Una Vez Inactivo . Блейк Пирс
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Читать онлайн книгу Una Vez Inactivo - Блейк Пирс страница 11
Blaine le dijo a Riley: —Llámame más tarde.
Riley le dijo que lo haría, y luego Blaine y su hija se dirigieron a su camioneta.
Riley respiró profundo y se volvió hacia la única persona que quedaba en la sala de estar. Su ex esposo la miró con ojos suplicantes.
«¿Qué es lo que quiere?», se preguntó de nuevo.
Generalmente cuando Ryan pasaba por la casa, notaba de inmediato que aún era un hombre atractivo, un poco más alto, más viejo y más atlético que Blaine, y siempre perfectamente arreglado y vestido. Pero esta vez parecía distinto, arrugado, triste y solo. Nunca lo había visto así.
Riley estaba a punto de preguntarle qué le pasaba cuando dijo: —¿Podríamos tomarnos un trago?
Riley lo miró a la cara por un momento. Parecía derrotado. Ella se preguntó: «¿Ha estado bebiendo últimamente?
¿Se tomó un par de copas antes de venir aquí?»
Consideró brevemente decirle que no, pero luego se dirigió a la cocina y sirvió whisky americano con hielo para ambos. Llevó las bebidas a la sala de estar y se sentó en una silla frente a él, esperando a que dijera algo.
Finalmente, con los hombros encorvados, Ryan dijo en voz baja: —Riley, estoy arruinado.
Riley quedó boquiabierta.
«¿A qué se refiere?», se preguntó.
CAPÍTULO SIETE
Mientras Riley lo miraba, Ryan repitió las mismas palabras: —Estoy arruinado. Toda mi vida está arruinada.
Riley estaba estupefacta. No recordaba la última vez que había hablado en un tono tan abatido. Solía ser más arrogante y seguro de sí mismo.
–¿A qué te refieres? —preguntó.
Soltó un largo suspiro y dijo: —Paul y Barrett me sacarán del bufete.
Riley no podía creer lo que escuchaba.
Paul Vernasco y Barrett Gaynor habían sido los socios de Ryan desde que los tres fundaron el bufete juntos. Más que eso, habían sido los amigos más solidarios de Ryan.
Ella preguntó: —¿Qué diablos pasó?
Ryan se encogió de hombros y dijo en voz reticente: —Dicen que soy un riesgo para el bufete.
Solo le tomó a Riley un minuto adivinar la razón por la cual lo estaban sacando del bufete.
–Acoso sexual —dijo.
Ryan hizo una mueca ante las palabras y dijo: —Mira, todo fue un malentendido.
Riley tuvo que morderse la lengua para no decir: —Sí, apuesto a que sí.
Evitando la mirada de Riley, Ryan continuó: —Se llama Kyanne, y es una auxiliar, y es joven…
A lo que su voz se quebró, Riley pensó: «Por supuesto que es joven. Siempre son jóvenes.»
Ryan dijo: —Y yo pensaba que todo era mutuo. Lo digo en serio. Comenzó con un poco de coqueteo… mutuo, créeme. Luego se intensificó y… bueno, fue a quejarse con Paul Barrett de que el ambiente de trabajo era tóxico. Trataron de manejarlo con un acuerdo de confidencialidad, pero ella no quiso. No se conformó con menos que mi partida.
Se quedó en silencio otra vez, y Riley trató de captar todo lo que no estaba diciendo. No le resultó difícil imaginarse un posible escenario. Una auxiliar bonita y vivaz, tal vez una joven ambiciosa con ganas de crecer, lo había cautivado.
«¿Hasta dónde llegó Ryan?», se preguntó.
Dudaba que le ofreció un ascenso a cambio de favores sexuales…
«Él no es tan asqueroso», pensó.
Y tal vez Ryan también estaba diciendo la verdad sobre la atracción mutua, al menos al principio. Tal vez incluso habían tenido una relación consensual. Pero en algún momento, a Kyanne dejó de gustarle lo que estaba pasando entre ellos.
«Probablemente por una buena razón», pensó Riley.
¿Cómo podría Kyanne haber evitado pensar que su futuro en el bufete de alguna forma estaba vinculado a su relación con Ryan? Es un socio de pleno derecho, después de todo. Él tenía el poder en su relación.
Sin embargo, algo no cuadraba…
Ella dijo: —¿Entonces Paul y Barrett están obligándote a irte? ¿Esa es su solución?
Ryan asintió, y Riley negó con la cabeza con incredulidad.
Paul y Barrett no eran ningunos santos, y Riley había oído algunas conversaciones bastante obscenas entre los tres a lo largo de los años. Estaba segura de que su comportamiento no era mejor que el de Ryan, posiblemente hasta mucho peor.
Ella dijo: —Ryan, dijiste que no quiso firmar un acuerdo de confidencialidad.
Ryan asintió con la cabeza y tomó un sorbo de su trago.
Con mucho cuidado, Riley preguntó: —¿Cuántos acuerdos de confidencialidad por acoso sexual has tenido que firmar a lo largo de los años?
Cuando Ryan se volvió a encoger de hombros, Riley sabía que había dado en el clavo.
Riley añadió: —¿Cuántos acuerdos de confidencialidad han tenido que firmar Paul y Barrett?
Ryan comenzó, —Riley, prefiero no entrar en detalles…
–No, obviamente no —interrumpió Riley—. Ryan, te están usando. Sabes eso, ¿verdad? Paul y Barrett están tratando de limpiar la imagen del bufete, hacer que parezca que tienen una política de tolerancia cero hacia el acoso. Deshacerse de ti es su forma de hacerlo.
Ryan se encogió de hombros y dijo: —Lo sé. Pero ¿qué puedo hacer?
Riley ciertamente no sabía qué decirle. No quería compadecerse de él. Llevaba años excavando este agujero en el que se encontraba. Aun así, odiaba lo que sus socios le habían hecho.
Pero sabía que no había nada que Ryan pudiera hacer al respecto ahora. Además, algo más le preocupaba.
Señalando las maletas, Riley le preguntó: —¿Para qué son?
Ryan miró las maletas por un momento. Luego dijo con voz entrecortada: —Riley, no puedo ir a casa.
Riley jadeó en voz alta.
–¿A qué te refieres? —preguntó—. ¿Perdiste tu casa?
–No, aún no. Es solo que… —La voz de Ryan se quebró, y luego dijo—: No puedo enfrentar esto solo. No puedo vivir en esa casa solo. Sigo recordando momentos felices contigo y April. Sigo pensando en cómo arruiné todo. La casa me rompe el corazón, Riley.
Sacó su pañuelo y se secó los ojos. Riley estaba impactada. Rara vez había visto a Ryan llorar. Ella también sentía ganas de llorar.
Pero