El libro de las mil noches y una noche. Anonimo
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"¡Oh qué verdad es ésa!" Ella dijo: "Ahora, si quisieras confiarme la mujer que prefieras entre tus mujeres, la llevaría con esas jóvenes, para que las gracias y purificaciones de mis hermanos, la Gente de lo Invisible, recayeran también en ella".
Entonces el rey tu padre dijo: "¡Cuántos beneficios he de agradecerte! En efecto, tengo una griega llamada Salía, hija del rey Afridonios de Constantinia, y Alah me ha dado de ella dos hijos a quienes, ¡ay de mí! he perdido hace años. Llévala contigo, ¡oh venerable anciana! para que recaiga en ella la gracia de la Gente de lo Invisible, y ojalá, por su intercesión, pueda recobrar mis hijos".
Entonces la anciana dijo: "Seguramente, así será. ¡Manda que llamen a la reina Safía!"
En este momento de su narración,
Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente
Y CUANDO LLEGO LA 86ª NOCHE
Ella dijo:
Entonces la anciana dijo: "¡Manda que llamen a la reina Safía!" Y el rey mandó inmediatamente llamar a tu madre la reina Salía, y la confió a la anciana, que la llevó en seguida adonde estaban las jóvenes. Después fué a sus habitaciones, y volvió con una copa sellada, le dió la copa al rey Omar, y le dijo:
"En la mañana del trigésimo día, terminado tu ayuno, irás a tomar un baño. Después regresarás a tu celda, y beberás esta copa, que completará tu purificación y te hará digno de estrechar contra tu seno a mis cinco jóvenes. Y ahora, ¡contigo sean la paz, la misericordia de Àlah y todas sus bendiciones, ¡oh hijo mío!"
Y la anciana se fué acompañada de las cinco jóvenes y de tu madre la reina Safía.
Y el rey siguió su ayuno hasta el trigésimo día. Y al llegar la mañana del trigésimo día, el rey se levantó, se fué al hammam, tomó el baño y después regresó a su celda, prohibiendo que nadie le llamase. Cerró por dentro con llave, cogió la copa, le quitó el sello, se la bebió, y después se tendió a descansar.
Y como sabíamos que era el último día del ayuno, aguardamos hasta el anochecer. Y después seguimos esperando toda la noche y hasta la mitad del día siguiente.
Y pensábamos: "¡Debe estar descansando!"
Pero como persistía en no abrir, nos acercamos a la puerta y dimos voces. Y nadie contestó.
Entonces, alarmados por aquel silencio, echamos la puerta abajo y entramos.
Pero el rey ya no estaba allí. Encontramos sus carnes destrozadas y sus huesos ennegrecidos. Y todos caímos desmayados.
Y cuando volvimos en nuestro conocimiento, cogimos la copa, la examinamos, y debajo de la tapa hallamos un papel que decía:
"¡A ningún malvado debe echársele de menos! Toda persona que, lea este papel, sepa que tal es el castigo de quien seduce a las hijas de los reyes y las corrompe. ¡Tal es el caso de este hombre! ¡Envió a su Dijo Scharkán para que arrebatase a la hija de nuestro rey, a la desventurada Abriza! ¡Y la cogió, y virgen como era, hizo de ella lo que hizo! ¡Y después se la dió a un esclavo negro, que la hizo sufrir los peores ultrajes y la mató! Y por ese acto, indigno de un rey, ha peresido el rey Omar Al-Nemán. Y yo, que lo he matado, sabed que soy la animosa y la vengadora, cuyo nombre es Madre de todas las Calamidades. Y no sólo, ¡oh vosotros infieles que me leéis! he matado a vuestro soberano, sino que me he apoderado de la reina Safía, hija del rey Afridonios de Constantinia, y se la voy a devolver a su padre.Después todos volveremos armados, para destruir vuestras casas y exterminaros hasta el último¡Y no quedaremos en la tierra más que nosotros los cristianos, que adoramos la Cruz!"
"Al leer este papel comprendimos toda nuestra desgracia, y nos golpeamos el rostro, y lloramos mucho tiempo. Pero ¿de qué nos servían muestras lágrimas, cuando ya se había realizado lo irreparable?
"Y fué entonces cuando anduvimos discordes para la elección del sucesor el ejército y el pueblo. Y este desacuerdo duró todo un mes, al cabo del cual, como nada se sabía de tu existencia, se resolvió elegir a tu hermano. ¡Pero Alah te puso en nuestro camino, y sucedió lo que sucedió!
"Y tal es la causa de la muerte de tu padre el rey Omar Al-Nemán". Cuando el gran visir terminó su relato, sacó el pañuelo, se lo llevó a los ojos, y empezó a llorar. Y el rey Daul'makán y la reina Nozhatú, que seguía detrás de la cortina de seda, se echaron a llorar también, lo mismo que el gran chambelán y cuantos estaban presentes.
Pero el chambelán fué el primero en decir:
"¡Oh rey! estas lágrimas ya no sirven para nada. Ahora te corresponde dar firmeza al corazón para velar por los intereses de tu reino. ¡Porque tu difunto padre sigue viviendo en ti, pues los padres viven en los hijos dignos de ellos!"
Entonces Daul'makán dejó de llorar y se preparó para la primera sesión de su reinado.
Se sentó en el trono, el chambelán se quedó de pie a su lado, el visir Dandán delante de él, y los grandes del reino se colocaron según su categoría.
Entonces, dirigiéndose al visir Dandán, le dijo: "Sepamos el contenido de los armarios de mi padre". Y el visir contestó: "¡Escucho y obedezco!" Y fué enumerando todo el contenido: dinero, riquezas y joyas; y le entregó una lista detallada. Y entonces el rey dijo: "¡Oh visir de mi padre! seguirás siendo el gran visir de mi reinado". Y el visir Dandán besó la tierra entre las manos del rey, y le deseó larga vida. Y el rey dispuso: "En cuanto a las riquezas que hemos traído con nosotros de Damasco, hay que repartirlas entre el ejército".
En este momento de su narración,
Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
PERO CUANDO LLEGO LA 87ª NOCHE
Ella dijo:
Entonces el chambelán abrió las cajas que contenían las riquezas traídas de Damasco, y no se quedó con nada absolutamente, pues todo lo repartió entre los soldados, dando las cosas mejores a los jefes del ejército. Y todos los jefes besaron la tierra entre sus manos, hicieron votos por la vida del rey, y se dijeron unos a otros:
"¡Jamás hemos visto generosidad semejante!"
Y entonces Daul'makán dió la señal de marcha; se levantó el campo, y el rey, a la cabeza del ejército, hizo su entrada en Bagdad.
Y todo Bagdad estaba adornado y los habitantes hacinados en las azoteas. Y las mujeres daban gritos de júbilo cuando pasaba el rey. Y el rey, apenas llegó a palacio, llamó al jefe de los escribas y le dictó una carta para su hermano Scharkán, relatándole todo lo ocurrido desde el principio hasta el fin, terminando de este modo:
"Y te rogamos que al recibo de la presente movilices tu ejército y vengas a unir tus fuerzas a las nuestras, para que vayamos a pelear con los infieles y venguemos la muerte de nuestro padre, lavando la mancha que debe lavarse".
Después dobló la carta, la precintó con su sello, llamó al visir Dandán y se la entregó, diciéndole: "Sólo tú, ¡oh gran visir!