Una Vez Atraído . Блейк Пирс
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Él sonrió. “Bienvenida a Estados Unidos”, dijo.
“Gracias. Me encanta”.
Él señaló hacia el motor.
“Espera”, dijo. “¿Qué crees que sea eso?”.
La mujer se inclinó para observar más de cerca. Diablito aprovechó el momento y movió la palanca para hacer caer el capó sobre su cabeza.
Luego abrió el capó con la esperanza de no tener que golpearla de nuevo. Por suerte, estaba inconsciente, su rostro y torso estirados sobre el motor.
Miró sus alrededores. No había nadie a la vista. Nadie había visto lo que había sucedido.
Tembló de deleite.
La colocó en sus brazos, notando que su rostro y la parte delantera de su vestido ahora estaban llenos de grasa. Era ligera como una pluma. La llevó a su lado del carro y la extendió en el asiento trasero.
Se sentía seguro que sería perfecta para lo que necesitaba hacer.
*
Justo cuando Meara comenzó a recobrar el conocimiento, fue sacudida por ruido ensordecedor. Parecía una mezcla de todos los ruidos que se podía imaginar. Había gongs, campanas, campanadas, sonidos de pájaros y diversas melodías que parecían provenir de una docena de cajas de música. Todos parecían ser deliberadamente hostiles.
Ella abrió los ojos, pero no vio nada. Su cabeza le dolía demasiado.
“¿Dónde estoy?”, se preguntó.
¿Estaba en alguna parte de Dublín? No, fue capaz de armar la cronología. Había llegado aquí hace dos meses y había comenzado a trabajar de inmediato. Definitivamente estaba en Delaware. Con esfuerzo recordó haberse detenido para ayudar a un hombre con su carro. Luego había sucedido algo. Algo malo.
Pero ¿qué era este lugar, con todo su ruido horrible?
Se dio cuenta que estaba siendo cargada como una niña. Oyó la voz del hombre que la estaba cargando sobre todo el ruido.
“No te preocupes, llegamos a tiempo”.
Sus ojos comenzaron a enfocarse. Vio un número asombroso de relojes de cada tamaño, forma y estilo concebible. Vio enormes relojes de pie flanqueados por relojes más pequeños, algunos de ellos relojes cucú, otros con pequeñas personas mecánicas. Había relojes aún más pequeños en los estantes.
“Todos están sonando la hora”, pensó.
Pero no pudo distinguir el número de campanadas entre todo el ruido.
Volvió la cabeza para ver quién la llevaba. Él estaba mirándola. Sí, era él, el hombre que le había pedido ayuda. Había sido un tonta en detenerse por él. Había caído en su trampa. ¿Y qué haría con ella ahora?
Sus ojos se desenfocaron de nuevo cuando los relojes dejaron de sonar. No podía mantenerlos abiertos. Sentía que estaba perdiendo el conocimiento de nuevo.
“Tengo que quedarme despierta”, pensó.
Oyó un golpeteo metálico, luego sintió cuando el hombre la colocó suavemente en una superficie fría y dura. Hubo otro traqueteo, seguido de pasos y finalmente el sonido de una puerta abriéndose y cerrándose. Los relojes seguían sonando.
Entonces oyó un par de voces femeninas.
“Está viva”.
“Pobre de ella”.
Las voces eran silenciosos y roncas. Meara logró abrir los ojos de nuevo. Vio que el piso era de hormigón gris. Se volvió dolorosamente y vio tres formas humanas sentadas en el suelo cerca de ella. O al menos pensaba que eran humanas. Parecían ser niñas o adolescentes, pero eran cadavéricas, poco más que esqueletos, podía ver sus huesos claramente bajo su piel. Una parecía estar apenas consciente, su cabeza colgando hacia adelante y sus ojos mirando el piso gris. Le recordaban de las fotos que había visto de los presos de los campos de concentración.
¿Todavía estaban vivas? Sí, tenían que estar vivas. Las había oído hablar.
“¿Dónde estamos?”, preguntó Meara.
Apenas oyó la respuesta.
“Bienvenida al infierno”, dijo una de ellas.
CAPÍTULO UNO
Riley Paige no vio el primer puñetazo. Aún así, sus reflejos respondieron bien. Sintió que el tiempo se detuvo cuando el primer golpe se acercó a su abdomen. Ella lo evadió perfectamente. Un gancho de la izquierda se acercó a su cabeza. Ella saltó a un lado y lo esquivó. Cuando él cerró con un golpe final a su cara, subió la guardia y tomó el golpe con sus guantes.
Luego el tiempo reanudó su ritmo normal. Ella sabía que la combinación de golpes había llegado en menos de dos segundos.
“Excelente”, dijo Rudy.
Riley sonrió. Rudy estaba esquivándola ahora, más que preparado para sus golpes. Riley hizo lo mismo, moviéndose de arriba abajo, tratando de mantenerlo en constante adivinación.
“No tienes que apresurarte”, dijo Rudy. “Piénsalo bien. Considéralo un juego de ajedrez”.
Sintió una punzada de molestia mientras seguía moviéndose. Se la estaba poniendo fácil. ¿Por qué tenía que ponérsela fácil?
Pero ella sabía que esto era así. Esta era su primera vez en el ring de combate con un oponente real. Hasta ahora había estado probando sus combinaciones en un saco. Tenía que recordar que apenas era una principiante en esta modalidad de combate. Realmente era mejor no apresurarse.
Había sido idea de Mike Nevins intentar el sparring. El psiquiatra forense que ayudaba al FBI también era buen amigo de Riley. La había ayudado a superar muchas de sus crisis personales.
Recientemente se había quejado con Mike, contándole que tenía problemas para controlar sus impulsos agresivos. Perdía los estribos frecuentemente. Se sentía tensa.
“Prueba el sparring”, le había dicho Mike. “Es una buena forma de desahogarse”.
Ahora mismo se sentía bastante segura de que Mike tenía razón. Se sentía bien tener que actuar rápidamente, tener que enfrentarse a amenazas reales en lugar de las imaginarias, y era relajante enfrentarse a amenazas que no eran realmente mortales.
Unirse a un gimnasio que la alejaba un poco de la oficina central de Quántico también había sido una buena decisión. Pasaba demasiado tiempo allí. Este era un cambio agradable.
Pero se había distraído por mucho tiempo. Y podía ver en los ojos de Rudy que se estaba preparando para otro ataque.
Eligió mentalmente su próxima combinación. Se acercó bruscamente a él para su ataque. Su primer golpe fue un gancho de izquierda que él esquivó. Respondió con