Segundas oportunidades (Una semana contigo 2). Monica Murphy

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Segundas oportunidades (Una semana contigo 2) - Monica  Murphy Una semana contigo

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en realidad estoy haciendo algo así. No la quiero con nosotros. No es una buena influencia. Owen se siente incómodo con ella y yo también. Se acabó.

      Por la razón que sea, tengo miedo de enfrentarme a ella. No quiero lidiar con un drama innecesario. Y mi madre es precisamente eso: un completo y absoluto drama.

      Suena mi móvil, señal de que tengo un mensaje. Es de mi nuevo jefe. La inquietud se desliza por mi espalda cuando lo leo.

       ¿Qué haces?

      Me decanto por una respuesta de buena empleada.

       Preparándome para ir a trabajar.

      Es la verdad.

       Estoy en el barrio. Deja que te recoja y te lleve.

      Me quedo mirando el mensaje demasiado tiempo, ignorando a Owen que empieza a quejarse de que se las tendrá que apañar para cenar. ¿Qué demonios querrá Colin? ¿Por qué estará en el agujero de mierda que es mi barrio? No tiene sentido. A menos que haya venido a buscarme a propósito…

      Le respondo:

       No tengo que estar en el trabajo hasta dentro de casi una hora.

      Me llega otro mensaje:

       Te pagaré el tiempo extra. Venga.

      Suspiro y le escribo en respuesta:

       Dame cinco minutos.

      —Tengo que irme —le digo a Owen mientras me dirijo a mi dormitorio.

      No me he puesto el uniforme del trabajo, si es que se le puede llamar así. Las camareras tienen que llevar los vestidos más escandalosos que he visto en mi vida. Son al menos cuatro vestidos diferentes y absolutamente sexys en los que sobresalen las tetas o quedan demasiado ajustados. Dan mucho sex appeal. No parecemos busconas ni nada, pero si me agacho más de la cuenta, se me ve un poco el culo. La ropa interior para estos vestidos se llama culotte.

      Estoy sacando el vestido de la percha cuando pillo a Owen espiándome en la puerta.

      —¿Qué pasa? —pregunto.

      Se encoge de hombros.

      —¿Qué te parece si me hago un tatuaje?

      La cabeza me da vueltas por un momento. Dios mío, ¿de dónde ha sacado esa idea?

      —En primer lugar, solo tienes catorce años, así que legalmente no puedes hacerte un tatuaje. Segundo, solo tienes catorce años. ¿Qué podrías querer tatuarte para siempre en tu cuerpo?

      —No sé. —Se vuelve a encoger de hombros—. Pensé que podría estar chulo. Tú tienes uno, ¿por qué yo no puedo?

      —¿Tal vez porque yo soy adulta y tú no?

      Unas cuantas semanas antes de Navidad, cuando todavía creía que Drew y yo teníamos una oportunidad, me hice uno. El tatuaje más estúpido que te puedas imaginar. Pensé que al hacérmelo, al tener un trozo de él permanentemente grabado en la piel, sin importar lo pequeño que fuera, podría de algún modo hacer que volviera a mí.

      No funcionó. Y ahora me tengo que quedar con él. Gracias a Dios que es pequeño. Probablemente podría rellenarlo, si quisiera.

      Pero ahora mismo no quiero hacerlo.

      —O sea, que tú te pones las iniciales de un tío en tu cuerpo y está bien, ¿pero yo no puedo hacerme un tatuaje artístico de un dragón o algo así en la espalda? Qué injusto. —Sacude la cabeza con el cabello rubio sucio cayéndole en los ojos y me entran ganas de abofetearlo.

      Y también quiero abrazarlo y preguntarle dónde está el chico sencillo y dulce que era hace menos de un año. Porque está claro que ya no está por aquí.

      —No es lo mismo. —Me doy la vuelta, tiro del vestido y lo agarro con la mano—. Necesito cambiarme, así que tienes que irte.

      —De todos modos, ¿quién es el chico? Nunca me lo has contado.

      —No es nadie. —Las palabras son duras cuando salen de mis labios. Por supuesto que era alguien. Lo fue todo para mí durante el momento más breve e intenso de mi vida.

      —Es alguien. Te rompió el corazón —dice Owen rezumando veneno—. Si alguna vez averiguo quién es, le daré una paliza.

      No puedo evitar sonreír. Su defensa hacia mí es… maravillosa. Somos un equipo, Owen y yo. Solo nos tenemos el uno al otro.

      ***

      Salgo del apartamento porque no quiero que Colin llame a la puerta y conozca a Owen. O peor todavía, que vea el interior de nuestro apartamento. Apuesto a que Colin vive en un lugar increíble. Si su casa es la mitad de bonita que su restaurante, tiene que ser asombrosa.

      Cuando bajo las escaleras, Colin está ahí, en un Mercedes negro y elegante con el motor ronroneando, un coche tan nuevo que todavía no tiene matrícula. Doy un paso atrás cuando abre la puerta y sale del coche. Parece un dios rubio con una sonrisa devastadora y unos ojos azules brillantes.

      Rodea el coche y me abre la puerta del lado del copiloto con una floritura.

      —Su carruaje espera.

      Dudo. ¿Es un error meterme en el coche con él? No tengo miedo de Colin, pero de la situación en la que puedo estar metiéndome. Es un ligón, pero veo que flirtea con todas sus empleadas, y con las clientas. Aunque nunca se pasa de la raya; siempre es educado y sabe cuándo dar un paso atrás si es necesario.

      ¿Le estoy mandando señales contradictorias al permitir que me recoja para llevarme al trabajo? ¿Pasa cerca de mi apartamento para aparecer por aquí y recogerme? No lo creo.

      Ni por asomo.

      —¿Has venido expresamente para recogerme? —le pregunto en cuanto se monta en el coche y cierra de un golpe la puerta.

      Se gira para mirarme, nuestros rostros están excesivamente cerca. El coche es bonito, pero pequeño, y el espacio es bastante íntimo. Él huele a perfume caro y a cuero y me pregunto por un instante si podría sentir algo por este chico.

      Comprendo enseguida que no. Mi corazón todavía le pertenece a alguien. A alguien irreal.

      —Eres muy directa, ¿no? —comenta Colin con los ojos brillantes en la penumbra del interior del coche.

      —Mejor eso que decir un montón de mentiras, ¿no? —Arqueo una ceja.

      Se ríe y sacude la cabeza mientras pone el coche en marcha.

      —Totalmente de acuerdo. Es cierto que estaba por el barrio, Fable. Y recordé que vivías aquí, así que te escribí por eso. Sé que no siempre tienes acceso a un coche.

      He trabajado en su restaurante tres turnos y ya conoce toda esa información

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