El Criterio. Balmes Jaime Luciano
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§ II
La dependencia de los objetos es lo único que puede autorizarnos para inferir de la existencia del uno la del otro; y por consiguiente toda la dificultad estriba en conocer esta dependencia. Si la íntima naturaleza de las cosas estuviera patente á nuestra vista, bastaria fijarla en un ser para conocer desde luego todas sus propiedades y relaciones, entre las cuales descubririamos las que le ligan con otros. Por desgracia no es así; pues en el órden físico como en el moral, son muy escasas é incompletas las ideas que poseemos sobre los principios constitutivos de los seres. Estos son preciosos secretos velados cuidadosamente por la mano del Criador; de la propia suerte que lo mas rico y exquisito que abriga la naturaleza, suele ocultarse en los senos mas recónditos.
Por esta falta de conocimiento en lo tocante á la esencia de las cosas, nos vemos con frecuencia precisados á conjeturar su dependencia por solo su coexistencia ó sucesion; infiriendo que la una depende de la otra, porque algunas ó muchas veces existen juntas, ó porque esta viene en pos de aquella. Semejante raciocinio, que no siempre puede tacharse de infundado, tiene sin embargo el inconveniente de inducirnos con frecuencia al error; pues no es fácil poseer la discrecion necesaria para conocer cuándo la existencia ó la sucesion son un signo de dependencia, y cuándo no.
En primer lugar debe asentarse por indudable, que la existencia simultánea de dos seres, ni tampoco su inmediata sucesion, consideradas en sí solas, no prueban que el uno dependa del otro. Una planta venenosa y pestilente se halla tal vez al lado de otra medicinal y aromática; un reptil dañino y horrible se arrastra quizas á poca distancia de la bella é inofensiva mariposa; el asesino huyendo de la justicia se oculta en el mismo bosque donde está en acecho un honrado cazador; un airecillo fresco y suave recrea la naturaleza toda, y algunos momentos despues sopla el violento huracan llevando en sus negras alas tremenda tempestad.
Así es muy arriesgado el juzgar de las relaciones de dos objetos porque se los ha visto unidos alguna vez, ó sucederse con poco intervalo; este es un sofisma que se comete con demasiada frecuencia, cayéndose por él en infinitos errores. En él se encontrará el orígen de tantas predicciones como se hacen sobre las variaciones atmosféricas, que bien pronto la experiencia manifiesta fallidas; de tantas conjeturas sobre manantiales de agua, sobre veneros de metales preciosos, y otras cosas semejantes. Se ha visto algunas veces que despues de tal ó cual posicion de las nubes, de tal ó cual viento, de tal ó cual direccion de la niebla de la mañana, llovia, ó tronaba, ó acontecian otras mudanzas de tiempo; se habrá notado que en el terreno de este ó aquel aspecto se encontró algunas veces agua, que en pos de estas ó aquellas vetas se descubrió el precioso mineral; y se ha inferido desde luego que habia una relacion entre los dos fenómenos, y se ha tomado el uno como señal del otro; no advirtiendo que era dable una coincidencia enteramente casual, y sin que ellos tuviesen entre si relacion de ninguna clase.
§ III
La importancia de la materia exige que se establezcan algunas reglas.
1ª. Cuando una experiencia constante y dilatada nos muestra dos objetos existentes á un mismo tiempo, de tal suerte que en presentándose el uno se presenta tambien el otro, y en faltando el uno falta tambien el otro, podemos juzgar sin temor de equivocarnos, que tienen entre sí algun enlace; y por tanto de la existencia del uno inferiremos legitimamente la existencia del otro.
2ª. Si dos objetos se suceden indefectiblemente, de suerte que puesto el primero, siempre se haya visto que seguia el segundo, y que al existir este, siempre se haya notado la precedencia de aquel, podremos deducir con certeza que tienen entre sí alguna dependencia.
Tal vez seria difícil demostrar filosóficamente la verdad de estas aserciones; sin embargo los que las pongan en duda, seguramente no habrán observado que sin formularlas las toma por norma el buen sentido de la humanidad, que en muchos casos se acomoda á ellos la ciencia, y que en las mas de las investigaciones no tiene el entendimiento otra guia.
Creo que nadie pondrá dificultad en que las frutas cuando han adquirido cierto tamaño, figura y color, dan señal de que son sabrosas; ¿cómo sabe esta relacion el rústico que las coge? ¿Cómo de la existencia del color y demas calidades que ve, infiere la de otra que no experimenta, la del sabor? Exigidle que os explique la teoria de este enlace, y no sabrá qué responderos; pero objetadle dificultades y empeñaos en persuadirle que se equivoca en la eleccion, y se reirá de vuestra filosofía, asegurado en su creencia por la simple razon de que «siempre sucede así.»
Todo el mundo está convencido de que cierto grado de frio hiela los líquidos, y que otro de calor los vuelve al primer estado. Muchos son los que no saben la razon de estos fenómenos; pero nadie duda de la relacion entre la congelacion y el frio y la liquidacion y el calor. Quizás podrian suscitarse dificultades sobre las explicaciones que en esta parte ofrecen los físicos; pero el linaje humano no aguarda á que en semejantes materias lo ilustren los sabios: «siempre existen juntos estos hechos, dice; luego entre ellos hay alguna relacion que los liga.»
Son infinitas las aplicaciones que podrian hacerse de la regla establecida; pero las anteriores bastan para que cualquiera las encuentre por sí mismo. Solo diré que la mayor parte de los usos de la vida estan fundados en este principio: la simultánea existencia de dos seres observada por dilatado tiempo, autoriza para deducir que existiendo el uno existirá tambien el otro. Sin dar por segura esta regla, el comun de los hombres no podria obrar; y los mismos filósofos se encontrarian mas embarazados de lo que tal vez se figuran. Darian pocos pasos mas que el vulgo.
La 2ª. regla es muy análoga á la primera: se funda en los mismos principios, y se aplica á los mismos usos. La constante experiencia manifiesta que el pollo sale de un huevo; nadie hasta ahora ha explicado satisfactoriamente cómo del licor encerrado en la cáscara se forma aquel cuerpecito tan admirablemente organizado; y aun cuando la ciencia diese cumplida razon del fenómeno, el vulgo no lo sabria; y sin embargo ni este ni los sabios vacilan en creer que hay una relacion de dependencia entre el licor y el polluelo; al ver el pequeño viviente, todos estamos seguros de que le ha precedido aquella masa que á nuestros ojos se presentaba informe y torpe.
La generalidad de los hombres, ó mejor diremos, todos, ignoran completamente de qué manera la tierra vegetal concurre al desarrollo de las semillas y al crecimiento de las plantas; ni cual es la causa de que unos terrenos se adapten mejor que otros á determinadas producciones; pero siempre se ha visto así, y esto es suficiente para que se crea que una cosa depende de otra, y para que al ver la segunda deduzcamos sin temor de errar la existencia de la primera.
§ IV
Sin embargo conviene advertir la diferencia que va de la sucesion observada una sola vez, ó repetida muchas. En el primer caso, no solo no arguye casualidad, pero ni aun relacion de ninguna clase; en el 2º. no siempre indica dependencia de efecto y causa, pero sí al ménos dependencia de una causa comun. Si el flujo y reflujo del mar se hubiese observado que coincidia una que otra vez con cierta posicion de la luna, no podria inferirse que existia relacion entre los dos fenómenos; mas siendo constante la expresada coincidencia, los fisicos debieron inferir, que si el uno no es causa del otro, al ménos tienen ambos una causa comun, y que así estan ligados en su origen.