Segundas oportunidades (Una semana contigo 2). Monica Murphy

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Segundas oportunidades (Una semana contigo 2) - Monica  Murphy Una semana contigo

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sí. Eso estaría muy bien.

      —¿Qué opinas de los nuevos uniformes? —pregunta T.

      Me miro. Los pantalones cortos son demasiado cortos, pero al menos no llevo un vestido, con el que siempre temo que se me vea el culo. Y las camisetas de encaje son demasiado transparentes, pero no creo que esté enseñando descaradamente mis partes. Siempre temo pasar frío, pero estaré toda la noche yendo de un lado para otro como para que eso suceda.

      —Me gustan.

      —A mí también —afirma Jen moviéndose tanto que se coloca a mi lado—. Prefiero los pantalones cortos que los vestidos. Siento que puedo moverme mejor con ellos.

      —Lo mismo digo. —Asiento con la cabeza—. ¿Por qué ha elegido ropa nueva para nosotras? ¿E incluso nos ha dado un pintalabios a juego? —Hacer la pregunta en voz alta me hace ver lo rara que es la situación.

      Es decir, ¿quién hace ese tipo de cosas?

      —Le gusta que parezcamos iguales pero diferentes. Llevar algo de nuestra propia personalidad a nuestro conjunto, ¿sabes? —T nos observa a Jen y a mí—. Sé que os acaban de dar los conjuntos, pero la próxima vez que trabajéis, aseguraos de que añadís algo para darle un toque más enérgico. Personalidad.

      —¿Qué pasa si no puedo permitírmelo? —me veo obligada a decir.

      Soy un hazmerreír. Lo más extravagante que me he regalado es el maldito tatuaje con las iniciales de un hombre que me dejó. ¿Los zapatos caros que llevo? Un regalo de Drew. Los mismos que llevaba la noche de la cena en el club de campo cuando me besó la primera vez.

      El mero recuerdo de sus labios sobre los míos me hace temblar.

      —Fable, puedes ir a una de esas tiendas baratas del centro comercial y comprarte un collar de tres dólares. Otra opción es que vayas a Target o a Walmart. —Sacude la cabeza y empieza a alejarse—. Prepara esas mesas. ¡Las puertas se abren en quince minutos!

      Jen y yo terminamos de poner las mesas, abrillantar los vasos, encender las velas y fregar el suelo de madera. Colin entra y le murmura algo a Jen que no puedo escuchar antes de cruzar su mirada con la mía y dirigirse hacia mí.

      —Mucho mejor —dice. Se detiene directamente frente a mí y se cruza de brazos. Lleva una camiseta negra que se pega a sus amplios hombros y al pecho y unos pantalones también negros. La ropa oscura destaca el cabello dorado, la piel bronceada y los ojos verdes.

      ¡Ah! Odio darme cuenta de ello. Y odio lo seguro que parece. Y que la luz de aprobación en su mirada me complazca de forma secreta. Me dan ganas de ponerme en pie y pavonearme como una niña pequeña que lo ha hecho bien.

      Es enfermizo y retorcido, lo sé.

      —Estuviste ayer durante la transformación.

      Tardamos horas. Al final salimos del salón de belleza después de las nueve. Como no tenía que trabajar y él es el jefe, podía aparecer en el restaurante cuando quisiera. Incluso me llevó a casa. Y ahora actúa como si anoche no hubiera visto los resultados.

      Raro.

      —Tienes razón, estuve allí. Pero verte aquí esta noche es distinto, estás en tu elemento. —Levanta la barbilla en mi dirección—. ¿Te gustan los uniformes nuevos?

      Parecía ser el tema de conversación más comentado de por aquí.

      —Transparentan un poco, pero sí, me gustan.

      —Me alegro. —Estira el brazo y roza el mío cuando pasa—. Bonitos zapatos —comenta.

      Dibujo una sonrisita en mis labios, levanto la vista y pillo a Jennifer mirándome con los ojos entrecerrados. Se da la vuelta y se marcha antes de que pueda decir nada. Se bate en retirada, y me pregunto de qué iba todo eso. Y en qué tipo de extraño triángulo amoroso puedo haberme metido.

      Capítulo 4

       Odio la idea de que otro te tenga.

      Drew Callahan

      Drew

      Chillan y gritan mi nombre en cuanto entro a la sala privada de The District, el nuevo restaurante donde celebramos la fiesta de Logan. Todos mis compañeros de equipo ya están como una cuba y solo son las diez. Lo veo en las miradas desenfocadas y en las mejillas coloradas, y también lo escucho en las voces demasiado altas.

      Pero, oye, al menos están contentos de verme. Imaginé que me habría convertido en el enemigo. El gilipollas que perdió la oportunidad en el último partido. Estuvimos cerca, tan cerca que cada uno de nosotros empezó a saborear el débil brillo de la victoria.

      Entonces conocí a una chica, nos fuimos a casa juntos y dejé que todo lo que sucedió allí me volviera loco. Estúpido.

      Logan se acerca y me da un abrazo con palmadita en el hombro. Apesta a alcohol y lo aparto, sobresaltado cuando Jace aparece a mi lado colocando una cerveza en mi mano y diciéndome que beba.

      Obedientemente, hago lo que me dice, preparado para olvidarme de todo durante al menos unas horas. La visita de mi padre se puso tensa cuando insultó a Fable. Una locura, si tenemos en cuenta que ya no estamos juntos, pero no iba a quedarme ahí y dejar que echara mierda sobre ella. A decir verdad, está por encima de nosotros y me niego a dejar que la arrastre por el lodo, aunque solo sea en mi presencia.

      Después del fiasco de almuerzo, tuvo que ocuparse constantemente de las continuas llamadas y mensajes de Adele. No necesitaba ese recordatorio, así que me mantuve alejado. Lo que significa que hemos estado muy apartados durante la visita hasta que finalmente esta mañana me ha dicho que tenía que volver a casa a atender «negocios».

      Gilipolleces. Negocios era un código para referirse a Adele. No le dije nada, simplemente asentí con la cabeza, lo dejé marchar y le prometí que nos veríamos pronto.

      Sí, claro. No creo que esa alegre reunión sea pronto.

      —Te has estado escondiendo —dice Logan mientras se sienta a mi lado con una bebida en la mano. Le cuelga la cabeza como si no pudiera mantenerla erguida y yo sacudo la mía, soltando una risita mientras le doy un sorbo a la cerveza. Sierra Nevada, la cerveza preferida de esta ciudad, es prácticamente la única que puedo beber. El resto sabe fatal.

      —He estado por ahí —replico encogiéndome de hombros—, pasando desapercibido. He cogido menos asignaturas este semestre. Necesitaba un descanso.

      —Lo entiendo, tío. Lo entiendo. Y oye, no dejes que el entrenador te líe. No tuviste la culpa de nuestra espectacular derrota al final de la temporada. —La expresión de Logan es seria. Tan seria como puede si tenemos en cuenta lo borracho que está—. Todos la cagamos, ¿sabes?

      Doy otro largo trago de cerveza. Lo necesito, ya que la conversación ha tomado un rumbo que me importa.

      —¿Tú crees? —Me pregunto si me toma el pelo.

      —Absolutamente.

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