Una Vez Atraído . Блейк Пирс

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Una Vez Atraído - Блейк Пирс страница 7

Una Vez Atraído  - Блейк Пирс Un Misterio de Riley Paige

Скачать книгу

la voz de Jilly.

      “Hola, agente Paige”.

      “¿Cuántas veces debo decirte que no me llames así?”.

      “Lo siento. Hola, Riley”.

      Riley dejó escapar una risita.

      “Hola, Jilly. ¿Cómo te has sentido?”.

      “Supongo que bien”.

      En ese momento cayó un silencio.

      “Una adolescente típica”, pensó Riley. Siempre era difícil hacer que Jilly hablara.

      “¿Qué haces?”, preguntó Riley.

      “Me acabo de despertar”, dijo Jilly, sonando un poco aturdida. “Voy a desayunar”.

      Riley luego se acordó que era más temprano en Phoenix.

      “Siento llamarte tan temprano”, dijo Riley. “Sigo olvidando la diferencia horaria”.

      “No te preocupes. Más bien es amable de tu parte el llamarme”.

      Riley oyó un bostezo.

      “¿Irás a la escuela hoy?”, preguntó Riley.

      “Sí. Nos dejan salir todos los días de la prisión para hacer eso”.

      Era un chiste constante de Jilly el comparar el refugio a una prisión. A Riley no le parecía muy gracioso.

      Riley dijo: “Bueno, voy a dejarte desayunar y prepararte”.

      “Oye, espera un momento”, dijo Jilly.

      Hubo un momento de silencio. Riley pensó que oyó a Jilly sofocar un sollozo.

      “Nadie me quiere, Riley”, dijo Jilly. Ahora estaba llorando. “Las familias de acogida siguen escogiendo a otras. No les gusta mi pasado”.

      Riley estaba atónita.

      “¿Su 'pasado'?”, pensó. “Dios, ¿cómo podría una niña de trece años tener un 'pasado'? ¿Qué le pasa a la gente?”.

      “Lo siento”, dijo Riley.

      Jilly habló dificultosamente a través de sus lágrimas.

      “Es como... bueno, ya sabes, es...Riley, parece como si fueras la única persona a la cual le importo”.

      La garganta de Riley le dolía y sus ojos le ardían. No podía responder.

      Jilly dijo: “¿Podría irme a vivir contigo? No sería mucha molestia. Tienes una hija, ¿cierto? Ella podría ser como mi hermana. Podríamos cuidarnos. Te extraño”.

      Riley no podía hablar.

      “No...No creo que eso sea posible, Jilly”.

      “¿Por qué no?”.

      Riley se sintió devastada. La pregunta fue como un golpe en la cara.

      “Solo... no es posible”, dijo Riley.

      Todavía podía oír a Jilly llorando.

      “Está bien”, dijo Jilly. “Tengo que ir a desayunar. Adiós”.

      “Adiós”, dijo Riley. “Llamaré de nuevo pronto”.

      Oyó un clic cuando Jilly finalizó la llamada. Riley se inclinó sobre su escritorio con lágrimas corriendo por sus mejillas. La pregunta de Jilly seguía haciendo eco en su cabeza...

      “¿Por qué no?”.

      Había miles de razones. Ya estaba bastante ocupada con April. Su trabajo consumía demasiado de su tiempo y energía. ¿Y estaba preparada para lidiar con las cicatrices psicológicas de Jilly? Obviamente no.

      Riley se secó las lágrimas y se sentó derecha. Caer en la autocompasión no ayudaría en nada. Ya era el momento de volver al trabajo. Niñas estaban siendo asesinadas, y ellas la necesitaban.

      Ella cogió la carpeta y la abrió. ¿Era el momento de volver al campo de juego?

      CAPÍTULO TRES

      Diablito estaba sentado en el columpio del porche viendo a los niños pasar en sus disfraces de Halloween. Generalmente disfrutaba esta época del año. Pero le pareció una ocasión agridulce esta vez.

      “¿Cuántos de estos niños estarán vivos en unas semanas?”, se preguntaba.

      Él suspiró. Probablemente ninguno de ellos. La fecha límite estaba cerca y nadie le estaba prestando atención a sus mensajes.

      Las cadenas del columpio estaban chirriando. Estaba lloviendo ligeramente, y esperaba que los niños no se enfermaran. Tenía una cesta de dulces en su regazo, y estaba siendo bastante generoso. Se estaba haciendo tarde, y pronto no habría más niños.

      En la mente de Diablito, abuelo aún se estaba quejando, a pesar de haber muerto hace años. Y no importaba que Diablito era un adulto ahora, nunca estaba libre de ese viejo.

       “Mira a ese con la capa y la máscara de plástico negra”, dijo el abuelo. “Eso ni siquiera puede llamarse un disfraz”.

      Diablito esperaba que él y el abuelo no estuvieran a punto de tener otra pelea.

      “Él está disfrazado de Darth Vader, abuelo”, dijo.

      “No importa quién demonios se supone que es. Es un disfraz barato que fue comprado en una tienda. “Yo siempre hacía tus disfraces para Halloween”.

      Diablito recordaba esos disfraces. Para convertirlo en una momia, abuelo lo había envuelto en sábanas rotas. Para convertirlo en un caballero en armadura brillante, abuelo le había puesto cartulina cubierta con papel de aluminio, y él había llevado una lanza hecha con un palo de escoba. Los disfraces del abuelo siempre eran creativos.

      Aún así, Diablito no recordaba esos Halloween con cariño. Abuelo siempre maldecía y se quejaba mientras le colocaba esos trajes. Y cuando Diablito llegaba a casa luego de terminar de recoger dulces... Diablito se sintió como un niño pequeño en ese momento. Sabía que el abuelo siempre tenía razón. Diablito no siempre entendía el por qué, pero eso no importaba. El abuelo tenía razón, y él estaba equivocado. Así eran las cosas. Así es como siempre habían sido las cosas.

      Diablito se había sentido aliviado cuando ya se había hecho demasiado mayor para seguir recogiendo dulces. Desde entonces, había estado libre para sentarse en el porche dándoles caramelos a los niños. Se sentía feliz por ellos. Le alegraba que estuvieran disfrutando de su infancia, aunque él no había disfrutado de la suya.

      Tres niños subieron hasta el porche. Un niño estaba disfrazado de El Hombre Araña, una chica de Gatúbela. Se veían como de nueve años de edad. El disfraz del tercer niño hizo a Diablito sonreír. Una niña de siete años llevaba un traje de abejorro.

      “¡Dulce

Скачать книгу