El Criterio. Balmes Jaime Luciano

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El Criterio - Balmes Jaime Luciano

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discurriria un buen pensador, sin decidirse por esto á creer ó dejar de creer, pero inclinándose algo mas á lo segundo que á lo primero; cuando hé aquí que llega á la reunion el marido de la señora espantada. Es hombre que frisa en los cincuenta, que ha tenido tiempo de perder el miedo en largos años de carrera militar, no escasea de conocimientos, y retirado ahora, vive entregado á sus negocios y á sus libros, dejando que su mujer delire á mansalva. La vista de los circunstantes se dirige naturalmente al recien llegado; y todos desean saber de su boca la impresion que le causara la medrosa aventura. «En verdad, señores, dice, que no sé qué diablos teníamos esta noche en casa. Ocupado en despachar unos papeles que me corrian prisa, no me habia acostado todavía, cuando hé aquí que á eso de las doce oigo un estrépito tal que me creí que la casa se nos venia encima. Lo que es gato no podia ser, porque era imposible que hiciese tal estrépito; y ademas esta mañana nada se ha encontrado, ni dislocado, ni roto. Eso de las luces, yo no las he visto; pero que resonaron unas voces tan tremebundas que casi casi me habrian metido el miedo en el cuerpo, es positivo. Veremos si la zambra se repite: yo me temo que se nos ha querido jugar una treta. Desearia sorprender á los actores representando su papel.» Desde entónces la cuestion cambia de aspecto; lo que ántes era improbable, ha pasado á ser creible; el hecho será verdadero, solo falta aclarar su naturaleza.

      § III

Exámen y aplicaciones de la segunda condicion

      Si conviene precaverse contra el engaño que inocentemente puede haber sufrido el narrador, no importa ménos estar en guarda contra la falta de veracidad. Para este efecto será bien informarse de la opinion que en este punto disfruta la persona, y sobre todo examinar si alguna pasion ó interes la impelen á mentir. ¿Qué caso puede hacerse de quien pinta prodigiosos hechos de armas de los cuales espera grados, empleos y condecoraciones? Está bien claro el partido que tomará el especulador, si no está dominado por principios de rígida moral y caballerosa delicadeza. Así, quien refiere acontecimientos en cuya verdad ó apariencia tiene grande interes, es testigo sospechoso; prestarle crédito sobre su palabra fuera proceder muy de lijero.

      Cuando tratamos de calcular la probabilidad de un suceso que no sabemos sino por el testimonio de otros, es preciso atender simultáneamente á las dos condiciones explicadas: conocimiento y veracidad. Pero como en muchos casos, á mas del testimonio, tenemos algunos datos para conjeturar sobre la probabilidad de lo que se nos cuenta, es necesario hacerlos entrar en combinacion, para decidirnos con ménos peligro de errar. Por lo comun, hay muchas cosas á que atender, en lo cual enseñarán mas los ejemplos que las reglas.

      Un general da parte de una brillante victoria que acaba de conseguir; el enemigo, por supuesto, era superior en fuerzas, ocupaba posiciones muy ventajosas, pero ha sido arrollado en todas direcciones, y solo una precipitada fuga le ha librado de dejar en manos del vencedor numerosos prisioneros. La pérdida del general ha sido insignificante en comparacion de la del enemigo; algunas compañías que llevadas de su ardor se habian adelantado en demasía, viéronse envueltas por cuadruplicadas fuerzas y tuvieron algunos momentos de conflicto; pero merced á la bizarria de los jefes, y acertadas disposiciones del general, pudiéronse replegar con el mayor órden sin mas resultado que extraviarse un reducido número de soldados.

      ¿Qué concepto formaremos de la accion? Para que se vea cuánta circunspeccion es necesaria si se desea acertar en los juicios, y con la mira de ofrecer ejemplos que sirvan de norma en otros casos, detallaremos las muchas circunstancias á que es preciso atender.

