El libro de las mil noches y una noche. Anonimo
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Y
cuando Nozhatú iba a seguir desarrollando este capítulo, oyó a los kadíes que decían detrás del tapiz: "¡Maschalah! ¡Nunca hemos oído palabras tan elocuentes, pero quisiéramos oír algo sobre las otras puertas!"
Y Nozhatú, con una transición muy hábil, dijo:
"Otro día hablaré del fervor en los otros tres caminos de la humanidad; pues ya es tiempo de que os diga algo de la SEGUNDA PUERTA.
"Esta segunda puerta es la de los BUENOS MODALES y de la CULTURA DEL ESPÍRITU.
"Y tal puerta, ¡oh príncipe del tiempo! es la más ancha de todas, porque es la de las perfecciones. Sólo pueden recorrerla en toda su extensión aquellos que tienen sobre la cabeza una befidición nativa.
"No os citaré más que algunos rasgos principales".
En este momento de su narración,
Schehrazada vió aparecer la mañana y se calló discretamente.
PERO CUANDO LLEGO LA 62ª NOCHE
Ella dijo:
"No os citaré más que algunos rasgos principales.
"Cierto día, uno de los chambelanes del califa Moawiah fué a anunciarle que un graciosísimo cojitranco llamado AbaBahr benKais estaba esperando a la puerta. Y el califa dijo: "hacedle pasar". Y el cojitranco entró, y el califa Moawiah le dijo: "Acércate para que me deleite con tus palabras". Y le preguntó: "¡Oh AbaBahr! ¿cuál es tu opinión acerca de mí?" Y respondió el cojitranco:
"¿La mía? Sabe, ¡oh Emir de los Creyentes! que mi oficio es afeitar cabezas, cortar bigotes, cuidar las uñas, depilar sobacos, afeitar ingles, limpiar los dientes, y en caso de necesidad, sangrar las encías; pero nunca haré ninguna de esas cosas en día de viernes, porque sería un sacrilegio".
Entonces el califa le dijo: "¿Y cuál es tu opinión acerca de ti mismo?" Y el cojitranco respondió: "Pongo un pie delante del otro y lo hago adelantar lentamente, siguiéndolo siempre con la vista".
El califa preguntó entonces: "¿Cuál es tu opinión acerca de tus jefes?" Y el otro contestó: "Al entrar los saludo con toda ceremonia, y aguardo que me devuelvan el saludo".
Entonces preguntó el califa: `¿Y cuál es tu opinión acerca de tu mujer?" Y exclamó el cojitranco: "Dispénsame de contestar a eso, ¡oh Emir de los Creyentes!" Pero el califa insistió: "Te conjuro a que me contestes, ¡oh AbaBahr!'
Y entonces el cojitranco dijo: "Mi esposa, como todas las mujeres, fué creada de la última costilla, que es una costilla de mala calidad y toda torcida". Y el califa dijo: "¿Pero qué haces cuando quieres acostarte con ella?" Y el cojitranco respondió: "Le hablo con agrado para prepararla bien, después le doy dos besos en todas partes, para excitarla como es debido, y apenas está en la disposición que tú comprendes, la tumbo de espaldas y la cabalgo. Y entonces, cuando la gota de nácar se ha inscrustado en su cimiento, exclamo: "¡Oh Señor!, haz que esta simiente se cubra de bendiciones, y no le asignes una forma mala; modélala según la belleza!" Después me levanto para hacer mis abluciones; cojo agua con las dos manos, la hago correr por mi cuerpo, finalmente glorio a Alah por sus beneficios".
Entonces el califa exclamó: "En verdad, has contestado deliciosamente. Así es que quiero que me pidas algo". Y AbaBahr el cojitranco dijo: "¡Unicamente que la justicia sea igual para todos!" Y se fué. Y el califa exclamó: "¡Aunque en todo el reino del Irak no hubiera más que este sabio, bastaría con esto!"
"Reinando el califa Omar ibnAlKhattab, era su tesorero el anciano Moaikab…"
En este momento de su narración,
Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
Y CUANDO LLEGO LA 63ª NOCHE
Ella dijo:
He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que la joven Nozhatú prosiguió de este modo:
"Reinando el califa Omar ibnAlKhattab, era su tesorero el anciano Moaikab, y como fuese a visitarle el hijo menor de Omar, acompañado de su nodriza, Moaikab le dió al niño un dracma de plata. Pero al poco tiempo el califa le mandó llamar, y le dijo: "¿Qué has hecho, ¡oh Moaikab!? Ese dracma de plata que has dado a mi hijo es un robo contra toda nuestra nación de musulmanes". Y Moaikab, que era un hombre íntegro, comprendió que había faltado, y no cesó de exclamar: "¿Dónde habrá en la tierra un hombre tan admirable como nuestro emir?"
"Cuentan también que el califa Omar salió a pasearse de noche acompañado del venerable Aslam AbuZeid. Viendo a lo lejos una hoguera, se acercó hacia allí, y vio a una pobre mujer que encendía unas ramas debajo de una cacerola y tenía a su lado a dos niños muy enclenques que gemían de un modo lamentable. Y Omar dijo: "La paz sea contigo, ¡oh buena mujer! ¿Qué haces ahí, sola, de noche y con este frío?" Ella respondió: "Estoy calentando un poco de agua para dársela a beber a mis niños, que se mueren de hambre y frío; ¡pero algún día pedirá Alah cuenta al califa Omar de la miseria en que nos vemos!"
Y el califa que estaba disfrazado, se conmovió profundamente y dijo: "¿Pero crees, ¡oh mujer! que Omar conoce tu miseria y no la alivia?"
Y ella contestó: "Entonces, ¿para qué es Omar califa, si ignora la miseria de su pueblo y de cada uno de sus súbditos?"
El califa calló, y ordenó al venerable Aslam AbuZeid que le siguiese. Y anduvo muy aprisa, hasta que llegó a la mayordomía de su casa; y entró en el almacén de la mayordomía y sacó un saco de harina de entre los sacos de harina y una vasija llena de grasa de carnero, y pidió a AbuZeid que le ayudase a echárselo a cuestas. Y AbuZeid se asombró hasta el límite del asombro, y dijo: "¡Déjame que lo lleve yo a hombros, ¡oh Emir de los Creyentes!" Pero el califa repuso:
"¿Acaso podrás llevar también la carga de mis pecados el día de la Resurrección?"
Y obligó a AbuZeid a que le echase encima el saco de harina y la vasija de grasa de carnero.
Y
el califa anduvo apresuradamente, cargado de aquel modo, hasta que llegó junto a la pobre mujer. Y cogió harina, y cogió grasa, y lo echó todo en la cacerola, y con sus propias manos preparó aquel alimento. Y se inclinó hacia el fuego para soplarlo, y como tenía unas barbas muy largas, el humo de la leña se abría camino por entre las espesuras de aquellas barbas. Y apenas estuvo preparado aquel alimento, Omar se lo ofreció a la mujer y a las criaturas, que comieron hasta saciarse, a medida que Omar lo iba enfriando con sus soplos. Entonces Omar les dejó la harina y la vasija de grasa, y se fué, diciendo a Abu Zeid: "¡Oh AbuZeid! la luz de ese fuego me ha alumbrado".
En este momento de su narración,
Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
PERO CUANDO LLEGO LA 64ª NOCHE
Ella