Manual de historia de las ideas políticas - Tomo IV. Enrique Ferrer Corredor

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de padre anglicano y de madre católica (aunque convertida al anglicanismo por regla tras el matrimonio), su familia decide educarlo como anglicano, como a su hermano y a diferencia de su hermana (las mujeres irlandeses eran educadas bajo preceptos católicos), para no afectar una probable carrera pública del joven Edmund en el mundo de la burocracia estatal inglesa. Edmund Burke se destacó por ser un hombre educado en las artes y la filosofía, incluso en el derecho. Esa mezcla entre el hombre técnico de la leyes y el filósofo culto de la estética produjo un político anclado en las costumbres, en las tradiciones, con un profundo “sentido común” sobre aquellos valores asentados por el tiempo y por la lidia histórica entre los ciudadanos, en particular aquellos privilegiados bajo el cultivo de las ideas y los refinamientos.

      El recorrido académico de Burke crece desde su acercamiento a los autores clásicos, griegos y latinos, de 1743 a 1748 en el Trinity College de Dublín; en 1750, en Londres, estudia derecho en el Middle Temple, aunque pronto abandona este claustro. Más allá de sus credenciales desde la academia, Burke es un consumado intelectual y estudioso del derecho británico y europeo, un erudito en materia jurídica, un intelectual de la estética y de la filosofía. Este horizonte de su perfil como pensador es fundamental para sopesar la perspectiva desde la cual se le tilda como anti-ilustrado (este hecho será tratado más adelante en este ensayo).

      Sus primeros libros Una vindicación de la sociedad natural: Una visión de las miserias y males de la humanidad (1756) e Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello (1757), ya dejan trazos de su rigor intelectual, de su capacidad para construir conocimiento desde el entramado mismo del lenguaje. Burke es un profesional de la palabra, de la capacidad de mostrar los argumentos en torno a la construcción de juicios filosóficos, sociales y jurídicos. Al año siguiente publica apartados de Abridgement of the History of England, en 1759 inicia la publicación del Annual Register, un texto de anales dirigido por él.

      Burke no es acaudalado, es un hombre de Estado cuya formación y agudeza lo llevan a ejercer como asesor y consejero político. En 1765 ya actúa como secretario privado de Rockingham, primer lord del Tesoro. Pronto iniciará una brillante carrera en el Parlamento gracias a sus dotes en la oratoria y la filosofía, pero además por el rigor y la profundidad de su pensamiento. Invocaba en sus argumentos razones de humanismo, razones ilustradas y razones jurídicas. Incluso viaja a París en 1773 y toma contacto con la nobleza francesa y con los enciclopedistas. Su talante de liberal moderado (Old Wighs), lo expone en el marco consuetudinario del derecho, en el marco de la tradición de los juicios.

      Burke, que en los años noventa ya era, para gente como Mary Wollstonecraft, Richard Price, Thomas Paine o Catherine Macaulym un traidor a la causa del whigismo, un orador prepotente, un criptocatólico, un advenedizo de la gentry, un lunático (“the Irish Madman”, fue por un tiempo su apodo), había escrito en su juventud un breve tratado de estética, A philosophical Enquiryintothe Origins of our Ideas of the Sublime and the Beautiful (la primera edición es de 1757), cuyos contenidos son perfectamente representativos del prerromanticismo europeo (Adánez en: Burke, 2008, p. XVIII).

      En el ejercicio como funcionario en el Parlamento escribe la mayor parte de sus obras: Pensamientos sobre las causas del actual descontento (1770), Discurso sobre la conciliación con las colonias (1775), Reflexiones sobre la revolución en Francia (1790), entre otros.

