El Observador. La Solución Al Génesis. Alberto Canen
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En el mar, donde la vida creó animales, también se generaron las plantas, las que pasaron a la tierra y se convirtieron en la vegetación terrestre -árboles, pasto, etc..
Algunos de esos animales marinos que habÃan âsalidoâ a la tierra, mientras evolucionaban, volvieron al mar donde continuaron su evolución -por ejemplo: los cetáceos (ballenas, delfines, etc.).
Otros de estos animales primigenios, se habituaron a vivir en la superficie y dieron lugar a los famosos dinosaurios, quienes reinaron sobre el planeta durante unos ciento sesenta millones de años.
No quiero abrumarlos ni agobiarlos con la historia de nuestro mundo -seguramente muchos están familiarizados con ella-, pero es importante que la refresquemos e intentemos notar determinados âdetallesâ porque son pistas imprescindibles para comprender el tema que nos ocupa.
Sigamos, (con una pequeña acotación).
Los dinosaurios surgen unos doscientos treinta millones de años atrás y desaparecen -se extinguen- hace aproximadamente sesenta y cinco millones de años.
Si tomamos en cuenta que la especie humana, el primer Homo, aparece recién en los últimos dos millones de años, comprenderemos, que dinosaurios y humanos nunca convivieron.
Entre el último dinosaurio y el primer Homo hubo un lapso de sesenta millones de años, lo suficiente como para no se hayan encontrado nunca.
En este punto me gustarÃa enfocar la atención sobre algunos detalles de la evolución de la vida que cuando analicemos el Génesis van a cobrar cierta importancia.
Es interesante señalar que algunos dinosaurios fueron voladores -como el Pterosaurio-, y es posible que hayan tenido sus hábitats en las playas. Pensemos que estos animales tenÃan alas como las de los murciélagos y que no eran aptas para carretear como un avión o como un pato, sino que necesitaban lanzarse desde alguna zona alta, algún risco elevado, para iniciar asà el vuelo; y para eso, qué mejor que un acantilado sobre el mar. Algunos de ellos fueron animales muy grandes que llegaron a tener 12mts de envergadura, casi como una pequeña avioneta.
También -y muy importante- es recalcar que los seres humanos han sido los últimos en aparecer en esta historia, la historia de la evolución.
Bien. Como habrán notado el Sistema Solar tardó en formarse unos seis mil millones de años y el hombre hizo su aparición en los últimos dos millones de años.
Por lo general, es común, que se compare esos seis mil millones de años con un año de trescientos sesenta y cinco dÃas, en el que la nebulosa empieza a colapsar el primero de enero y la especie humana hace su aparición a las once de la noche del treinta y uno de diciembre.
El hombre tiene su momento al final, muy final de todo el proceso.
Creo que este breve racconto de la historia de la Tierra nos permite contar con la base de información suficiente y necesaria para poder realizar nuestra comparación, asà que, ¡probemos!
Chapter 5
4
He aquÃâ¦
EL GÃNESIS [7]
«En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
«La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas. Dijo Dios: âHaya luzâ, y hubo luz. Vio Dios que la luz estaba bien, y apartó Dios la luz de la oscuridad; y llamó Dios a la luz âdÃaâ, y a la oscuridad la llamó ânocheâ. Y atardeció y amaneció: dÃa primero» (Génesis 1:1-5).
7 Génesis. El nombre griego proviene del contenido del libro: el origen del mundo, el género humano y el pueblo judÃo, la genealogÃa de toda la humanidad desde el comienzo de los tiempos. También âgénesisâ tiene el sentido de âprólogoâ, ya que la historia judÃa comienza propiamente con el Ãxodo, del cual el Génesis es simplemente un prolegómeno. Este tÃtulo aparece en la Versión de los Setenta o Septuaginta Griega (LXX). En hebreo, el libro se llama âBereâschÃthâ: âEn el Principioâ, se toma de la primera palabra de la frase inicial. El texto que utilizo para el análisis pertenece a La Biblia de Jerusalem, Editions du Cerf, ParÃs, 1973.
Observemos detalladamente lo que nos relata este primer párrafo.
En esta descripción, distingo claramente el caos original de aquella nebulosa de polvo cósmico que nos menciona la ciencia. Un âmarâ de polvo, para alguien que tal vez lo está viendo en la oscuridad, y que no tiene la más mÃnima idea de que aquello que está presenciando no es agua sino una nebulosa en la que él (nuestro posible observador) se encuentra âflotandoâ. Este individuo se halla en el lugar, en el sitio preciso, en el que cientos de millones de años después se va a ubicar la Tierra en formación. Además, como aún no pisa terreno sólido lo único que él puede vislumbrar o comprender, según sus parámetros, es el abismo, el abismo del espacio.
Luego, este mismo individuo (que continúa su observación y narra lo que ve) percibe que la luz brilla por primera vez y cree que Dios en ese preciso momento la crea -como luz-, ya que aún no puede ver que es el sol el que la origina. Ve la luz, pero no de dónde proviene. Para él es como si Dios hubiese âencendidoâ la luz.
Es necesario aclarar que cuando hablo de un observador me refiero a alguien que en una época reciente -digamos hace unos tres mil años atrás-, recibe una visión o una revelación de Dios y a través de ella logra ver la creación del Sistema Solar.
No significa que el observador haya presenciado la creación en el momento en que Dios la realizaba, sino que la vio o la captó con posterioridad, a través de algún tipo de visión extremadamente resumida.