      ¿Es conocido el general? ¿Tiene reputacion de veraz y modesto, ó pasa plaza de fanfarron? ¿Cuáles son sus dotes militares? ¿Qué subalternos le auxilian? Sus tropas ¿gozan fama de valor y disciplina? ¿Se han distinguido en otras acciones, ó estan desacreditadas por frecuentes derrotas? ¿Con qué enemigo ha tenido que habérselas? ¿Cuál era el objeto de la expedicion del general? ¿Lo ha conseguido ó no? En el parte hay una cláusula que dice: «Sé de positivo que la plaza N puede todavia sostenerse algunos dias. Así no he creido necesario precipitar las operaciones, mayormente cuando la situacion del soldado, rendido de hambre y fatiga, reclamaba imperiosamente algun descanso. El convoy queda seguro en la ciudad M, adonde me he replegado, abandonando al enemigo unas posiciones que me eran inútiles, y dejándole que se cebase en una porcion de viveres que en el ardor de la refriega cayeron en su poder, á causa de un desórden momentáneo que se debió al miedo de los bagajeros.» El negocio presenta mal aspecto; á pesar de todos los rodeos, se conoce que el vencedor ha perdido una parte del convoy, y no ha podido pasar con lo restante.

      ¿Qué trofeos nos presenta en testimonio de su victoria? No ha cogido prisioneros, y él confiesa algunos extraviados; aquellas compañías demasiado adelantadas sufrieron algunos momentos de conflicto, y fueron envueltas por fuerzas cuadruplicadas; todo esto significa que hubo en aquella parte un «sálvese quien pueda» y que el enemigo no dejó de hacer presa.

      ¿Cuáles son las noticias que vienen del lugar donde se ha replegado el general? Es probable que las cartas serán tristes, y que traerán descripciones aflictivas sobre el desórden en que entró la tropa, y la disminucion del convoy.

      ¿Qué dicen los partidarios del enemigo? ¡Ah! esto acaba de aclarar el misterio; se han echado las campanas á vuelo en el punto P, y han entrado muchos prisioneros; los enemigos se han presentado orgullosos en presencia de la plaza sitiada, cuyos apuros son cada dia mayores.

      ¿Qué está haciendo el general vencedor? Se mantiene en inaccion, y se añade que ha pedido refuerzos; la brillante victoria habrá sido pues una insigne derrota.

      § IV

Una observacion sobre el interes en engañar

      Casos hay en que por interesado que parezca el narrador en faltar á la verdad, no es probable que lo haya hecho, porque descubierta en breve la mentira, sin recurso para paliarla, se convertiria contra él de una manera ignominiosa.

      La experiencia nos enseña que no hay que fiar de ciertas relaciones militares que no pueden ser contradichas luego, con toda claridad y con presencia de datos positivos, que produzcan completa evidencia. Las mayores ó menores fuerzas del enemigo, el órden ó la dispersion con que tal ó cual parte de su ejército emprendió la retirada, el número de muertos ó heridos, lo mas ó ménos favorable de algunas posiciones atendida la situacion de los combatientes, lo mas ó ménos intransitable de los caminos, y otras cosas por este tenor, ¿cómo las puede aclarar bien el público? Cada cual refiere las cosas á su modo, segun sus noticias, intereses ó deseos; y los mismos que saben la verdad son quizas los primeros en oscurecerla haciendo circular las mas insignes falsedades. Los que llegan á desembarazarse del enredo, y á ver claro en el negocio, ó callan, ó se hallan impugnados por mil y mil á quienes importa sostener la ilusion; y la mancha que cae sobre los embaucadores nunca es tan ignominiosa que no consienta algun disfraz. Pero suponed que un general que está sitiando una plaza, y nada puede contra ella, tiene la imprudencia de enviar un pomposo parte al gobierno, anunciándole que la ha tomado por asalto y estan en su poder los restos de la guarnicion que no han perecido en la refriega; á pocos dias sabrá el gobierno, sabrá el público, sabrá el mismo ejército, que el general ha mentido de una manera tan escandalosa; y la burla y la afrenta que caerán sobre el impostor le harán pagar cara su gloria de momento.

      De aquí es que en semejantes casos el buen sentido del público suele preguntar si el parte es oficial: y si lo es, por mas que no haga caso de las circunstancias con que se procura realzar el hecho, no obstante presta crédito á la existencia de él. Hasta es de notar que cuando en gravísimos apuros se miente de una manera escandalosa, con la mira de alentar por algunas horas mas y dar lugar al tiempo, rara vez se inventa un parte nombrando personas; se apela á las fórmulas de «sabemos de positivo; un testigo de vista acaba de referirnos» y otras semejantes; se suponen oficios recibidos que se imprimirán luego, se ordenan regocijos públicos etc., pero siempre se suele dejar un camino abierto para que la mentira no choque demasiado de frente con el buen sentido, se tiene cuidado en no comprometer el nombre de personas determinadas; en una palabra,

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