Al lado . Блейк Пирс

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Al lado  - Блейк Пирс Un misterio psicológico de suspenso de Chloe Fine

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cabeza y apartó la mirada. —Medicamentos.

      —¿Estás bien?

      Danielle se encogió de hombros y luego le respondió con desdén: —Llevamos apenas diez minutos juntas y ya estás hablando del tema. Dios mío, Chloe… ¿No has aprendido a vivir tu vida sin sacar esa mierda a relucir? Si mal no recuerdo, cuando me llamaste para decirme que te ibas a mudar a Pinecrest, decidimos que no hablaríamos de eso. Agua pasada, ¿recuerdas?

      Esto sorprendió a Chloe. Acababa de presenciar a Danielle pasar de seca y sarcástica a completamente furiosa en un abrir y cerrar de ojos. Sí, el tema de sus padres era un tema delicado, pero la reacción de Danielle le pareció muy bipolar.

      —¿Desde hace cuánto tiempo no te tomas el medicamento? —preguntó Chloe.

      —Vete a la mierda.

      —¿Desde hace cuánto tiempo?

      —Tres semanas aproximadamente. ¿Por qué?

      —Porque solo llevo quince minutos aquí y se nota que lo necesitas.

      —Gracias, doctora.

      —¿Podrías tomártelo otra vez, por favor? Te quiero en mi boda. Dama de honor, ¿recuerdas? Aunque te parezca muy egoísta, quiero que disfrutes de mi boda. Así que, ¿podrías tomártelo, por favor?

      Danielle reaccionó al oír las palabras dama de honor. Suspiró y luego relajó su postura. Fue capaz de mirar a Chloe otra vez y, aunque aún estaba enojada, se veía más tranquila.

      —Está bien —dijo.

      Se levantó de la mesa y caminó hacia a una pequeña cesta de mimbre decorativa en el mostrador de la cocina. De la cesta, sacó un frasco de medicina. Luego lo abrió y se tomó una píldora con su café.

      —Gracias. —Después de una pausa, decidió seguir presionando—. ¿Y cómo va todo lo demás?

      Danielle lo pensó por un momento y Chloe la pilló mirando la puerta de su apartamento. Fue muy breve, pero Chloe vio miedo en sus ojos.

      —Todo lo demás está bien.

      Chloe conocía a su hermana lo suficientemente bien como para no seguir presionando.

      —Entonces, ¿qué diablos es una fiesta de la cuadra? —preguntó Danielle.

      Chloe se echó a reír. Casi había olvidado la capacidad de Danielle de dejar un tema y empezar otro enseguida. Chloe observó a su hermana para ver si se quedaba mirando la puerta con miedo en sus ojos otra vez, pero no volvió a pasar.

      Aun así, Chloe sintió que algo le pasaba. Tal vez después de un tiempo juntas, Danielle se lo contaría.

      «Pero ¿para qué?», se preguntó Chloe, echándole una mirada a la puerta principal.

      Y en ese momento cayó en cuenta de que no conocía a su hermana en absoluto. Había partes de ella que parecían muy iguales a la chica de diecisiete años de edad que había conocido tan bien. Pero Danielle era diferente ahora… era más oscura. Ahora necesitaba un medicamento para controlar sus estados de ánimo, para ayudarla a dormir y funcionar.

      Se le ocurrió a Chloe en ese momento que sentía miedo por su hermana y que quería ayudarla de cualquier forma posible.

      Incluso si eso significa regresar al pasado.

      Pero no ahora. Tal vez después de la boda. Solo Dios sabía qué tipo de peleas y cambios de humor generarían el hablar de la muerte de su madre y el encarcelamiento de su padre. Aun así, Chloe sintió que los fantasmas de su pasado estaban más presentes que nunca mientras estaba sentada allí con Danielle y eso la hizo preguntarse qué tanto había atormentado todo eso a Danielle.

      ¿Qué tipo de fantasmas acechaban la mente de Danielle? ¿Y qué, exactamente, le decían?

      Ella intuyó que todo lo que Danielle estaba reprimiendo la afectaría a ella de algún modo. Y que también afectaría su nueva vida. Su nuevo prometido, su nueva casa. Y que nada bueno resultaría de todo esto.

      CAPÍTULO CINCO

      Danielle estaba sentada en su sofá, recostada sobre Martin, su pierna sobre la de él, y estaba muy consciente de que no llevaba ropa interior debajo de sus shorts de pijama. Sin embargo, eso no importaba. La había rechazado la noche anterior, a pesar de que no había llevado sostén. Parecía que Martin se estaba tomando en serio el asunto de ir despacio.

      Ella también estaba empezando a creer que o bien simplemente era un caballero o no se sentía sexualmente atraído por ella. Sin embargo, lo último era muy difícil de creer porque sentía su erección en sus piernas y caderas cada vez que se besaban.

      Trató de no dejar que eso la molestara. Aunque sí estaba sexualmente frustrada, valía la pena un hombre que quería algo más que sexo.

      Esta noche era un gran ejemplo de eso. Habían decidido quedarse en su apartamento viendo una película. Antes de eso, habían hablado del día de Martin. Sin embargo, como era subgerente en una imprenta, no hubo mucho qué discutir. Era como escuchar a alguien explicar cómo se seca la pintura. En cuanto a Danielle, odiaba hablar de su día. Como barman en un restaurante local, sus días eran aburridos. Pasaba casi todos sus días leyendo. Sus noches estaban llenas de historias que compartir, pero a veces ni le quedaban ganas de contarlas.

      Una vez que terminaron de hablar, se besaron un poco, pero hasta ahí. Y a Danielle no le molestó eso en nada. Además, había estado desanimada desde la visita de Chloe. El estabilizador del estado de ánimo probablemente ni siquiera surtiría efecto hasta que se tomara la segunda pastilla antes de dormir.

      Gracias a la visita de Chloe, Danielle había estado pensando en su madre, su padre y en su infancia que había pasado volando. En realidad, lo único que quería era estar en los brazos de Martin… y eso era muy difícil de admitirse a sí misma.

      Habían elegido la película Cadena perpetua y estaban acurrucados en el sofá como un par de escolares nerviosos e inexpertos. La mano de Martin se deslizó por su hombro varias veces y Danielle se preguntó si estaba tratando de seducirla. Pero él no hizo más nada, lo que a la vez fue refrescante y exasperante.

      Ella también notó que su teléfono sonó en algunas ocasiones. Estaba en la mesa de centro frente a ellos, pero él decidió no revisarlo. Al principio, asumió que estaba siendo educado. Pero después de un tiempo, lo que Danielle supuso fueron siete u ocho pitidos, empezó a ser desagradable.

      Justo cuando Tim Robbins se encerró en la oficina del alcaide y puso a sonar ópera para los presos de la prisión de Shawshank, el celular volvió a sonar. Danielle miró al teléfono y luego a Martin.

      —¿Vas a revisarlo? —preguntó—. Por lo visto, alguien te necesita.

      —No, no te preocupes —dijo Martin. La acercó más a su cuerpo y se estiró. Estaban tendidos uno al lado del otro. Si quisiera, pudiera besar su cuello fácilmente. Miró el espacio expuesto allí y lo pensó. Se preguntó cómo reaccionaría si ella lo besaba allí, tal vez pasaba su lengua por su cuello.

      El teléfono volvió a sonar. Danielle soltó una risita y, sin ningún tipo de advertencia,

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