Un Rastro de Muerte . Блейк Пирс

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Un Rastro de Muerte  - Блейк Пирс Un Misterio Keri Locke

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que los técnicos hagan su magia.

      Keri miró a Rivers y dijo: —¿Cuál es su contraseña, Denton?

      El chico se burló de ella. —No lo sé.

      Por la expresión sombría de Keri comprendió que ella no le creía.

      —Voy a repetir la pregunta de nuevo, con toda cortesía. ¿Cuál es su contraseña?

      Después de vacilar, el chico se decidió a decirlo: —Miel.

      Dirigiéndose a Ray, Keri dijo: —Hay un cobertizo en la parte de atrás. Voy a revisarlo.

      Los ojos de River apuntaron rápidamente hacia esa dirección pero no dijo nada.

      Afuera, Keri empleó una pala herrumbrosa para forzar el candado que cerraba el cobertizo. Un rayo de luz penetraba a través de un agujero en el tejado. Ashley no estaba allí, solo latas de pintura, viejas herramientas, y cualquier cantidad de desechos. Estaba a punto de retroceder cuando notó la pila de matrículas de vehículos sobre una estantería de madera. En un examen más detallado, contó seis pares, todas con pegatinas del año en curso.

      ¿Qué están estas haciendo aquí? Tendremos que meterlas todas en bolsa.

      Ella se volteó y estaba por salir cuando una súbita brisa cerró de golpe la puerta oxidada, bloqueando la mayor parte de la luz que entraba en el cobertizo. Arrojada a la semioscuridad, Keri sintió claustrofobia.

      Tomó una gran bocanada de aire, luego otra. Trató de normalizar su respiración cuando la puerta se abrió con un crujido, permitiendo que entrara de nuevo algo de luz.

      Esto debe haber sido como lo que le pasó a Evie. Sola, arrojada a la oscuridad, confundida. ¿Es esto lo que mi pequeña tuvo que encarar? ¿Fue esta su pesadilla en vivo?

      Keri refrenó una lágrima. Ella se había imaginado cientos de veces a Evie encerrada en un sitio remoto como este. La próxima semana se cumplirían cinco años desde que ella desapareció. Pasar ese día iba a ser muy difícil.

      Mucho había pasado desde entonces: la lucha para mantener su matrimonio a flote mientras sus esperanzas se desvanecían, el inevitable divorcio de Stephen, el año “sabático” de su profesorado en criminología y psicología en la Universidad Loyola Marymount, oficialmente destinado para realizar una investigación independiente, pero en realidad motivado por la bebida y las relaciones íntimas con algunos estudiantes, que finalmente habían forzado la mano de la administración.

      A dondequiera que volteara, veía los pedazos rotos de su vida. Había sido forzada a encarar su último fallo: su incapacidad para encontrar a la hija que le había sido robada.

      Keri secó con aspereza las lágrimas de sus ojos y se reprendió a sí misma en silencio.

      Okey, le has fallado a tu hija. No le falles a Ashley también. ¡Ánimo, Keri!

      Ahí mismo en el cobertizo, encendió el teléfono de Ashley, y tecleó la palabra “Miel”. La contraseña funcionó. Al menos Denton fue honesto en una cosa..

      Pulsó Fotos. Había cientos de fotografías, la mayoría de ellas las del tipo acostumbrado: adorables pequeños selfies de Ashley con amigos en la escuela, ella y Denton Rivers juntos, una pocas fotos de Mia. Pero regadas por doquier, la sorprendió ver otras fotos, más extremas.

      Varias habían sido tomadas en un bar vacío o alguna especie de club, claramente antes o después de su horario de atención, con Ashley y sus amigos visiblemente embriagados en modo de fiesta salvaje, disparándole a las cervezas, levantando sus faldas y mostrando sus tangas. En algunas había yerba en pipas o en pitillo.Había un tiradero de botellas.

