Viajes por Filipinas: De Manila á Tayabas. Juan Alvarez Guerra

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Viajes por Filipinas: De Manila á Tayabas - Juan Alvarez Guerra

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sacarles del mal paso. Pero toda dificultad se vencía con aclamaciones, con espíritu alegre y festivo, risa estrepitosa, y por una espontánea y fraternal cooperación. A nuestro alrededor todo era soledad, silencio interrumpido solo por el zumbido de la abeja y el canto de los pájaros; profundos barrancos cubiertos de árboles que nunca hacha alguna ha tocado; alturas todavía de más difícil exploración, coronadas de árboles; arroyos y torrentes que forman precipicios y caídas de agua, dirigiéndose hacia el gran receptáculo del Océano.

      «Por fin llegamos á una planicie, en la cima de una montaña, en donde dos grandes literas adornadas aguardaban, y fuimos saludados por una multitud de lindas jóvenes, montadas en caballitos que manejaban con admirable agilidad. Se hallaban vestidas con los más pintorescos trajes. El Alcalde las llamaba sus amazonas, y una hermosa intérprete nos informó, en buen castellano, que habían venido á escoltarnos hasta Lucban, que se hallaba próximamente á una legua de distancia. La presencia de ellas era tan inesperada, como agradable y sorprendente. Noté que las tagalas montaban indistintamente, á uno ú otro lado del caballo. Eran excelentes jinetes, y galopaban y caracoleaban á uno y otro lado, chasqueando sus bonitos látigos. Una banda de música nos precedía, y las casas indias que pasábamos presentaban sus acostumbradas demostraciones de bienvenida. Los caminos tenían mayor número de adornos y arcos de bambúes en ambos lados. Los morteros haciendo fuego anunciaban nuestra llegada. Las amazonas usaban unos sombreros adornados con cintas y flores; todas llevaban pañuelos de piña en sus hombros, é iban vestidas con telas de fuertes colores, fabricadas en el país que aumentaban el efecto del cuadro. Tan pronto estaban delante como detrás, siendo perfectamente naturales todos los movimientos. El convento, como siempre, fué nuestro destino.»

      Hemos hecho mención de los anteriores párrafos por dos razones: la primera, porque hay gran exactitud en ellos, y la segunda, porque es de lo poquito que hay escrito respecto de la provincia de Tayabas.

      Tiene Lucban [4] 12.247 almas, de las que tributan 6.456, correspondiendo á 66 cabecerías. Dista de Tayabas, la cabecera, algo más de 12 kilómetros, siendo paso de la línea telegráfica que hoy concluye en Tayabas, pero que seguirá en breve hasta Albay.

      De los datos que he podido adquirir resulta, que durante el año 1875 hubo 419 bautizos, 102 casamientos y 471 defunciones; fueron sorteados para el servicio de las armas 667 mozos, de los cuales se sacaron 12 soldados. Se vacunaron 386 niños y asistieron á las escuelas durante el año 2.002 de ambos sexos. Su jurisdicción comprende 152 barrios, bajo la vigilancia de otros tantos caudillos ó matandáng sa-nayos. La fuerza de cuadrilleros la forman 74 hombres, y por último, como dato estadístico consignaremos que en el juzgado se sustanciaron 18 causas de otros tantos delitos cometidos dentro de la demarcación de dicho pueblo. Tiene destacamento de guardia civil, á cargo de un oficial de ejército; fuerza de carabineros y Administración de Hacienda. El ministerio parroquial está á cargo de la orden de San Francisco.

      Lucban ha pasado en estos últimos años por un sin número de vicisitudes. La noche del 18 de Agosto de 1860 y la madrugada del 25 de Octubre de 1873, son dos fechas imperecederas que recordará Lucban mientras exista. En la primera fué reducido casi por completo á cenizas y en la segunda el vórtice de un tifón derrumbó la mayoría de sus edificios. Entre los que quedaron en pié—si bien con grandes deterioros—son dignos de citarse la iglesia, el convento y el tribunal. Aquel es de sólida fábrica, estando sus muros reforzados con grandes machones de piedra y ladrillo. La iglesia, lo mismo que el pueblo, está bajo la advocación de San Luís obispo, cuya fiesta se celebra con gran solemnidad el 19 de Agosto. El templo es muy espacioso; lo forma una extensa nave, un proporcionado crucero y un amplio y hermoso presbiterio. En dicho templo hay un cuadro muy digno de llamar la atención, no por su mérito artístico, que es completamente nulo, sino por la fuerza terrorífica de inventiva de su autor. El asunto está muy traído y manoseado en el arte pictórico indígena, y sin embargo de esto—y en ello está precisamente el mérito—el artista ha sabido dar alguna novedad al cuadro, que es, ni más ni menos, el infierno ¡pero qué infierno! Todos los dibujos, pinturas y grabados que hemos visto—que en verdad no son pocos—representando la muerte del pecador, asunto muy rebuscado por los indios, se quedan muy chiquitos al lado del que hemos convenido en llamar cuadro, más bien por el marco que tiene que por el fondo, fondo que lo constituye unas cuantas libras de almazarrón, delineando la más completa colección de pinchos, ruedas y garfios que hasta entonces habíamos visto. Sentimos no poder revelar el nombre del autor de aquella tienda de pimentón, pues no lo sabemos. Entre los méritos que tiene, es el ser anónimo.

