Segundas oportunidades (Una semana contigo 2). Monica Murphy

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Segundas oportunidades (Una semana contigo 2) - Monica  Murphy Una semana contigo

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—La expresión de Jace es solemne y por un segundo me pregunto si me está tomando el pelo.

      Pero entonces, me doy cuenta de que es sincero. Lo gracioso es que me sentí responsable de todas las derrotas cuando seguro que todos los chicos del equipo hicieron lo mismo.

      —Dile a los chicos que tengo muchas ganas de verlos.

      Las palabras salen fácilmente de mis labios porque son ciertas. Necesito dejar de regodearme en la miseria. Tengo que dejar de preocuparme por mi pasado, por mi padre y la zorra de mi madrastra y de la pequeña que murió porque estaba demasiado ocupado peleándome con su madre y diciéndole que mantuviera sus malditas manos alejadas de mí.

      Una de las cosas de las que más me arrepiento es de que nunca le expliqué del todo a Fable lo que sucedió ese día. Sé que cree que estaba enrollándome con Adele. Yo pensaría lo mismo, pero ese fue el día en que le dije que nunca más. No estaba interesado en lo que ella quería en ese momento. Había terminado. Ese fue el día en que me liberé.

      Y también el día en que me volví un prisionero de mi propia culpa.

      Para siempre.

      —Nos vemos, Drew.

      Jace se despide y se aleja de mí silbando. Me quedo quieto, observando cómo se aleja hasta que se convierte en una mancha en la distancia, y deseo como un loco poder estar tan tranquilo como él. Que mis máximas preocupaciones fueran las notas, la próxima chica a la que le pondría las manos encima y la excitación por la gran fiesta que se va a celebrar en unos días.

      Tal vez, y solo tal vez, podría perderme en lo mundano durante un rato. Fingir que no me importa nada más que los amigos, la universidad y las fiestas. La doctora dice que no podré seguir adelante hasta que me enfrente al pasado.

      Pero ¿qué cojones sabe ella?

      Capítulo 2

      Ella está rota por dentro pero nadie se dará cuenta jamás.

      Anónimo

      Fable

      —Entonces —Owen da un sorbo a la soda gigante que le compré en la gasolinera en la que paramos para llenar el depósito del viejo coche de mamá de camino a casa—, ¿puedo comer gratis en el antro en el que trabajas?

      Sacudo la cabeza.

      —Es demasiado elegante. Los chicos no son bienvenidos.

      El eufemismo del año. Definitivamente, el restaurante no es para críos. De hecho, creo que tampoco es para mí, pero voy a darle una oportunidad. Colin dice que puedo ganar un montón de dinero en propinas, aunque no sé si creérmelo.

      Mis pensamientos me llevan a Colin. Es el propietario del restaurante porque su papá rico se lo regaló para que jugara. Eso es lo que averigüé de él la primera vez que me llevó allí. Es amable, atractivo y encantador.

      Más allá de mantener una charlar como jefe y empleada, lo evito siempre que puedo. Acepté su oferta de trabajo, aunque parece demasiado buena para ser real.

      Lo gracioso es que ni siquiera he avisado en La Salle todavía. Mantener ese trabajo hasta saber con seguridad que el nuevo va a funcionar es la única forma de garantizar que el dinero siga entrando de forma constante.

      Y, como siempre, el flujo de dinero es lo más importante para mí. Nuestra madre no hace nada para garantizarlo.

      Owen hincha el pecho con indignación.

      —¿Estás de broma? No soy un crío. ¡Tengo catorce jodidos años!

      Le doy un guantazo en el brazo y grita.

      —Ese vocabulario —le advierto, porque, por Dios, tiene que vigilar esa lengua suya. ¿Y desde cuándo la mayoría de edad se ha adelantado cuatro años? En sus sueños.

      —En serio, Efe, ¿no puedes colarme? —Owen sacude la cabeza en clara señal de irritación—. He oído que las tías que se pasan por allí están muy buenas.

      No necesito escuchar a mi hermano pequeño hablar sobre tías buenas y no sé qué más. Ya fue bastante duro encontrar una bolsita de maría en el bolsillo de sus vaqueros cuando hice la colada el otro día. Se la enseñé a mi madre, que se encogió de hombros y me dijo que le diera la bolsa a ella.

      La abrió, inhaló profundamente y comentó la buena calidad de la maría. Sé que se la llevó a casa de Larry más tarde y probablemente se pusieron hasta el culo. Sigo sin creérmelo. ¿Cómo me he convertido en una persona normal y estable cuando mi madre es tan… irresponsable?

       No tuviste elección.

      ¿Acaso no es esa la maldita verdad?

      —Escucha, la comida que se sirve cuesta como cincuenta pavos el plato. Es para parejas y eso. Y hay un bar. Después de las diez, no permiten entrar a menores de veintiún años —explico.

      En realidad es el restaurante más bonito y elegante que he visto, y no digamos en el que he trabajado. Es organizado y eficiente; todo y todos tienen un lugar. Aunque el personal no es muy simpático, sino más bien pretencioso. Estoy segura de que se burlan de mí a mis espaldas; la lugareña blanca de mierda que va a trabajar entre sus elitistas filas.

      Da igual. Lo único que me importa son las propinas y el hecho de que Colin cree en mí. Ha pasado mucho tiempo desde que alguien creyó en mí. Pensaba que Drew lo hacía, pero cuanto más tiempo pasa desde que desapareció de mi vida, más me doy cuenta de que todo era mentira. Acabamos atrapados en un mundo de fantasía.

      —¿Ni siquiera puedes traerme las sobras? —La pregunta de Owen me devuelve a la realidad y le echo un vistazo, veo la sonrisa en su rostro.

      Se está haciendo cada vez más guapo. No tengo ni idea de si tiene novia o no, pero espero de corazón que deje a un lado ese tipo de cosas durante un poco más de tiempo. Las relaciones de pareja solo dan problemas.

      —Lo que me pides es un poco grosero. —Pongo los ojos en blanco. A veces le llevaba a casa hamburguesas de La Salle. Lo que demuestra que lo he malcriado.

      —Bueno, está jodidamente claro que mamá no me dará de comer. Lo siento —dice cuando ve mi mirada funesta por la blasfemia que ha lanzado—. Y me siento como un capullo por lo mucho que me paso por la casa de Wade. Su madre va a hartarse de mí.

      La culpa me invade. Necesito este trabajo, necesito los dos trabajos y eso significa que no puedo estar ahí para Owen. No puedo hacerle la comida, asegurarme de que se mantenga al día con sus deberes ni obligarle a limpiar el vertedero de habitación que tiene. El apartamento dispone de tres dormitorios, una rareza, pero en una ciudad universitaria los pisos de estas características están muy solicitados y el alquiler cada vez es más caro. Si tenemos en cuenta que mi madre no suele estar y que normalmente solo Owen y yo dormimos aquí, creo que valdría la pena buscar otro apartamento. Solo para los dos.

      La noticia molestará a mi madre cuando se lo diga. No importa que pase la mayor parte del tiempo con Larry. No importa que casi nunca esté aquí, que no tenga

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