Jurada . Морган Райс
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Tambaleándose, Sam se puso de pie; cuando una ola empujó y elevó la pequeña embarcación, Sam logró dar unos pasos y se arrodilló junto a Polly. Extendió su mano, suavemente le sacó el chal, y sacudió sus hombros. Ella no respondió, y el corazón de Sam empezó latía con fuerza mientras esperaba.
“¿Polly?", preguntó.
No escuchó ninguna respuesta.
"Polly", dijo con más firmeza. "Despiértate. Soy yo, Sam.”
Pero ella no se movió, y cuando Sam acarició la piel de su hombro, sintió que estaba demasiado frío. Su corazón se detuvo. ¿Podría ser posible?
Sam se inclinó y puso el rostro de Polly entre sus manos. Ella era tan hermosa como él la recordaba, su piel de un tono muy pálido, de un blanco casi translúcido, con el pelo de color marrón claro, y sus rasgos perfectamente cincelados bajo el resplandor de la luz de la mañana. Vio sus perfectos labios carnosos, su pequeña nariz, sus grandes ojos, su pelo largo y castaño. Recordaba esos ojos cuando estaban abiertos, de un azul increíble, como el mar. Anhelaba verlos abiertos de nuevo; haría cualquier cosa para que fuera así. Anhelaba ver su sonrisa, escuchar su voz, su risa. En el pasado, a veces le había molestado que hablara demasiado. Pero ahora hubiera dado cualquier cosa por escucharla hablar.
Pero su piel estaba demasiado fría. Fría congelada. Y él estaba empezando a desesperarse ante la idea de que sus ojos nunca más se volvieran a abrir.
"Polly", gritó mientras escuchaba la desesperación en su voz que se elevaba hacia el cielo y se mezclaba con el chillido de los pájaros.
Sam se desesperaba más y más. No sabía qué hacer. Él la sacudía más y más pero ella no volvía en sí. Recordó cuando la había visto por última vez. Había sido en el palacio de Sergei. Recordó que la había liberado. Habían regresado al castillo de Aiden, y allí habían encontrado a Caitlin, Caleb y Scarlet yaciendo sin vida sobre aquella cama. Aiden les había dicho que habían regresado en el tiempo, sin ellos. Él le había implorado a Aiden que los regresara en el tiempo también. Aiden se había negado, argumentando que no estaba destinado, que podrían interferir con el destino. Pero Sam había insistido.
Finalmente, Aiden había realizado el ritual.
¿Había muerto en el viaje de regreso?
Sam bajó la mirada y la sacudió de nuevo. Todavía, nada.
Finalmente, Sam se agachó y jaló a Polly junto a él. Le sacó su largo y hermoso cabello de la cara, puso una mano detrás de su cuello, y acercó su cara. Se inclinó y la besó.
Fue un beso largo e intenso que plantó en sus labios, y Sam se dio cuenta de que ésta era la segunda vez que se habían besado. Los labios de Polly se sentían muy suaves, perfectos en los suyos. Pero también los sintió demasiado fríos, sin vida. Mientras la besaba, se concentró para transmitirle su amor, quería regresarla a la vida. Mentalmente, quiso enviarle un mensaje claro. Haré lo que sea. Voy a pagar cualquier precio. Haré cualquier cosa para tenerte de vuelta. Solo regresa conmigo.
“¡Voy a pagar cualquier precio!" Sam se echó hacia atrás y gritó a las olas.
El grito pareció elevarse a los cielos e hizo eco en una bandada de pájaros que volaba arriba. Sam sintió un escalofrío a través de su cuerpo, al intuir que el universo había escuchado y le estaba respondiendo. Él sabía, en cada onza de su cuerpo, que Polly podía, realmente podía, volver a la vida. Aun cuando no estuviera destinado. Sabía que al haberlo exigido, había roto un plan más grande en el universo. Y que tendría que pagar el precio.
De repente, Sam miró hacia abajo y los ojos de Polly se abrieron lentamente. Eran tan azules y hermosos como los recordaba, y lo miraban directamente. Por un momento, estuvieron en blanco, pero luego lo reconocieron. Y entonces se produjo la cosa más grandiosa y mágica que él jamás había visto: una pequeña sonrisa se formó en la comisura de los labios de Polly.
“¿Te estás aprovechando de una chica mientras duerme?" Polly preguntó, con su acostumbrada jovialidad.
Sam no pudo evitar sonreír. Polly había regresado. Era todo lo que le importaba en el mundo. Trató de quitar de su mente la terrible sensación de que había desafiado el destino y que tendría que pagar el precio.
Polly se sentó; era de nuevo la chica ingeniosa y feliz que él conocía, aunque se veía avergonzada de estar en sus brazos, y trató de hacerse la fuerte e independiente. Ella observó alrededor y se agarró de un lado de la embarcación mientras una ola los elevaba y luego los hundía.
"No es exactamente lo que llamaría una expedición romántica en barco," dijo, viéndose aun un poco pálida, mientras trataba de mantener el equilibrio en el mar que se mecía. "¿Dónde estamos exactamente? Y ¿qué es eso en el horizonte?"
Sam se volvió y miró hacia donde Polly estaba señalando. No lo había visto antes. Allí, a unos cientos de metros, había una isla rocosa que sobresalía del mar, con altos acantilados implacables. Se veía antigua y deshabitada, su terreno era rocoso y desolado.
Se volvió y contempló el horizonte en todas direcciones. Era la única isla en miles de kilómetros.
"Parece que nos estamos dirigiendo directamente hacia allí", dijo.
"Eso espero", dijo Polly. “Tengo náuseas en este barco."
De repente, Polly se inclinó sobre la borda y vomitó una y otra vez.
Sam se acercó y puso una mano sobre su espalda para tranquilizarla. Polly finalmente se puso de pie, limpiándose la boca con el dorso de la manga y miró hacia otro lado: estaba avergonzada.
"Lo siento," dijo ella. "Estas olas son implacables." Ella lo miró, con aire de culpabilidad. “No me debo ver muy atractiva."
Pero Sam no estaba pensando en eso. Por el contrario, se estaba dando cuenta de sus fuertes sentimientos hacia Polly.
"¿Por qué me miras así?" preguntó Polly. “¿Me veo horrible?"
Al darse cuenta de que la estaba mirando fijamente, Sam apartó la mirada rápidamente.
"No estaba pensando eso", él dijo, ruborizándose.
Pero algo los interrumpió. De repente, en la isla aparecieron varios guerreros en la cima de un acantilado. Aparecía uno tras otro y, pronto, el horizonte se llenó de ellos.
Sam se agachó para buscar sus armas. Pero le decepcionó comprobar que no había llevado ninguna.
El horizonte se ennegreció con más y más guerreros vampiros, y Sam pudo ver que la corriente los estaba llevando directamente hacia ellos. Estaban a la deriva dirigiéndose a una trampa, y no había nada que pudieran hacer para evitarlo.
"Mira", dijo Polly. "Vienen a saludarnos."
Sam los examinó cuidadosamente y llegó a una conclusión muy diferente.
"No, no vienen a eso", dijo. "Vienen a ponernos a prueba."
CAPÍTULO TERCERO
Caitlin estaba frente al puente de cuerda que conducía a Skye, Caleb estaba a su lado, y Scarlet y Ruth esperaban detrás. Observó la cuerda gastada balancearse violentamente, podía escuchar el silbido del viento a través de las rocas mientras las olas