      ¿Qué sabía Ashley que tenía acceso a un lugar como ese? ¿Cuando estaba sucediendo? ¿Cuándo Stafford estaba en Washington? ¿Cómo es que su madre no tenía ninguna pista de esto?

      Fueron las fotos con el arma las que realmente capturaron la atención de Keri. De repente estaba al fondo, sobre una mesa, una 9mm SIG, casi invisible, próxima a un paquete de cigarrillos, o encima de un sofá, junto a una bolsa de patatas fritas. En una imagen, Ashley estaba afuera, en algún lugar del bosque, cerca del río, disparándole a unas latas de Coca Cola.

      ¿Por qué? ¿Era solo por diversión? ¿Estaba aprendiendo a protegerse a sí misma? ¿Si eso era así, entonces para qué?

      Interesante era que las fotos de Denton Rivers habían ido disminuyendo considerablemente en los últimos tres meses, paralelamente a otras nuevas de un chico con un impactante atractivo y con una larga, salvaje melena de abundante cabello rubio. En muchas de esas fotografías, este último estaba sin camisa, mostrando sus bien definidos abdominales. Parecía muy orgulloso de ellos. Una cosa era cierta: definitivamente él no era un chico de la secundaria. Se veía como de poco más de veinte.

      ¿Era él quien tenía acceso al bar?

      Ashley había tomado un buen número de fotos eróticas de sí misma. En algunas, ella estaba mostrando su ropa íntima . En otras, mostraba su ropa íntima. En varias, estaba desnuda, excepto por una tanga, en más de una tocándose de manera sugestiva. Las fotos nunca mostraban su rostro pero se trataba definitivamente de Ashley. Keri reconoció su dormitorio. En una imagen podía ver la biblioteca al fondo con el viejo texto de matemáticas que ocultaba su falsa identificación. En otra podía ver el peluche de Ashley al fondo, descansando sobre su almohada pero con su cabeza volteada como si no soportara observar. Keri sintió ganas de vomitar pero se contuvo.

      Regresó al menú principal del teléfono y pulsó Mensajes para ver los mensajes de la chica. Las fotos eróticas de Fotos habían sido enviadas una por una a alguien llamado Walker, aparentemente el tipo de los abdominales. Los mensajes que las acompañaban dejaban poco a la imaginación. A pesar de la conexión especial de Mia Penn con su hija, estaba empezando a parecer que Stafford Penn comprendía a Ashley mucho mejor que la madre.

      Había también un texto para Walker de hacía cuatro días que decía, Formalmente eché a Denton a patadas a la calle. Espero drama. Te haré saber.

      Keri apagó el teléfono y se sentó en la oscuridad del cobertizo, pensando. Cerró sus ojos y dejó que su mente vagara. Una escena se formó en su mente, una tan real como que ella misma podía haber estado allí.

      Era una mañana agradable, soleada, de un domingo septembrino, plena con el infinito de un cielo azul californiano. Estaban en el campo de juegos, ella y Evie. Stephen regresaba esa tarde de una excursión a pie por Joshua Tree. Evie vestía una camiseta color púrpura, pantalones cortos de color blanco, medias blancas con lazos, y zapatos de tenis.

      Tenía una amplia sonrisa. Sus ojos eran verdes. Su cabello era rubio y ondulado, agarrado en colitas. Su incisivo superior estaba partido, era un diente definitivo, no de leche, así que necesitaría que se lo arreglaran en algún momento. Pero cada vez que Keri sacaba el tema, Evie entraba en pánico, así que aún no la había llevado.

      Keri se sentó en el césped, con los pies descalzos, y los papeles regados en torno a ella. Estaba preparando sus notas para una intervención que haría a la mañana siguiente en la Conferencia de Criminología de California. Contaba incluso con un conferencista invitado, un detective del Departamento de Policía de Los Ángeles llamado Raymond Sands a quien ella había consultado en unos pocos casos.

      —Mami, ¡vayamos a por algo de yogurt congelado!”

      Keri

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