La Esfera de Kandra . Морган Райс
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Читать онлайн книгу La Esfera de Kandra - Морган Райс страница 11
Oliver esperaba, el estómago se le retorcía ante la expectación.
Finalmente, la Sra. Belfry se tocó la barbilla.
—¿Puedo ver esa brújula tuya?
Él la sacó de su mochila y se la pasó. Ella la examinó muy lentamente. A continuación, se animó mucho de repente.
—Yo he visto una de estas, una vez…
—¿Ah, sí?
—Sí. Pertenecía al Profesor Ruiseñor, de Harvard. Un antiguo profesor mío. El hombre más brillante que he conocido.
Su emoción era evidente. Oliver observaba mientras ella se levantaba de la silla de un salto e iba a toda prisa hacia las estanterías. Sacó un libro de texto y se lo pasó.
Oliver miró el libro con curiosidad. Leyó la portada. La teoría del viaje a través del tiempo. Se quedó sin aliento y alzó rápidamente la mirada hacia la de ella.
—No… no lo entiendo.
La Sra. Belfry volvió a sentarse de nuevo.
—La especialidad del Profesor Ruiseñor era la física –haciendo hincapié en el viaje a través el tiempo.
A Oliver le daba vueltas la cabeza.
—¿Piensa que podría ser un vidente? ¿Cómo yo?
Él pensaba que no había otros videntes en su línea de tiempo. Pero quizás este Profesor Ruiseñor lo era. Quizá por eso la brújula lo había guiado hacia la Sra. Belfry en primer lugar.
—Siempre que me enseñaba nuevos inventores, hablaba como si los conociera personalmente —Se llevó la mano a la boca y negó con la cabeza incrédula—. Pero ahora me doy cuenta de que en realidad era así. ¡Debe haber viajado en el tiempo para conocerlos!
Oliver se sentía abrumado. Su corazón empezó a latir incontroladamente. Pero la Sra. Belfry le puso la mano encima de la suya, consolándolo.
Oliver —dijo suavemente—, creo que tienes que conocerlo. Creo que el camino hacia tus padres y hacia tu destino pasa por él.
En cuanto lo hubo dicho, la Sra. Belfry dijo con la voz entrecortada:
—Oliver, mira.
Justo entonces, Oliver vio que las manecillas de la brújula se estaban moviendo. Una señalaba hacia el símbolo de una hoja de olmo. La segunda señalaba hacia un símbolo que parecía un pájaro. La tercera continuaba en la imagen de un birrete.
Los ojos de Oliver se abrieron como platos por la sorpresa.
Señaló a la hoja de olmo.
—Boston —Después al pájaro—. Ruiseñor —Y finalmente al birrete—. Profesor —Sintió una gran emoción repentina en el pecho—. Tiene razón. Tengo que ir a Boston. Conocer al Profesor Ruiseñor. Él tiene la siguiente pista.
La Sra. Belfry garabateó algo rápido en su libreta y arrancó la página.
—Toma. Aquí es donde vive.
Oliver cogió el papel y miró la dirección de Boston. ¿Era esta la siguiente pieza del rompecabezas en su misión? ¿El Profesor Ruiseñor era otro vidente?
Dobló cuidadosamente el papel y se lo metió en el bolsillo, de repente ansioso por empezar su viaje. Se levantó dando un salto.
—Espera —dijo la Sra. Belfry—. Oliver. El libro —El libro de viajes del Profesor Ruiseñor estaba encima de la mesa—. Cógelo —añadió—. Quiero que lo tengas tú.
—Gracias —dijo Oliver, sintiéndose conmovido y agradecido. La Sra. Belfry realmente era la mejor profesora no vidente que había tenido.
Cogió el libro y se dirigió hacia la puerta. Pero cuando llegó a ella, oyó que la Sra. Belfry gritaba.
—¿Volverás alguna vez?
Él se detuvo y la miró.
—No lo sé.
Ella le respondió sintiendo triste con la cabeza.
—Bueno, si esto es un adiós, lo único que queda por decir es buena suerte. Espero que encuentres lo que estás buscando, Oliver Blue.
Oliver sentía una profunda gratitud en su corazón. Sin la Sra. Belfry, probablemente no hubiera sobrevivido a esos tristes primeros días en Nueva Jersey.
—Gracias, Sra. Belfry. Gracias por todo.
Oliver salió corriendo de la clase, ansioso por coger el primer tren hacia Boston para conocer al Profesor Ruiseñor. Pero si iba a marcharse de Nueva Jersey para siempre, primero tenía que hacer una cosa.
Los abusones.
Era la hora de comer.
Y él tenía una injusticia más que enmendar en el mundo.
*
Bajó a toda prisa las escaleras, el olor de las patatas fritas grasientas subía flotando del comedor. La Sra. Belfry y él habían estado hablando tanto tiempo que ya era la hora de comer.
«Perfecto» —pensó Oliver.
Se dirigió al comedor. Estaba lleno de estudiantes y había muchísimo ruido. Vio a Paul y a Samantha, sus torturadores de la clase de ciencias. Estos miraron hacia él y empezaron a señalar y a susurrar. Se giraron otros chicos, que también se reían de él. Vio a los chicos que le lanzaban pelotas en el patio. Los chicos de la clase del Sr. Portendorfer que disfrutaban con la insistencia del viejo profesor gruñón de llamarle Óscar.
Oliver echó un vistazo hasta encontrar a su objetivo: Chris y sus amigos. Estos eran los chicos que lo habían perseguido durante la tormenta. Que lo habían acosado hasta un cubo de la basura. Que le habían llamado bicho raro, rarito y un montón de cosas horribles.
Ellos también lo vieron. La chica odiosa que llevaba el pelo en unas austeras trenzas empezó a sonreír. Dio un codazo al chico larguirucho y pecoso que había mirado con regocijo mientras Chris tenía a Oliver en una llave de cabeza. Hasta donde ellos sabían, el día anterior habían perseguido a Oliver durante una tormenta, obligándole a esconderse en un cubo de basura. Verlos sonreír hizo que apretara los dientes en una repentina ola de furia.
Chris también levantó la mirada. Cualquier rastro del miedo que había mostrado hacia Oliver cuando estaban en su comedor había desaparecido, ahora que estaba rodeado por sus amigos abusones.
Incluso desde la otra punta del comedor, Oliver pudo leer en los labios de Chris sus palabras mientras les decía a sus amigos:
—Oh, mirad, es la rata ahogada.
Oliver concentró toda su atención en su mesa. A continuación, accedió a sus poderes