Una Vez Tomado . Блейк Пирс

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Una Vez Tomado  - Блейк Пирс Un Misterio de Riley Paige

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      “O me crees o no me crees. Decídete de una buena vez. Pero en este momento quiero que te vayas”.

      Resignado, Bill se levantó de la mesa y se fue.

      Por la puerta de la cocina Riley vio que casi todo el mundo se había ido de su casa, incluyendo a April. Lucy entró de nuevo a la cocina.

      “El Agente Huang dejará a un par de agentes aquí”, dijo. “Vigilarán la casa desde una patrulla por el resto de la noche. No estoy segura de que sea buena idea que estés sola adentro de la casa. Sería un placer quedarme”.

      Riley lo pensó por un momento. Lo que quería, lo que necesitaba ahora mismo, era que alguien creyera que Peterson no estaba muerto. Dudaba que sería capaz ni de convencer a Lucy de eso. Todo parecía inútil.

      “Estaré bien, Lucy”, dijo Riley.

      Lucy asintió y salió de la cocina. Riley escuchó el sonido de los últimos agentes yéndose de su casa y cerrando la puerta. Riley se levantó y revisó la puerta principal y la trasera para asegurarse de que estaban cerradas con llave. Colocó dos sillas contra la puerta trasera. Harían bastante ruido si alguien forzaba la cerradura de nuevo.

      Luego entró a la sala de estar para echar un vistazo. La casa parecía extrañamente iluminada, ya que todas las luces estaban encendidas.

      Debería apagar algunas de las luces, pensó.

      Pero al acercarse al interruptor de luz de la sala de estar, sus dedos se congelaron. No podía hacerlo. Estaba paralizada de terror.

      Sabía que Peterson volvería por ella.

      Capítulo 3

      Riley vaciló por un momento cuando entró al edificio de la UAC, preguntándose si realmente estaba preparada para encontrarse con todos. No había dormido en toda la noche y estaba extremadamente cansada. La sensación de terror que no la había dejado dormir la noche anterior había agotado toda su adrenalina. Ahora se sentía vacía.

      Riley respiró profundamente.

      Lo único que puedo hacer es afrontarlo.

      Juntó su coraje y entró en el laberinto de agentes, especialistas y personal de apoyo del FBI. Mientras caminó por la zona abierta, caras conocidas levantaron la mirada de sus computadoras. La mayoría sonrieron al verla y algunos levantaron su pulgar, dándole ánimo. Riley empezó a sentirse contenta por haber decidido venir a trabajar. Necesitaba algo que le levantara el ánimo.

      “Excelente trabajo con el Asesino de las Muñecas”, dijo un agente joven.

      Le tomó a Riley un par de segundos comprender lo que quería decir. Entonces entró en cuenta que el “Asesino de las Muñecas” debía ser el nuevo apodo para Dirk Monroe, el psicópata que acababa de derrotar. El nombre tenía sentido.

      Riley también notó que algunas personas la miraban cautelosamente. Sin duda habían oído sobre el incidente en su casa de la noche anterior, cuando todo un equipo había corrido a ayudarla luego de su llamada frenética. Probablemente se preguntarán si estoy fuera de mis cabales, pensó. Lo que sabía era que absolutamente nadie en la Agencia creía que Peterson todavía estaba vivo.

      Riley se detuvo en el escritorio de Sam Flores, un técnico de laboratorio con anteojos de montura negra, que estaba trabajando en su computadora.

      “¿Qué noticias tienes para mí, Sam?”, dijo Riley.

      Sam levantó la mirada de la pantalla.

      “Me estás hablando de tu entrada forzada, ¿cierto? Estoy ojeando algunos informes preliminares. Me temo que no habrá mucho. Los chicos de laboratorio no encontraron nada en las piedritas, ni ADN ni fibras. Tampoco encontraron huellas”.

      Riley suspiró con desaliento.

      “Hazme saber si cambia algo”, dijo Riley, dándole una palmadita en la espalda.

      “No te ilusiones”, dijo Flores.

      Riley continuó al área compartida por los agentes superiores. Cuando caminó por las pequeñas oficinas con paredes de cristal, vio que Bill no había llegado todavía. Realmente era un alivio, pero sabía que tarde o temprano tendrían que aclarar la incomodidad reciente que había entre ellos.

      Cuando entró en su oficina limpia y bien organizada, Riley notó inmediatamente que tenía un mensaje telefónico. Era de Mike Nevins, el psiquiatra forense de DC que a veces consultaba en ciertos casos de la UAC. A lo largo de los años, ella lo había considerado una fuente de intuición notable, y no sólo en los casos. Mike había ayudado a Riley a superar su propio TEPT después de su captura y tortura a manos de Peterson. Sabía que la estaba llamado para ver cómo estaba, como de costumbre.

      Estaba a punto de devolverle la llamada cuando la figura ancha del Agente Especial Brent Meredith apareció en su puerta. Las características negras y angulares del comandante de la unidad insinuaban su personalidad firme y sensata. Riley se sintió aliviada al verlo, su presencia siempre la tranquilizaba.

      “Bienvenida, Agente Paige”, dijo.

      Riley se puso de pie para estrechar su mano. “Gracias, Agente Meredith”.

      “Oí que tuviste otra pequeña aventura anoche. Espero que estés bien”.

      “Estoy bien, gracias”.

      Meredith la miró con preocupación genuina y Riley sabía que estaba tratando de evaluar qué tan preparada estaba para trabajar.

      “¿Quieres acompañarme al área de descanso para tomarnos un café?”, preguntó.

      “Gracias, pero hay algunos archivos que necesito revisar. En otra ocasión”.

      Meredith asintió y se quedó callado. Riley sabía que estaba esperando que hablara. Sin duda también había oído que ella creía que Peterson había sido el intruso. Le estaba dando una oportunidad de expresar su opinión. Pero estaba segura de que Meredith no estaría de acuerdo con ella, como los demás.

      “Bueno, mejor me voy”, dijo. “Me avisas cuando puedas tomarte un café o ir a almorzar conmigo”.

      “Lo haré”.

      Meredith hizo una pausa y se volvió hacia Riley.

      Lentamente y con cuidado, dijo, “Ten cuidado, Agente Paige”.

      Riley detectó un mundo de significado en esas dos palabras. Hace poco otro cabecilla de la Agencia la había suspendido por insubordinación. Había sido reintegrada, pero su cargo todavía podía estar en la cuerda floja. Riley sintió que Meredith le estaba dando una advertencia amistosa. No quería que se perjudicara a sí misma. Y armar un escándalo sobre Peterson podría causar problemas con los que dieron por cerrado el caso.

      Tan pronto como se encontró sola en su oficina, Riley fue a su archivador y sacó el archivo grueso sobre el caso de Peterson. Lo abrió en su escritorio y lo ojeó, refrescando su memoria acerca de su némesis. No encontró mucho de ayuda.

      La verdad es que el hombre seguía

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