritmos de arrabal en las letras de Homero Manzi y, ya con el anuncio del alba, sorprendernos con sus conocimientos sobre tauromaquia o música colombiana.

      Nos quedaba aún por conocer el otro Enrique Quintero, el que incursionaba en ese mundo desconocido de las redes, Máximo Gris había encarnado en nuestro conocido profesor, para desde su blog o el Facebook seguir estimulando la conversación y la fecunda discusión de ideas.

      El profesor Quintero Valencia hombre de reflexión, también lo ha sido de acción. Fundó la revista Erga Omnes, que fue durante años la revista de nuestra Facultad de Derecho, promovió y defendió la convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente como candidato.

      He zurcido con timidez estos retazos de memoria, hurgando en la mía e invocando la de muchos, sobre la andadura docente, humanística y vital de Enrique Quintero Valencia, por encargo comprometedor que me hizo el editor académico de esta publicación,

Скачать книгу