      En Speechon American Taxation, de 1774, pronunciado un año después del Boston Tea Party, y Speechon Conciliation with America, un año antes de producirse la Declaración Americana de Independencia, defiende con denuedo la legitimidad whig de las reivindicaciones de los colonos, y atribuye a los gabinetes de turno la responsabilidad por la independencia. Simultáneamente, pronunciará el Spech to the Electors of Bristol, publicara Letters to Sherifffs of Bristol (1777) y en 1778 dará a conocer sus Two Letters to Gentkleman in Britolon the Trade of Ireland, cuyo contenido es una de las razones por las cuales perdería su escaño parlamentario. En este último texto, Burke, de conformidad con su percepción de la independencia americana y sus causas, defendía la necesidad de liberalizar el comercio con Irlanda, como un expediente para evitar que en este territorio se produjera un descontento similar al que había llevado a las élites coloniales en América a la independencia (Adánez en: Burke, 2008, p. 5).

      Burke es un pionero del pensamiento conservador1, no confundir esto con ser miembro de un partido conservador. Sin embargo, su visión sobre los hechos de su tiempo eran realmente la de un hombre de Estado, aunque riguroso con sus convicciones políticas y religiosas, era un ilustrado tanto en la política como en la economía. Su rigurosa formación le permitió formular juicios y políticas de alto nivel técnico, siempre del lado del desarrollo capitalista y de la construcción de libertad bajo reglas institucionalizadas.

      Entonces, ser conservador es preferir lo familiar a lo desconocido, preferir lo experimentado a lo no experimentado, el hecho al misterio, lo efectivo a lo posible, lo limitado a lo ilimitado, lo cercano a lo distante, lo suficiente a lo excesivo, lo conveniente a lo excesivo, lo conveniente a lo perfecto, la risa presente a la felicidad utópica (Oakesshott, 2000, p. 377).

      El proceso de construcción del discurso político de Edmund Burke se torna complejo desde su trabajo como hombre de Estado, desde los contextos comparados de las revoluciones inglesa (1688) y francesa (1789), desde el modo como concibe la razón en contraste con el aire de la Ilustración. Estos tres aspectos definen el periscopio desde el cual Burke arremete contra la revolución francesa de 1789, contra el desorden de los primeros años, cuando las instituciones francesas fueron socavadas desde sus cimientos, cuando al menos 15.000 personas fueron guillotinadas, otras 17.000 quemadas vivas y miles huyeron del país previendo ser señaladas.

      En este sentido la obra de este irlandés, un liberal muy conservador, su vida y actuaciones mismas deben indagarse desde al menos tres fuentes gruesas de sentido y de contexto: desde la evolución misma en sus semejanzas y diferencias de la historia de Inglaterra y de Francia; desde el significado en su tiempo y para nosotros de palabras como natural, liberal, conservador, ilustración, revolución, parlamento, desarrollo capitalista, entre otras; desde los acontecimientos particulares y los caminos incluso inesperados para sus propios hacedores que fue tomando la revolución. De todo este manojo conceptual, el término “natural” es crucial en el discurso de la historia de las ideas políticas, en particular en el debate desde las posturas de Edmund Burke.

      En el ámbito de este contexto, el lenguaje en Burke no solo es forma sino su uso enmascarado se torna parte de su figura política. Su estilo de escritura no tiene nada que envidiar a muchas expresiones de los siglos XX y XXI en su carácter meta-ficcional2, característico en su barroquismo y de múltiples perspectivas, de una literatura de vanguardia o posvanguardia. Su discurso se torna resbaladizo, los referentes se superponen, los conceptos son usualmente indirectos, meras analogías. La estructura global obedece a una forma que llama a un contenido no presente de modo inmediato. Nada es fundacional en su escritura, todo se estructura bajo un marco de comedia, de un sujeto enunciador con referentes oscuros, con destinatarios en clave.

      La palabra “natural” es la herida neurálgica de la postura de Burke frente a los acontecimientos políticos, en particular de los hechos revolucionarios en la Francia de 1789. Y el definir los alcances desde Burke y desde su tiempo de las relaciones entre natural, racional, ilustrado, justicia, libertad, entre otros conceptos, nos va a definir y aclarar mucho de sus posturas, pero especialmente, el alcance de las mismas e incluso, posibles contradicciones en sus detractores. La defensa

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