Ensayo sobre la historia de la sociedad civil. Adam Ferguson
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La idea medular aquí es que aun cuando la configuración institucional puede explicarse como una consecuencia de la acción de los hombres, ésta no es el resultado de la decisión de un poder omnisciente, sino que es independiente del designio humano. Al dar vida a esta idea, Ferguson rompe con la arraigada dicotomía que se establecía entre lo natural y lo artificial, destruye el mito del sabio legislador y ofrece «sin duda la formulación más avanzada de la ley de las consecuencias involuntarias de todo el medio siglo que estamos estudiando»[39]. La consecuencia más importante que resultaría de esta idea es que «exigió todo un nuevo corpus teórico de conocimiento del que, finalmente, surgirían las ciencias sociales»[40].
Otro aspecto importante a considerar cuando se lee el Ensayo es que el ilustrado escocés fue uno de los primeros en afirmar la importancia del conflicto y de la hostilidad para la supervivencia institucional y el mantenimiento de la cohesión social. Esta perspectiva le aleja del énfasis aristotélico y posteriormente hobbesiano de la búsqueda de tranquilidad social. En la sección del Ensayo «De los principios de guerra y disensión», afirma que «el hombre no sólo encuentra en su condición los orígenes de la discordia y de las disensiones; parece tener en su ser las semillas de la animosidad y buscar con ansiedad y placer las ocasiones de conflicto mutuo»[41]; esta propensión no va en detrimento de su natural tendencia a la sociabilidad, sino, por el contrario, es un elemento indispensable para la supervivencia de las sociedades civilizadas. Estas «semillas de la animosidad» conducen a los hombres, tanto en su dimensión individual como en su dimensión social, a acciones que tienen efectos sociales positivos. «Los principios de la hostilidad entre los hombres», subraya el escocés, producen en ellos «las inclinaciones más favorables a la humanidad»[42]. La animosidad y el conflicto estimulan en los hombres deberes cívicos: «Es en la diversidad de sus intereses respectivos, en la discusión de los asuntos que tratan entre ellos en pie de igualdad, que llegan a ejercer su razón y a probar sus virtudes»[43].
Considerar que «el orden social nace del propio conflicto y de la oposición entre las partes»[44] y que éste es básico como elemento estructurador de la sociedad es un signo característico del pensamiento de Ferguson que le aleja del contractualismo racionalista propio de Hobbes y le sitúa en los preámbulos del pensamiento sociológico. Así, su tratamiento del conflicto junto con su énfasis en la importancia del hábito y su propuesta sobre las relaciones entre la acción humana y la estructura social y las consecuencias sociopolíticas de la evolución histórica son desarrollos que permiten «apreciar el primer brote de la teoría social moderna»[45], a la que deben mucho los padres fundadores de la sociología del siglo XIX[46]. Las palabras de Ronald Meek sobre este aspecto resultan reveladoras: «El Ensayo sobre la historia de la sociedad civil de Ferguson […] es indudablemente una de las obras más notables de la época. Original, sutil y provocativamente compleja, se considera hoy, con razón, como uno de los primeros ejercicios importantes en el campo que los sociólogos modernos han delimitado como suyo»[47]. Algunos autores van más allá y afirman que «Ferguson proporcionó las percepciones sociológicas más serias dentro de las tendencias contradictorias y peligrosas de la naciente sociedad comercial»[48]. E incluso, para otros, el ilustrado escocés puede ser considerado como uno de los padres fundadores de la sociología[49].
Sin embargo, es importante que esta etiqueta que le clasifica como antecesor del pensamiento sociológico no oscurezca otras importantes aportaciones de su pensamiento. Su Ensayo es una muestra de que sus escritos son también en gran medida ejercicios propios de la historia y de la filosofía moral y política.
Las partes finales del Ensayo abordan temas centrales que merecen ser comentados. Ferguson coincide con los otros ilustrados escoceses en la idea de que la sociedad civil es una sociedad que ha superado la condición salvaje y preponderantemente agrícola y se ha configurado naturalmente como sociedad comercial, pero discrepa en lo referente a las consecuencias que pueden generar sus elementos constitutivos y sobre las pautas normativas que de ellas puedan derivarse. Encontramos aquí una distinción normativa entre aquellos que se inclinan más por acompañar a la sociedad civil de contenidos liberales y aquellos que ponen el acento en la necesidad de reivindicar los valores de la tradición republicana, en concreto la virtud cívica.
Lo que distingue a Ferguson de otros de sus contemporáneos escoceses es la constante preocupación por los peligros sociopolíticos en los que puede verse inmersa la sociedad civil. El autor del Ensayo es consciente del avance que para la humanidad significa la presencia de esta sociedad civil, pero no se muestra ciegamente optimista y deja ver su temor ante la posibilidad de que los avances políticos puedan ser reversibles; para el escocés el desarrollo económico no necesariamente va acompañado del psicológico y el moral. Ferguson manifiesta su gran preocupación por la latente corrupción que acompaña a la sociedad civil comercial ya que algunas de sus características internas pueden quebrantar la virtud cívica y fertilizar la tierra para que germine el despotismo.
El ilustrado escocés advierte sobre la presencia de dos grandes peligros sociopolíticos[50]. En primer lugar, aunque es consciente de que la división del trabajo –la separación de las artes y las profesiones– es una condición ineludible de la sociedad civil y de que conlleva una serie de beneficios económicos tales como aumento de la riqueza, incremento de la productividad y crecimiento gradual de las comodidades y el bienestar, considera que su presencia también puede llevar a una pérdida de la entereza humana, socavar el ejercicio ciudadano y minar el honor marcial.
Tal como Karl Marx subrayara, Ferguson fue uno de los primeros pensadores en reconocer los beneficios y peligros de la división del trabajo[51]. El ilustrado escocés veía la especialización en el comercio como uno de los rasgos más llamativos de las consecuencias no intencionadas de los actos humanos: «La separación de las artes y de las profesiones abre las fuentes de riqueza»[52]. Pero cuando la especialización llega a las esferas del gobierno y la defensa, cuando los hombres de Estado y los soldados devienen antes profesionales que ciudadanos, las consecuencias son terribles porque «remplaza el genio inventivo en cada arte por reglas y formas; rompe, de alguna manera, los lazos de la sociedad y aleja a los individuos del escenario común de sus ocupaciones»[53]. Esta crítica significa un terrible recordatorio para quienes creen que los procesos no intencionados siempre traen resultados beneficiosos.
El segundo peligro sociopolítico que percibe Ferguson es que hay altas probabilidades de que ciertos rasgos que acompañan a la sociedad civil corrompan el espíritu público por las amenazas que supone para la virtud cívica la llegada del interés y la continua búsqueda del lujo así como la creciente preferencia por el reposo y en consecuencia el abandono de la vida activa. En la quinta parte del Ensayo, Ferguson es contundente: «Si queremos encontrar las causas definitivas de la corrupción, sólo necesitamos examinar» aquellas situaciones que «privan al ciudadano de la posibilidad de actuar como un miembro de la comunidad, que quebrantan su espíritu, que envilecen sus sentimientos y lo inhabilitan de toda posibilidad de acción»