Segundas oportunidades (Una semana contigo 2). Monica Murphy
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Cómo nos conocimos es un momento vergonzoso de mi pasado. Acababa de salir del instituto y estaba tan impaciente por complacer que solía ver los entrenamientos del equipo, sentada en las bandas al calor del verano con unos pantalones demasiado cortos y un top más corto todavía. Tad, Ty o como se llame, me pidió una cita, yo acepté y terminé chupándosela en su coche en nuestra primera y única cita.
No es uno de los momentos de los que más me enorgullezco. Pero en esa época necesitaba la atención que me dio. Estaba muy necesitada, era muy ingenua.
Claro que el imbécil nunca me llamó. Aunque no habría vuelto a salir con él. Una mamada molesta era más que suficiente, muchas gracias.
—Gracias. —Sonrío y finjo que no lo conozco—. ¿Quiere algo más?
—Sí. —Se acerca. Es alto y ancho, todo músculo, con el cabello oscuro y corto y un brillo repugnante en los ojos. Doy un paso atrás, me agarra del brazo y me acerca a él. Agacha la cabeza con la boca cerca de mi oído—. ¿Qué tal otra mamada más tarde?
Me libero de su agarre con la ira atravesándome tan fuerte que me tiembla el cuerpo.
—Que te jodan —murmuro y me doy la vuelta con su áspera risa siguiéndome mientras me abro paso por la multitud de atletas musculosos que llenan la sala.
Trato de evitar por todos los medios a Drew. Siento sus ojos en mí. Sé que me ve, está mirándome y no quiero acercarme a él. ¿Qué le diría? ¿Qué haría? Tengo ganas de lanzarme a sus brazos y, al mismo tiempo, darle un puñetazo en su perfecta mandíbula cuadrada.
Me pide que lo rescate y luego me abandona. Me dice que me ama en una nota y no responde a mis llamadas ni a mis mensajes. Es un capullo.
Es un gilipollas.
Estoy enamorada de un gilipollas estúpido y, maldita sea, cómo duele admitirlo.
Me sitúo, tomo pedidos, recojo las botellas y los vasos vacíos y pierdo el tiempo con la esperanza de no llegar a la esquina izquierda del fondo. Por fin huyo de la asfixiante sala unos minutos más tarde y me apoyo contra la pared durante un momento, desesperada por coger aire.
No esperaba eso, aunque parte de mí sí. Pensaba que podría dominar la situación cuando volviera a verlo, pero no puedo.
He perdido la esperanza. Odio que no se haya acercado a mí y también agradezco que no lo haya hecho. Probablemente habría reaccionado de forma estúpida. Por ejemplo le habría rogado que me dijera por qué.
Eso es lo único que sigue rondando por mi cabeza mientras estoy en la barra minutos más tarde, esperando que sirvan los pedidos. ¿Por qué me dejó? ¿Por qué ni siquiera me devolvió las llamadas? ¿Por qué no me escribió un mensaje? Eso era lo mínimo que podría haber hecho. Mandarme un mensaje con un simple «Hemos terminado». Le habría dejado marchar. Me habría sentido herida, enfadada y triste, pero podría haberlo sobrellevado.
Habría sido mejor que la forma en que me ha tratado el gilipollas.
«¿Por qué, gilipollas?» Esa podría ser una forma graciosa de enfrentarme a él. Pero conociendo a Drew, saldría corriendo.
Se le da muy bien eso de huir.
Cojo la bandeja llena de bebidas y vuelvo a la fiesta hecha un manojo de nervios y con las rodillas temblando. Los chicos están más alborotados que cuando los dejé hace solo unos minutos, diciéndome un sinfín de cosas, comentarios guarros y en voz alta. Tienen una cuenta abierta; los padres de Logan organizaron la fiesta y nadan en dinero, ya que viven en el condado de Marin y apuesto a que terminarán gastando mi sueldo de dos meses en cuestión de horas.
Qué locura.
—Entonces, Fable. —Es Ty otra vez. He escuchado a alguien llamarlo así, no Tad. Qué bien que me marcara tanto que ni siquiera puedo recordar su nombre—. Le prometí a Logan que le darías un regalo especial de cumpleaños.
Pongo los ojos en blanco y le ofrezco una sonrisa dulce al cumpleañero. No voy a insultarlo. Sus padres están gastando un montón de dinero para que pueda celebrar su cumpleaños como un deportista de fraternidad borracho.
—No hagas promesas que no puedas cumplir, Ty.
Logan se ríe, su mirada nunca me abandona. Se tambalea con los ojos inyectados en sangre y percibo que es bueno y está borracho. Aunque no es de sorprender, teniendo en cuenta que acaba de cumplir veintiuno. Este tipo de celebración de los veintiún años para emborracharse es un ritual en esta zona.
—Le dije que estoy seguro de que podría organizar una mamada solo para él. —Ty sonríe, aunque la sonrisa no le llega a los ojos—. Contigo.
Mi sonrisa se desvanece y da paso a un ceño fruncido. Me entran ganas de golpearle en la cara de petulante a este gilipollas, pero me controlo. Solo llevo una semana trabajando aquí. No puedo cagarla. El sueldo es demasiado bueno. Y el lugar tiene más clase que La Salle.
Aunque lleno de imbéciles borrachos. No puedo escapar de ellos por mucho que lo intente.
—Muy gracioso —comento, tratando de decirlo a la ligera.
Me alejo de ellos, preparada para recoger más vasos y botellas vacías, pero Ty me alcanza y me agarra del brazo. Otra vez. Me para en seco.
Lo miro por encima del hombro y doy un tirón.
—Suéltame.
—Dime que lo vas a hacer. —Su voz es firme; su mirada, fría como el hielo—. Dime que vas a chupársela a Logan. Es su cumpleaños. Lo menos que puedes regalarle es una mamada.
—No. —Trato de liberarme de su agarre, pero parece que me tiene sujeta con tornillos—. Quítame las manos de encima.
—No hasta que prometas que le harás una mamada. Vamos. Como si no se lo hubieras hecho a prácticamente todo el equipo. —Su voz es firme cuando se acerca más a mí—. Dilo, Fable. Di que lo harás.
Me tiemblan las rodillas. Tengo ganas de golpearle en las pelotas. No puedo creer que esté hablándome así. Mirándome como si quisiera destrozarme. ¡Maldito pervertido!
—Ty, deja que se vaya —dice Logan con voz tímida.
—Cállate. —Ty no deja de mirarme e incluso me acerca más a él, aunque me arrastra y hace que me tropiece. No quiero estar cerca de este tío. Me pone los pelos de punta—. Deja de fingir que eres una buena chica, Fable. Todos sabemos que te pones de rodillas y chupas pollas, ¿no es cierto?
Sus palabras me ofenden muchísimo y separo los labios, preparada para decirle de todo cuando, de repente, se me pone la carne de gallina. Soy muy consciente de que alguien está detrás de mí. Siento su calidez, su fuerza. Lo huelo. Limpio y fresco y tan deliciosamente…
Drew.
—Deja que se marche, Ty, antes de que te rompa todos los putos huesos de tu cuerpo —dice en voz baja y amenazadora. No le tocaría las narices si me hablara así. La ira hace que su profunda voz vibre y un escalofrío me recorre la espalda—. Muéstrale a la dama algo de respeto.
Ty me libera con