      En cambio del anterior, recomiendo á los aficionados á la pintura que pasen por Lucban, una Purísima que el Padre Mena tiene en el salón del convento, sacada de entre el polvo y las telarañas que ha muchos años ocultaban su mérito en la húmeda meseta de la escalera.

      Según las crónicas de la orden de San Francisco, la iglesia y convento que hoy existen fueron concluidos el año 1738. El primer templo que se levantó en Lucban, según las expresadas crónicas, fué en el año 1595 por Fr. Miguel de Talavera.

      Dicho templo fué arruinado en 1629, construyéndose otro más sólido, que á su vez fué presa de las llamas, consumiéndose hasta el punto que no pudo salvar el párroco más que el copón y una Purísima. ¿Sería esta imagen la misma que hoy se admira en el salón del convento? Pregunta es esta á que no han podido dar contestación las muchas horas que he dedicado á buscar la historia del cuadro.

      El templo, como el convento, reclamaban en la fecha en que escribo estas líneas, una pronta reparación en el maderamen, tanto que ambos edificios estaban hechos una completa gotera.

      Á más de las anteriores construcciones, es digno de citarse el tribunal, que puede competir con los mejores de su clase, y en el que el transeunte encuentra todo género de auxilios, que proporciona un mayordomo mediante los precios de tarifa que están expuestos al público. El viajero que llega á Lucban no debe preocuparse por nada teniendo dinero, pues en el tribunal halla buenas y limpias camas, magnífico servicio de mesa, elegante vajilla, fina cristalería y un cocinero municipal bastante aceptable, que cuenta no solo con los recursos de sus conocimientos culinarios, si que también con los abundantes y escogidos surtidos de Europa que guardan los escaparates de dos establecimientos. Uno de estos pertenece á una simpática é inteligente mestiza, cuya afabilidad lleva á su tienda gran número de consumidores.

      La escuela es muy espaciosa, siendo de piedra su construcción. El resto de los edificios de Lucban no presentan nada de particular, viéndose algunas casas con teja y zinc, si bien la generalidad son de tabla con cubiertas de cabo negro. Por todas partes se conservan las huellas del terrible tifón del 25 de Octubre.

      La proximidad á los altos picachos del Banajao y los vecinos bosques, hacen que raro sea el día que no llueva. En cuanto á su humedad, es tan constante, que estoy seguro pocos sitios habitados habrá en el mundo que acusen en los higrómetros una intensidad mayor; á pesar de esto, Lucban no es malsano, teniendo la precaución de resguardarse de el relente de la tarde, y sobre todo, dormir entre lana, con el vientre fajado, cosa que en nada atormenta, pues aun prescindiendo de la ciencia higiénica, las necesidades de la materia hacen que los que duermen en aquel pueblo busquen la manta, y no diré las mantas porque no se me tache de exagerado, por más que las he usado en los meses de Diciembre y Enero, en los que tenía mi cama con todo el servicio de las de Europa. Tuve ocasión de observar los termómetros, señalando 12° centígrados en algunas madrugadas. En Manila la temperatura fluctúa en todo el año, entre los 22° á 33°. Estas cifras señalan una grandísima desproporción, tanto más de notar, cuanto que de un punto á otro solo hay unas 22 leguas. Semejante desnivel de temperatura en tan corto espacio, solo se explica por la grandísima altura que tiene Lucban con relación á Manila y por las continuas lluvias que mantienen una latente humedad en la atmósfera, refrescada por los Nortes y purificada por las azoadas emanaciones que recogen aquellos al recorrer las elevadas y espesas frondas del Banajao. Sin embargo de tales condiciones climatológicas,

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