El Criterio. Balmes Jaime Luciano

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El Criterio - Balmes Jaime Luciano

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nombres, y de círculos, y de crucecitas, y de cordilleras de montañas y de corrientes de rios; pero medid con el compas las distancias, y andaos por el mundo sin otra regla; á menudo creeréis estar muy cerca de una ciudad, de un rio, de un monte, que distan sin embargo nada ménos que cien leguas.

      En suma, ¿quereis adquirir noticias exactas sobre un pais, y formar de su estado concepto verdadero y cabal? estudiadlo de la manera sobredicha, ó leed á quien lo hubiere estudiado de esta suerte. Y si no truviereis proporcion para ello, contentaos con cuatro cosas generales, que os sacarán airoso de una conversacion con vuestros iguales en aquella clase de conocimientos; pero guardaos de asentar sobre estos datos un sistema filosófico, político ó económico; y andad con tiento en lucir vuestra ciencia, si os encontrarais con algun natural del pais, y no quereis exponeros á ser objeto de risa10.

      CAPÍTULO XI

HISTORIA

      § I

Medio para ahorrar tiempo, ayudar la memoria, y evitar errores, en los estudios históricos

      El estudio de la historia es no solo útil sino tambien necesario. Los mas escépticos no le descuidan; porque, aun cuando no le admitiesen como propio para conocer la verdad, al ménos no le desdeñarian como indispensable ornamento. Ademas que la duda llevada á su mayor exageracion no puede destruir un número considerable de hechos, que es preciso dar por ciertos, si no queremos luchar con el sentido comun.

      Así, uno de los primeros cuidados que deben tenerse en esta clase de estudios es distinguir lo que hay en ellos de absolutamente cierto. De esta manera se encomienda á la memoria lo que no admite sombra de duda, y queda luego desembarazado el lector para andar clasificando lo que no llega á tan alto grado de certeza, ó es solamente probable, ó tiene muchos visos de falso.

      ¿Quién dudará que existieron en oriente grandes imperios, que los griegos fueron pueblos muy adelantados en civilizacion y cultura, que Alejandro hizo grandes conquistas en el Asia, que los romanos llegaron á ser dueños de una gran parte del mundo conocido, que tuvieron por rival á la república de Cartago, que el imperio de los señores del mundo fué derribado por una irrupcion de bárbaros venidos del norte, que los musulmanes se apoderaron del Africa septentrional, destruyeron en España el reino de los godos y amenazaron otras regiones de Europa, que en los siglos medios existió el sistema del feudalismo, y mil y mil otros acontecimientos ya antiguos ya modernos, de los cuales estamos tan seguros como de que existen Lóndres y Paris?

      § II

Distincion entre el fondo del hecho y sus circunstancias. Aplicaciones

      Pero admitidos como indudables cierta clase de hechos, queda anchuroso campo para disputar sobre otros y desecharlos, ó darles crédito; y hasta con respecto á los que no consienten ningun género de duda, pueden espaciarse la erudicion, la crítica y la filosofía de la historia, en el exámen y juicio de las circunstancias con que los historiadores los acompañan. Es incuestionable que existieron las guerras llamadas púnicas, que en ellas Cartago y Roma se disputaron el imperio del Mediterráneo, de las costas de Africa, España é Italia, y que al fin salió triunfante la patria de los Escipiones, venciendo á Aníbal y destruyendo la capital enemiga: pero las circunstancias de aquellas guerras ¿fueron tales como nosotros las conocemos? En el retrato que se nos hace del carácter cartagines, en el señalamiento de las causas que provocaron los rompimientos, en la narracion de las batallas, de las negociaciones, y otros puntos semejantes, ¿seria posible que hubiésemos sido engañados? Los historiadores romanos, de quienes hemos recibido la mayor parte de las noticias, ¿no habrán mezclado mucho de favorable á su nacion, y de contrario á la rival? Aquí entra la duda, aquí el discernimiento; aquí entra ora el admitir con recelo y desconfianza, ora el desechar sin reparo, ora el suspender con mucha frecuencia el juicio.

      ¿Qué seria de la verdad á los ojos de las generaciones venideras, si por ejemplo la historia de las luchas entre dos naciones modernas, quedase únicamente escrita por los autores de una de las dos rivales? Y esto sin embargo, lo han publicado los unos en presencia de los otros, corrigiéndose y desmintiéndose recíprocamente, y los acontecimientos se verificaron en épocas que abundaban ya de medios de comunicacion, y en que era mucho mas difícil sostener falsedades de bulto. ¿Qué será pues viniéndonos las narraciones por un conducto solo, y tan sospechoso, por interesado; y tratándose de tiempos tan distantes, de comunicaciones tan escasas, y en que no se conocian los medios de publicidad que han disfrutado los modernos?

