Escritos Federalistas. Pierre Joseph Proudhon

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Escritos Federalistas -  Pierre Joseph Proudhon Básica de Bolsillo

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lo desea, las leyes de la sociedad, el modo en que se realizan, el progreso según el cual llegamos a descubrirlas; pero, ¡por Dios!, después de haber demolido todos los dogmatismos a priori, no pensemos en adoctrinar al pueblo; no caigamos en la contradicción de su compatriota Martín Lutero, quien después de haber derrocado la teología católica se puso enseguida, con gran aparato de excomuniones y anatemas, a fundar una teología protestante. Desde hace tres siglos, Alemania no se ha ocupado más que de destruir la revocadura hecha por Lutero; no vayamos a preparar nuevas tareas para el género humano con otras capas de yeso. Aplaudo de todo corazón su idea de esclarecer todas las opiniones; hagamos una polémica buena y leal; demos al mundo el ejemplo de una polémica sabia y previsora, pero, precisamente porque estamos a la cabeza del movimiento, no nos hagamos los jefes de una nueva intolerancia, no seamos los apóstoles de una nueva religión, aunque sea la religión de la lógica, la religión de la razón. Acojamos y alentemos todas las protestas; demostremos todas las exclusiones, todos los misticismos, no consideremos nunca agotada una cuestión, y, cuando hayamos gastado hasta el último argumento, volvamos a empezar, si es preciso, con elocuencia e ironía. Bajo estas condiciones entraré gustoso en su asociación y, si no, no.

      Tengo que decirle algo también sobre esta frase de su carta: en el momento de la acción. Quizá piense aún usted que ninguna reforma es hoy posible sin un golpe de mano, sin lo que se llamaba antiguamente una revolución, que no es simplemente más que una sacudida. Le confieso que mis últimos estudios me han llevado a abandonar tal opinión, que entiendo, que excuso, que discutiría de buen grado, habiéndola compartido durante años. Creo que no necesitamos eso para triunfar; y que, en consecuencia, no debemos ver la acción revolucionaria como medio de reforma social, porque este presunto medio sería simple y llanamente una incitación a la fuerza, a la arbitrariedad, una contradicción, a fin de cuentas […].

      La negativa de Proudhon –«bajo sus condiciones, no»– y la, digamos, lección moral que le da –¿Grün ha dicho eso? No pasa nada, seguro que se arrepiente: debería usted incluso ayudarle…– no podía ser bien recibida por un carácter entero, autoritario y orgulloso como el de Marx. Eso explicaría en buena parte la airada reacción de Marx tras la publicación de Philosophie de la Misère, de Proudhon, y su terrible crítica en Misère de la Philosophie un año más tarde. Resulta difícil explicar de otra manera cómo puede Proudhon pasar en apenas unos meses de ser el socialista más profundo, autor proletario de la obra científica del proletariado francés, aquel al que se recurre para organizar la Internacional socialista, a ser el pequeñoburgués, miserable filósofo y casi peor economista que encontraremos en las páginas de Misère de la Philosophie. Difícil es, en efecto, no ver el ataque de Marx como el de un hombre despechado tras la negativa moralizante del francés y la feroz crítica que hacía éste del comunismo en Philosophie de la misère. Momento histórico en el que se juega, como podemos apreciar, el destino del socialismo.

      Con todo, hay que reconocer que lo más lógico es que Proudhon hubiese tomado la pluma para contestar a Marx, como ya había hecho y hará luego con autores de menor calibre. Pero, como apuntan sus biógrafos, el momento no era el más propicio para el francés: su madre muere en 1847, su padre un año antes, ese mismo año deja a los Gauthier y empieza a cobrar forma el proyecto de casarse con la que será su mujer, Eufrasie Piégard. Además, los vientos que entonces soplan vienen cargados de tormentas revolucionarias y Proudhon, que presiente lo que se avecina, decide centrar su atención en el periodismo. Marx pasa a un segundo plano en la agenda proudhoniana.

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