El Criterio. Jaime Luciano Balmes

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El Criterio - Jaime Luciano Balmes

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ó menor conocimiento de los objetos que trata ó maneja. Pero este conocimiento ha de ser práctico, ha de abrazar tambien los pormenores de la ejecucion, que son pequeñas verdades, por decirlo así, de las cuales no se puede prescindir, si se quiere lograr el objeto. Estas pequeñas verdades son muchas en todas las profesiones; bastando para convencerse de ello, el oir á los que se ocupan aun en los oficios mas sencillos. ¿Cuál será pues el mejor agricultor? El que mejor conozca las calidades de los terrenos, climas, simientes y plantas; el que sepa cuáles son los mejores métodos é instrumentos de labranza, y que mejor acierte en la oportunidad de emplearlos; en una palabra, el que conozca los medios mas á propósito para hacer que la tierra produzca con poco coste, mucho, pronto y bueno. El mejor agricultor será pues el que conozca mas verdades relativas á la práctica de su profesion. ¿Cuál es el mejor carpintero? El que mejor conoce la naturaleza y calidades de las maderas, el modo particular de trabajarlas, y el arte de disponerlas del modo mas adaptado al uso á que se destinan. Es decir, que el mejor carpintero será aquel que sabe mas verdades sobre su arte. ¿Cuál será el mejor comerciante? El que mejor conozca los géneros de su tráfico, los puntos de donde es mas ventajoso traerlos, los medios mas á propósito para conducirlos sin deterioro, con presteza y baratura, los mercados mas convenientes para expenderlos con celeridad y ganancia: es decir aquel que posea mas verdades sobre los objetos de comercio, el que conozca mas á fondo la realidad de las cosas en que se ocupa.

       Índice

      A todos interesa el pensar bien.

      Échase pues de ver que el arte de pensar bien no interesa solamente á los filósofos, sino tambien á las gentes mas sencillas. El entendimiento es un don precioso que nos ha otorgado el Criador, es la luz que se nos ha dado para guiarnos en nuestras acciones; y claro es que uno de los primeros cuidados que debe ocupar al hombre es tener bien arreglada esta luz. Si ella falta nos quedamos á oscuras, andamos á tientas; y por este motivo es necesario no dejarla que se apague. No debemos tener el entendimiento en inaccion, con peligro de que se ponga obtuso y estúpido; y por otra parte, cuando nos proponemos ejercitarle y avivarle, conviene que su luz sea buena para que no nos deslumbre, bien dirigida para que no nos extravie.

       Índice

      Cómo se debe enseñar á pensar bien.

      El arte de pensar bien no se aprende tanto con reglas como con modelos. A los que se empeñan en enseñarle á fuerza de preceptos y de observaciones analíticas, se los podria comparar con quien emplease un método semejante para enseñar á los niños á hablar ó andar. No por esto condeno todas las reglas; pero sí sostengo que deben darse con mas parsimonia, con ménos pretensiones filosóficas, y sobre todo de una manera sencilla, práctica: al lado de la regla el ejemplo. Un niño pronuncia mal ciertas palabras; para corregirle ¿qué hacen sus padres ó maestros? Las pronuncian ellos bien, y hacen que en seguida las pronuncie el niño: «escucha bien como yo lo digo; á ver ahora tú; mira no pongas los labios de esta manera, no hagas tanto esfuerzo con la lengua» y otras cosas por este tenor. He aquí el precepto al lado del ejemplo, la regla y el modo de practicarla[1].

       Índice

       Índice

      Hay medios que nos conducen al conocimiento de la verdad, y obstáculos que nos impiden llegar á él; enseñar á emplear los primeros, y á remover los segundos, es el objeto del arte de pensar bien.

       Índice

      Definicion de la atencion. Su necesidad.

      La atencion es la aplicacion de la mente á un objeto. El primer medio para pensar bien es atender bien. La segur no corta si no es aplicada al árbol, la hoz no siega si no es aplicada al tallo. Algunas veces se le ofrecen los objetos al espíritu sin que atienda; como sucede ver sin mirar, y oir sin escuchar; pero el conocimiento que de esta suerte se adquiere, es siempre lijero, superficial, á menudo inexacto, ó totalmente errado. Sin la atencion estamos distraidos, nuestro espíritu se halla, por decirlo así, en otra parte; y por lo mismo no ve aquello que se le muestra. Es de la mayor importancia adquirir un hábito de atender á lo que se estudia ó se hace; porque, si bien se observa, lo que nos falta á menudo no es la capacidad para entender lo que vemos, leemos ú oimos, sino la aplicacion del ánimo á aquello de que se trata.

      Se nos refiere un suceso, pero escuchamos la narracion con atencion floja, intercalando mil observaciones y preguntas, manoseando ó mirando objetos que nos distraen; de lo que resulta que se nos escapan circunstancias interesantes, que se nos pasan por alto cosas esenciales, y que al tratar de contarle á otros, ó de meditarle nosotros mismos para formar juicio, se nos presenta el hecho desfigurado, incompleto, y así caemos en errores que no proceden de falta de capacidad, sino de no haber prestado al narrador la atencion debida.

       Índice

      Ventajas de la atencion é inconvenientes de su falta.

      Un espíritu atento multiplica sus fuerzas de una manera increible; aprovecha el tiempo atesorando siempre caudal de ideas; las percibe con mas claridad y exactitud; y finalmente las recuerda con mas facilidad, á causa de que con la continua atencion estas se van colocando naturalmente en la cabeza de una manera ordenada.

      Los que no atienden sino flojamente, pasean su entendimiento por distintos lugares á un mismo tiempo; aquí reciben una impresion, allí otra muy diferente, acumulan cien cosas inconexas que léjos de ayudarse mutuamente para la aclaracion y retencion, se confunden, se embrollan y se borran unas á otras. No hay lectura, no hay conversacion, no hay espectáculo, por insignificantes que parezcan, que no nos puedan instruir en algo. Con la atencion notamos las preciosidades y las recogemos; con la distraccion dejamos quizá caer al suelo el oro y las perlas como cosa baladí.

       Índice

      Cómo debe ser la atencion. Atolondrados y ensimismados.

      Creerán algunos que semejante atencion fatiga mucho; pero se equivocan. Cuando hablo de atencion no me refiero á aquella fijeza de espíritu con que este se clava, por decirlo así, sobre los objetos; sino de una aplicacion suave y reposada, que permite hacerse cargo de cada cosa, dejándonos empero con la agilidad necesaria para pasar sin esfuerzo de unas ocupaciones á otras. Esta atencion no es incompatible ni con la misma diversion y recreo, pues es claro que el esparcimiento

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