La Biblia en España, Tomo III (de 3). Borrow George

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La Biblia en España, Tomo III (de 3) - Borrow George

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Sus caracteres. – Las mujeres bascas.

      Entramos ahora en el año 1838, acaso el más fecundo en acontecimientos de cuantos pasé en España. El despacho continuaba todavía abierto, con ligero incremento en la venta. Como tenía entonces pocas cosas importantes que hacer, di a la estampa dos obras, en cuya preparación llevaba trabajando ya algún tiempo. Estas obras eran las traducciones del Evangelio de San Lucas al vascuence y al caló.

      Poco tengo que decir respecto de la traducción del Evangelio al gitano, porque ya he hablado de esto en otra obra3: lo traduje, así como la mayor parte del Nuevo Testamento, durante mi dilatada convivencia con los gitanos españoles. Respecto al Lucas en vascuence, no estará de más hablar con algún detenimiento, y aprovechar la ocasión que se me ofrece para decir unas palabras acerca del idioma en que está escrito y del pueblo a quien iba destinado.

      El Euscarra: tal es el nombre peculiar de un habla o idioma que se supone prevaleció por toda España en otro tiempo, pero confinado ahora a ciertas comarcas de ambas vertientes de los Pirineos, bañadas por las aguas del golfo de Cantabria o bahía de Vizcaya. A este idioma se le llama comúnmente el basco o el bizcaíno, palabras que son meras modificaciones del vocablo Euscarra, al que se ha antepuesto la consonante B por razón de eufonía. Acerca de esta lengua se han dicho muchas cosas vagas, erróneas o hipotéticas. Los bascos afirman que no sólo fué la lengua primitiva de España, sino de todo el mundo, y que de ella proceden todas las demás; pero los bascos son gente muy ignorante y no saben nada de filosofía del lenguaje. Por tanto, muy poca importancia se puede conceder a sus opiniones sobre el asunto. Algunos de ellos, sin embargo, que se jactan de poseer cierta instrucción, sostienen que el basco es ni más ni menos que un dialecto del fenicio, y que los bascos descienden de una colonia fenicia establecida al pie de los Pirineos en edad remota. De esta teoría, o más bien conjetura, no apoyada por la más ligera prueba, no hay para qué ocuparse con detención, limitándonos a observar que si, como muchos verdaderos sabios lo han supuesto y casi demostrado, el fenicio es un dialecto del hebreo o está emparentado estrechamente con él, sería tan poco razonable suponer que el basco se deriva del fenicio como que la lengua del Kanschatka o el iroqués son dialectos del griego y del latín.

      Existe, sin embargo, otra opinión con respecto al basco que merece más detenido examen, por la circunstancia de hallarse muy extendida entre los literati de varios países de Europa, muy especialmente en Inglaterra. Aludo al origen céltico de esta lengua, y a su estrecha conexión con el más cultivado de todos los dialectos celtas: el irlandés. Gente que presume de conocer bien el asunto ha llegado a afirmar que existe tan poca diferencia entre las lenguas basca e irlandesa, que los individuos de ambas naciones no encuentran dificultad para entenderse entre sí, sin otro medio de comunicación que sus idiomas respectivos; en una palabra, que apenas si hay más diferencia entre el irlandés y el basco que entre el basco francés y el basco español. Tal semejanza, por mucho que se haya insistido en ella, no existe en la realidad; quizás en toda Europa sería difícil encontrar dos lenguas con menos puntos de semejanza que el basco y el irlandés.

      El irlandés, como la mayoría de los demás idiomas europeos, es un dialecto del sánscrito, idioma remoto, como puede suponerse; el apartado rincón del mundo occidental en que aquel idioma se conserva es el más distante del lugar en que nació el idioma originario. Mas no por eso deja de ser un dialecto de aquella venerable y primitiva habla, aunque no se parezca a ella ciertamente tanto como el inglés, el danés y las lenguas pertenecientes a la llamada familia gótica, y mucho menos que las de la esclavonia, porque a medida que se avanza hacia el Este, la asimilación de las lenguas al tronco paterno es más clara y perceptible; pero dialecto del sánscrito, repito, concordes en la estructura, en la disposición de las palabras, y en muchos casos en las palabras mismas, en las que, a pesar de sus modificaciones, se reconoce todavía los vocablos sánscritos. Pero ¿qué es el basco y a qué familia pertenece?

