Una Vez Desaparecido . Блейк Пирс
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Читать онлайн книгу Una Vez Desaparecido - Блейк Пирс страница 8
Mientras Marie lloraba, Riley quería tranquilizarla, decirle que estaba equivocada. Pero una parte de Riley no estaba tan segura que lo estaba.
Finalmente, Marie la miró.
“¿Por qué viniste aquí hoy?” le preguntó sin rodeos.
Riley se sorprendió por la franqueza de Marie, y por el hecho de que ella realmente no se conocía a sí misma.
“No lo sé”, dijo. “Sólo quería visitarte. Ver como estabas”.
“Hay algo más”, dijo Marie, entrecerrando sus ojos con una sensación misteriosa.
Quizás tenía razón, pensó Riley. Se acordó de la visita de Bill, y se dio cuenta de que ella, de hecho, había venido por el nuevo caso. ¿Qué era lo que quería de Marie? ¿Asesoramiento? ¿Permiso? ¿Ánimo? ¿Consuelo? Una parte de ella quería que Marie le dijera que estaba loca, así podría estar tranquila y olvidarse de Bill. Pero tal vez otra parte de ella quería que Marie la animara a hacerlo.
Finalmente, Riley suspiró.
“Hay un nuevo caso”, dijo. “Bueno, no un nuevo caso. Pero un viejo caso que nunca fue resuelto”.
La expresión de Marie se volvió tensa y seria.
Riley tragó.
“¿Y has venido a preguntarme si debes hacerlo?” preguntó Marie.
Riley se encogió de hombros. Pero también miró hacia arriba y buscó en los ojos de Marie ánimo y consuelo. Y en ese momento se dio cuenta que esa era exactamente la razón por la cual había venido.
Pero, para su decepción, Marie bajó los ojos y sacudió lentamente la cabeza. Riley siguió esperando una respuesta, pero en su lugar hubo un silencio interminable. Riley sintió que Marie estaba sintiendo algún miedo especial en estos momentos.
En el silencio, Riley miró por todo el apartamento, y sus ojos cayeron sobre el teléfono fijo de Marie. Se sorprendió al ver que estaba desconectado de la pared.
“¿Qué le pasa a tu teléfono?” preguntó Riley.
Marie se veía muy afectada, y Riley se dio cuenta de que había dado en un nervio.
“Me sigue llamando”, dijo Marie, en un susurro casi inaudible.
“¿Quién?”
“Peterson”.
El corazón de Riley latió con fuerza.
“Peterson está muerto”, respondió Riley, su voz temblorosa. “Incendié el lugar. Encontraron su cuerpo”.
Marie negó con la cabeza.
“Podría haber sido cualquier persona la que encontraron. No era él”.
Riley sintió pánico. Sus propios temores volvieron.
“Todo el mundo dice que fue él”, dijo Riley.
“¿Y realmente crees eso?”
Riley no sabía qué decir. Ahora no era el momento de confesar sus propios temores. Después de todo, Marie probablemente estaba delirando. Pero, ¿cómo podría Riley convencerla de algo que ella no creía completamente?
“Sigue llamando”, dijo Marie otra vez. “Llama, respira y cuelga. Sé que es él. Está vivo. Todavía está acechándome”.
Riley sintió terror.
“Probablemente es sólo una persona obscena”, dijo, pretendiendo estar calmada. “Pero puedo hacer que la Oficina lo compruebe. Puedo hacer que envíen un carro de vigilancia si estás asustada. Ellos rastrearán las llamadas”.
“¡No!” Marie dijo bruscamente. “¡No!”
Riley la miró, perpleja.
“¿Por qué no?” preguntó.
“No quiero enojarlo”, dijo Marie en un lloriqueo patético.
Riley, abrumada, sintiendo que se acercaba un ataque de pánico, de repente se dio cuenta que había sido una terrible idea venir aquí. En todo caso, se sentía peor. Sabía que no podría sentarse en este comedor opresivo un momento más.
“Tengo que irme”, dijo Riley. “Lo siento. Mi hija me está esperando”.
Marie agarró la muñeca de Riley con sorprendente fuerza, cavando sus uñas en su piel.
Sostuvo la mirada, sus ojos azules helados tan intensos que aterrorizaban a Riley. Esa mirada inquietante quemó su alma.
“Toma el caso”, instó Marie.
Riley podría ver en sus ojos que Marie estaba confundiendo el nuevo caso con Peterson, volviéndolos uno.
“Encuentra a ese hijo de puta”, añadió. “Y mátalo por mí”.
Capítulo 5
El hombre mantuvo una distancia corta pero discreta de la mujer, mirándola sólo fugazmente. Colocó algunos artículos en su cesta para que pareciera otro comprador más. Se felicitó a sí mismo por lo discreto que podía ser. Nadie adivinaría su verdadero poder.
Pero claro, nunca había sido el tipo de hombre que atraía mucha atención. De niño, se sintió prácticamente invisible. Ahora, por fin, podía convertir su inocuidad en su ventaja.
Justo hace un momento, había estado justo a su lado, a unos pies de distancia. Enfocada en elegir su champú, no lo notó en lo absoluto.
Él sabía mucho sobre ella, sin embargo. Sabía que su nombre era Cindy; que su esposo era propietario de una galería de arte; que trabajaba en una clínica médica gratuita. Hoy era uno de sus días libres. Ahora estaba en su celular hablando con alguien, su hermana, al parecer. Se reía de algo que la otra persona le estaba diciendo. Estaba lleno de ira, preguntándose si estaban riéndose de él, así como todas las chicas solían hacerlo. Su furia aumentó.
Cindy vestía pantalones cortos, una camiseta sin mangas y zapatos para correr. La había visto desde su carro, corriendo, y esperó hasta que terminara de correr y entrara en la tienda de comestibles. Conocía su rutina en un día no laborable como este. Llevaría las cosas a su casa y las guardaría, tomaría una ducha, y luego iría a reunirse con su marido para almorzar.
Su buena figura se debía a mucho ejercicio físico. No tenía más de treinta años, pero la piel alrededor de sus muslos ya no estaba tensa. Probablemente perdió mucho peso en un momento u otro, tal vez recientemente. Sin duda se sentía orgullosa de eso.
De repente, la mujer se dirigió a la caja registradora más cercana. Esto lo sorprendió. Había terminado las compras antes de lo habitual. Corrió para ponerse en la fila detrás de ella, casi empujando a otro cliente para hacerlo. Se reprendió a sí mismo en silencio por eso.
Mientras el cajero pasaba los artículos de la mujer, avanzó y se colocó muy cerca de ella, lo suficientemente cerca para oler su cuerpo, ahora sudoroso y picante después de correr. Era un olor que esperaba oler mucho, mucho más muy pronto. Pero el