Una Joya para La Realeza . Морган Райс
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Читать онлайн книгу Una Joya para La Realeza - Морган Райс страница 3
Sofía asintió. Después lo abrazó. Parecía muy natural hacerlo, muy evidente. Lo abrazó fuerte, como si soltarlo significara que desaparecería de golpe. Aun así, tuvo que apartarse, aunque solo fuera para que ambos pudieran respirar.
—Yo hace poco que descubrí tu nombre, y el de Catalina —dijo. Para sorpresa de Sofía, Sienne se frotaba contra sus piernas, el gato del bosque se enroscó cerca de él antes de volver a ella—. Mis tutores me contaron cuando llegué a la mayoría de edad. Cuando recibí vuestro mensaje, vine tan rápido como pude. Unos amigos en las Tierras de la Seda me prestaron un barco.
Parecía que su hermano tenía amigos influyentes. Pero esto todavía no respondía su mayor pregunta.
—¿Cómo puedo tener un hermano? —preguntó ella—. Yo no te recuerdo. No vi tu cuadro en ningún lugar en Monthys.
—Yo estaba… escondido —dijo Lucas—. Nuestros padres sabían que nuestra paz con la Viuda era frágil y no resistiría un hijo. Hicieron que corriera la voz de que yo había muerto.
Sofía sintió que se tambaleaba un poco. Sintió la mano de Jan sobre su brazo, el contacto de su primo la sujetó.
—¿Estás bien? —preguntó—. El niño…
«¿Estás embarazada?» —De nuevo sonó diferente a cuando otra persona con una pizca de poder se ponía en contacto con su mente. Sonaba familiar. De algún modo, sonaba bien. Parecía como estar en casa.
«Sí» —le mandó Sofía con una sonrisa—. «Pero por ahora deberíamos hablar en voz alta».
Ella no sabía si Jan se había enterado de que su hermano tenía unos poderes parecidos a los de ella, pero ahora lo sabía. Parecía justo advertirlo de eso y darle la oportunidad de guardar los pensamientos.
«Y hay cosas que nosotros deberíamos saber» —dijo Jan. Parecía desconfiado de un modo que Sofía no lo era, tal vez porque no había sentido esa contacto con la mente—. ¿Cómo sabemos que eres quien dices ser?
—¿Tú eres Jan Skyddar, el hijo de Lars Skyddar? —dijo Lucas—. Mis tutores me lo enseñaron todo sobre ti, aunque me advirtieron de no ponerme en contacto contigo a no ser que estuviera preparado. Dijeron que sería peligroso. Quizás tenían razón.
—Él es mi hermano, Jan —dijo Sofía. Alargó el brazo que Jan no sujetaba hacia el de Lucas—. Puedo sentir sus poderes y… bueno, míralo.
—Pero no hay ningún registro sobre él —insistió Jan—. Oli lo hubiera mencionado si realmente hubiera un hijo de los Danse. A ti y a Catalina os mencionó bastante.
—Parte de esconderme era esconder los rastros de mí —dijo Lucas—. Supongo que dicen que morí de bebé. No te culpo por no creerme.
Sofía culpaba un poco a Jan, a pesar de que lo entendía. Ella quería que esto fuera bien. Quería que todo el mundo aceptara a su hermano.
—Lo llevaremos al castillo —dijo Sofía—. Si alguien sabrá sobre esto es mi tío.
Jan pareció aceptarlo y se dispusieron a dirigirse de vuelta a Ishjemme, pasando por delante de las casas de madera y los árboles que crecían entre ellas. Para Sofía, la presencia de Lucas le encajaba de algún modo, como si un fragmento de su vida que no sabía que le faltaba había vuelto de alguna manera.
—¿Cuántos años tienes? —preguntó Sofía.
—Dieciséis —dijo. Eso lo situaba entre ella y Catalina, no era el primogénito, pero el chico mayor. Sofía podía entender cómo eso hubiera hecho peligrar las cosas en el reino de la Viuda. Pero que Lucas marchara no los había mantenido a salvo, ¿no?
—¿Y has estado viviendo en las Tierras de la Seda? —preguntó Jan. Había una nota de interrogatorio en ello.
—Allí y en un par de lugares de sus islas periféricas —respondió Lucas. Le mandó una imagen a Sofía de una casa que era de lujo pero sosa, las habitaciones se dividían con sedas en lugar de paredes sólidas—. Pensaba que era normal crecer educado por tutores. ¿Fue así para vosotras?
—No exactamente. —Sofía dudó por un momento y después le mandó una imagen de la Casa de los Abandonados. Vio que Lucas, su hermano, apretaba la mandíbula.
—Las mataré —prometió y tal vez su intensidad mejoró las cosas con Jan, pues su primo asintió también con el sentimiento.
—Catalina te ganó a eso —le aseguró Sofía—. Te gustará.
—Por lo que decís, mejor espero gustarle yo a ella —contestó.
Sofía no tenía ninguna duda de eso. Lucas era su hermano, y Catalina lo vería tan claro como ella. Por lo que veía, los dos también encajaban bien. No eran los polos opuestos que ella y Catalina a menudo parecían ser.
—Si crecisteis… allí —dijo Lucas—, ¿cómo llegasteis hasta aquí, Sofía?
—Es una historia larga y complicada —le aseguró Sofía.
Su hermano encogió los hombros.
—Bueno, parece que hay un largo camino de vuelta al castillo y a mí me gustaría saberlo. Parece que ya me he perdido demasiado de vuestra vida.
Sofía hizo todo lo que pudo, exponiéndolo trozo a trozo, desde que escaparon de la Casa de los Abandonados, hasta que se infiltró en el palacio, se enamoró de Sebastián, tuvo que marcharse, la volvieron a capturar…
—Parece que habéis pasado mucho —dijo Lucas—. Y aún no has empezado a contarme cómo todo esto os llevó a terminar aquí.
—Había una artista: Laurette van Klett.
—¿La que te pintó con la marca de los contratados incluida? —dijo Lucas. Parecía que ya la había colocado en la misma categoría que los demás que la habían martirizado y Sofía no quería eso.
—Ella pinta lo que ve —dijo Sofía. Esa era una persona de su viaje por la que no sentía ninguna rabia—. Y vio el parecido entre mi madre y yo en un cuadro. Sin eso, no hubiera sabido por dónde empezar a buscar.
—Entonces todos le debemos nuestra gratitud —dijo Jan—. ¿Y tú, Lucas? Antes hablaste de tutores. ¿En qué te instruyeron? ¿Para convertirte en qué te educaron?
De nuevo, Sofía tuvo la sensación de que su primo estaba intentando protegerla de su hermano.
—Me enseñaron idiomas y política, a luchar y por lo menos los principios de cómo usar los talentos que todos nosotros tenemos —explicó Lucas.
—¿Te enseñaron a ser un rey a la espera? —preguntó Jan.
Ahora Sofía entendía parte de su preocupación. Pensaba que Lucas estaba allí para intentar apartarla. Aunque sinceramente, sospechaba que su primo estaba más preocupado de lo que estaba ella. De hecho, ella no había pedido que la llamaran a ser la heredera del trono del reino de la Viuda.
—¿Piensas que estoy aquí para reclamar el trono? —preguntó