      Mucho se deberá desconfiar tambien de los griegos cuando nos refieren sus gigantescas hazañas, las matanzas de innumerables persas, sus rasgos de patriotismo heróico, y cien cosas por este tenor. La fe ciega, el entusiasmo sin límites, la admiracion por aquel pueblo de increibles hazañas, allá se queda para los sencillos; que quien conoce el corazon del hombre, quien ha visto con sus propios ojos tanto exagerar, desfigurar y mentir, dice para sí: «el negocio debió de ser grave y ruidoso; parece que en efecto no se portaron mal esos griegos; pero en cuanto á saber el respectivo número de combatientes, y otros pormenores, suspendo el juicio hasta que hayan resucitado los persas, y los oiga pintar á su modo los acontecimientos y sus circunstancias.»

      Esta regla de prudencia es susceptible de infinitas aplicaciones á lo antiguo y moderno. El lector que de ella se penetre, y no la olvide al leer la historia, dé por seguro que se ahorrará muchísimos errores, y sobre todo no desperdiciará tiempo y trabajo en recordar si fueron sesenta ó setenta mil los que murieron en tal ó cual refriega, y si los pobres que anduvieron de vencida, y no pueden desmentir al cronista, eran en número cuadruplicado ó quintuplicado, para su mayor ignominia y afrenta.

      § III

Algunas reglas para el estudio de la historia

      Como la historia no entra en esta obrita sino como uno de tantos objetos que no deben pasarse por alto cuando se trata de la investigacion de la verdad, fuera inoportuno extenderse demasiado en señalar reglas para su estudio; esto por sí solo, reclamaria un libro de no pequeño volúmen; y no conviene gastar un espacio que bien se ha menester para otras cosas. Así me limitaré á prescribir lo ménos que pueda, y con la mayor brevedad que alcance.

      REGLA 1ª.

      Conforme á lo establecido mas arriba (Cap. VIII), es preciso atender á los medios que tuvo á mano el historiador para encontrar la verdad, y á las probabilidades de que sea veraz ó no.

      REGLA 2ª.

      En igualdad de circunstancias, es preferible el testigo ocular.

      Por mas autorizados que sean los conductos, siempre son algo peligrosos; las narraciones que pasan por muchos intermedios suelen ser como los líquidos, los que siempre se llevan algo del canal por donde corren. Desgraciadamente abundan mucho en los canales la malicia y el error.

      REGLA 3ª.

      Entre los testigos oculares, es preferible en igualdad de circunstancias, el que no tomó parte en el suceso, y no ganó ni perdió con él. (V. Cap. VIII.)

      Por mas crédito que se merezca César cuando nos refiere sus hazañas, claro es que á sus enemigos no los habia de pintar pocos y cobardes, ni describirnos sus empresas como demasiado asequibles. Los prodigios de Aníbal contados por sus mismos enemigos, valen por cierto algo mas.

      ¿Cómo vemos narradas las revoluciones modernas? Segun las opiniones é intereses del escritor. Un hombre de aventajado talento ha dado á luz una historia del levantamiento y revolucion de España en la época de 1808; y sin embargo, al tratar de las Córtes de Cádiz, al traves del lenguaje anticuado, y del tono grave y sesudo, bien se trasluce el jóven y fogoso diputado de las constituyentes.

      REGLA 4ª.

      El historiador contemporáneo es preferible;

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Pág. 78. – Al leer algun libro de viajes, no debemos buscar el capítulo de paises lejanos, sino de aquellos cuyos pormenores nos sean muy conocidos; esto proporciona el juzgar con acierto de la obra, y á veces no escasa diversion. Entónces se palpa la lijereza con que se escriben ciertos viajes. Una poblacion que tenia yo bien conocida, y cuyos alrededores secos y pedregosos habia recorrido no pocas veces, la he visto en un libro de viajes cercada como por encanto de jardines y arroyos; y á otra en que se habla de las aguas de un rio no lejano, como de un bello sueño que algun dia se pudiera realizar, la he visto tambien en otro libro regalada ya con la ejecucion del hermoso proyecto, ó mejor diré, sin necesidad de él, pues que el cauce del rio estaba junto á sus murallas.