Al lado . Блейк Пирс
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—Sí.
—Me enteré de que Chloe también se mudó para acá. Que compró una nueva casa en Lavender Hills.
—Sí, regresó —dijo Danielle, a punto de perder la paciencia.
—Escuché por ahí que vive a unas pocas casas de una de sus compañeras de secundaria. Yo vivo a dos calles de ella, qué casualidad.
«Pobre Chloe», pensó Danielle.
—¿Te habló de la fiesta de la cuadra? —preguntó Tammy, aparentemente incapaz de mantener la boca cerrada por más de tres segundos.
—Sí —dijo Danielle. Esperaba que, por sus repuestas cortas, Tammy entendiera que ella no era el tipo de mujer que se quedaba charlando en los pasillos de los supermercados.
Hubo un breve silencio entre las dos, y Tammy finalmente pareció entender. Miró a su alrededor con incomodidad y luego le dijo: —Bueno, espero que vayas a la fiesta. Fue bueno verte, Danielle.
—Sí, igualmente —dijo Danielle.
Ella no perdió tiempo en encorvar los hombros y bajar la cabeza mientras empujaba el carrito de compras. Sentía que tenía que salir del supermercado y regresar a su apartamento cuanto antes, y no por su paranoia habitual, sino por su encuentro incómodo con Tammy Wyler.
Terminó de buscar lo que necesitaba con rapidez, casi chocando con una señora mayor en la sección de productos lácteos. Luego pasó por la caja de autoservicio (porque no quería lidiar con ningún cajero conversador) y salió del supermercado. Cuando sintió el aire fresco en su rostro, se sintió un poco mejor. Sabía que era posible que el hombre de las notas estuviera sentado adentro de uno de los carros estacionados. Tal vez la había estado siguiendo en el supermercado y había oído su conversación incómoda con Tammy.
Metió las bolsas en el asiento trasero y luego puso el auto en marcha. Su teléfono celular sonó justo cuando estaba a punto de salir del estacionamiento. Vio el nombre de Martin en la pantalla y no dudó en contestar. Si él la estaba llamando para discutir, ella le seguiría el juego. Si él la estaba llamando para disculparse, también estaría abierta a eso. A decir verdad, simplemente le gustaba la idea de estar hablando por teléfono con alguien que conocía en este momento.
—Hola —contestó ella.
—Hola, Danielle —dijo Martin—. Mira, te debo una disculpa por lo de anoche. Y no solo por haber sido brusco contigo. No debí haberme puesto así por mi teléfono. Es solo que las cosas están un poco mal en el trabajo. Por eso recibí todos esos mensajes de texto. Lo supe justo cuando comenzaron a llegar. No quería ser molestado anoche. ¿Eso tiene sentido?
—Sí, eso tiene sentido. Pero lo que no tiene sentido es porque no me lo dijiste anoche.
—Porque soy un estúpido —dijo Martin—. No quería que supieras que estoy a punto de ser despedido. Y cuando te pusiste juguetona, simplemente perdí los estribos. Danielle… nunca le he hecho daño a una mujer. Por favor, créeme. No puedo creer que te puse las manos encima… Dios mío, lo siento mucho.
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