Una Joya para La Realeza . Морган Райс
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—Eso solo importa si lo descubre —dijo el guardia, aplastando las manos de Sebastián con el garrote casi con indiferencia. Sebastián hizo una mueca de dolor, pero consiguió hacerse con el garrote y tirar del hombre para que se acercara, llevando las manos a su cinturón.
No fue una buena estrategia. Al fin y al cabo, el hombre iba armado y Sebastián estaba atrapado en una celda reducida, sin la capacidad de sortearlo o evitarlo. El guardia le golpeó con su mano libre y, después, le clavó su garrote en la barriga. Sebastián sentía que se le escapaba el aire a toda prisa. Cayó sobre sus rodillas.
—Nobles arrogantes —espetó el hombre, escupiendo al suelo al lado de Sebastián—. Piensas que todo se solucionará para ellos, intenten lo que intenten. Bueno, no será así. Tu madre no vendrá a por ti, tú no vas a salir de aquí y yo estaré justo aquí cuando tu hermano decida empezar a cortarte en trocitos.
Volvió a golpear a Sebastián con el garrote y, a continuación, se alejó en la oscuridad. Sebastián oyó el ruido de un cerrojo.
Entonces no le importaba el dolor, a pesar de que corría por sus costillas como el fuego. No se preocupaba por sí mismo, o por lo que Ruperto pudiera hacer, o por lo que podría estar sucediendo ahora para dejar que todo esto tuviera lugar. Incluso así, los pensamientos de Sebastián estaban en Sofía, en Ishjemme y en su hijo.
¿Cómo de avanzado estaría ahora su embarazo? Lo suficientemente avanzado como para ser visible; lo suficientemente avanzado que no pasaría mucho tiempo hasta que naciera su hijo. Sebastián no podía soportar el pensamiento de que podría perderse ese momento, podría perderse los primeros lloros de su hijo en el frío aire del ducado. No podía soportar el pensamiento de que ahora no estaba con Sofía, a su lado y protegiéndola de cualquier daño que el mundo intentara arrojarle. No tenía ninguna duda de que, una vez se enterara de que vivía, quienquiera que había intentado matarla lo intentaría de nuevo. Sebastián tenía que estar allí para pararlo, costara lo que costara.
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