      Todos los dialectos hablados actualmente en Europa proceden de dos grandes lenguas asiáticas, que si ya no se hablan, existen en libros y son además las lenguas de dos de las principales religiones de Oriente. Aludo al tibetano y al sánscrito, las lenguas sagradas de los secuaces de Budha y de Bramah. Estas lenguas, aunque poseen muchas voces comunes, lo que puede explicarse por su estrecha proximidad, son realmente distintas, dadas las grandes diferencias de su estructura. No tengo tiempo ni deseo de explicar aquí en qué consisten esas diferencias; baste decir que los dialectos célticos, góticos y esclavones de Europa pertenecen a la familia sánscrita, así como en el Este el persa, y en menor grado el árabe, el hebreo, etc.4, mientras que a la familia tibetana o tártara pertenecen en Asia el mandchú y el mongol, el calmuco y el turco del mar Caspio, y en Europa el húngaro y el basco parcialmente.

      Esta última lengua es, en verdad, una singular anomalía; tanto, que en general es menos difícil decir lo que no es que lo que es. Abundan en ella los vocablos del sánscrito, y cubren su superficie. Sería erróneo, sin embargo, considerar esta lengua como un dialecto sánscrito, porque en la ordenación de las palabras prepondera decididamente la forma tártara. También se encuentran en el basco palabras tártaras en cantidad notable, aunque no tantas como las derivadas del sánscrito. De estas raíces tártaras me limitaré al presente a citar una sola, aunque si fuese necesario podría aducirlas a centenares. Esta palabra es Jauna o Khauna, de uso constante entre los bascos, y que es el Khan de los Mongoles y Mandchúes, con la misma significación: Señor.

      Después de estudiar detenidamente el asunto en todos sus aspectos y de pesar lo que en pro y en contra se alega de cada lado, me inclino a incluir el basco entre los dialectos tártaros más bien que entre los del sánscrito. Todo el que tenga ocasión de comparar la elocución de los bascos y de los tártaros, llegará con sólo eso, aunque no los entienda, a la conclusión de que sus lenguas respectivas se han formado con arreglo a iguales principios. En ambas se suceden períodos interminables al parecer, durante los que la voz sube gradualmente y luego desciende del mismo modo.

      He hablado del sorprendente número de vocablos del sánscrito contenidos en la lengua basca, de los que se encontrará un ejemplo más abajo. Es muy de notar que en la mayor parte de los derivados del sánscrito, el basco ha dejado caer la consonante inicial, de suerte que la palabra comienza por una vocal.

      El basco puede, en verdad, llamarse una lengua de vocales, porque el número de consonantes empleadas es relativamente corto; acaso de cada diez palabras, ocho empiezan y terminan por vocal, y a esto se debe que el basco sea una lengua extremadamente suave y melodiosa, muy superior en este respecto a cualquier otro idioma de Europa, sin excluir el italiano. Véanse a continuación algunos ejemplos de palabras bascas parangonadas con las raíces sánscritas.

      En esta lengua publiqué el Evangelio de San Lucas, en Madrid. Adquirí la traducción hecha por un médico basco llamado Oteiza5. Antes de enviarla a la imprenta, guardé la traducción en mi poder cerca de dos años, y durante ese tiempo, y sobre todo en mis viajes, no perdí ocasión de someterla a examen de las personas que pasaban por entendidas en Euscarra. No me satisfacía por completo la traducción, pero inútilmente busqué otra mejor.

      Había yo adquirido, siendo muchacho, algunas ligeras nociones de Euscarra, tal como se usa en los libros. Esas nociones las aumenté considerablemente durante mi residencia en España, y gracias a mis relaciones con algunos bascos llegué a entender, hasta cierto punto, su idioma hablado, y aún lo hablé yo también, pero siempre con gran inseguridad; porque para hablar el vascuence, siquiera regularmente, es necesario haber vivido en el país desde muy niño. Tan grandes son las dificultades que presenta y tanto se diferencia de las demás lenguas, que es muy raro encontrar un forastero capaz de hablarlo un poco; los españoles consideran tan formidables esos obstáculos, que, según un proverbio suyo, Satanás vivió siete años en Vizcaya, y tuvo que marcharse porque ni podía entender a los

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<p>3</p>

The Zincali.

<p>4</p>

La ciencia lingüística moderna difiere de tal modo de estas teorías, que sería muy difícil rectificarlas en una nota instructiva y no demasiadamente larga. Lo mejor será quizás prescindir de este capítulo completamente. (Nota de la edición Burke.)

<p>5</p>

Evangelioa San Lucasen Guissan. El Evangelio según San Lucas. Traducido al vascuence. Madrid. Imprenta de la Compañía Tipográfica, 1838.