Historia intelectual y opinión pública en la celebración del bicentenario de la independencia. María Isabel Zapata Villamil

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Historia intelectual y opinión pública en la celebración del bicentenario de la independencia - María Isabel Zapata Villamil Taller y oficio de la Historia

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1910).

      112 Pablo Piccato, “Jurado de imprenta”, 140.

      113 Piccato, “Honor y opinión”, 146-147.

      114 Pérez Rayón, “La prensa liberal”, 145-153.

      115 Piccato, “Honor y opinión”, 163.

      116 Piccato, “Honor y opinión”, 172.

      117 Piccato, “Honor y opinión”, 162.

      118 María Teresa Camarillo, “Los periodistas en el siglo XIX. Agrupaciones y vivencias”. En La república de las letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico. Vol. 1. Ambientes, asociaciones y grupos. Movimientos, temas y géneros literarios, comp. por Belem Clark de Lara (México: UNAM, 2005), 153-163.

      EL PAPEL DE LA PRENSA COLOMBIANA Y MEXICANA ENTRE FINALES DEL SIGLO XIX Y COMIENZOS DEL XX EN EL MODELO ESTRATÉGICO DE LA OPINIÓN PÚBLICA

      En América Latina, el siglo XIX fue un periodo en el que la mayoría de los países experimentaron sistemas democráticos y republicanos. En paralelo a ese proceso, la esfera pública se caracterizó por una mayor o menor autonomía de las autoridades políticas. Al final del siglo XIX, los países latinoamericanos ingresaron progresivamente al proceso de tecnificación de la producción; proceso en el que también se involucró la prensa, no solamente por las nuevas tecnologías utilizadas en la impresión y por los nuevos requerimientos de una sociedad en transformación, sino también por la capacidad que precisamente empezó a tener la prensa para generar hechos políticos, como veremos más adelante. Esa situación hizo que la novedad fuera vista con otros ojos. Reinhart Koselleck muestra lo anterior con la definición de dos conceptos: el espacio de experiencia y el horizonte de expectativa. En términos sucintos, la experiencia es definida como el pasado rememorado, y la expectativa como el futuro imaginado. De tal modo, en la medida en que se acelera, el tiempo presente se hace más cambiante, como sucedió a finales del siglo XIX; así, la experiencia se separa cada vez más de la expectativa. En esa medida, el futuro tendrá cada vez menos que ver con las consecuencias de casos similares ocurridos en el pasado. Con esta conciencia del cambio histórico, la atención que se cierne sobre la novedad y los cambios ocurridos será mayor,1 como veremos más extensamente en los capítulos tercero y cuarto del presente estudio.

      Los cambios que se expusieron en el anterior capítulo, los cuales se presentaron en la opinión pública, fueron notorios en todos los ámbitos del proceso de producción de los mensajes de la prensa. Ya ha sido abordada la constitución de la opinión pública y, adentro de ella, ahora se explorará cómo la prensa se constituyó como un sistema de legitimación o de deslegitimación;2 un nuevo lugar de articulación cuya formulación permitirá estudiar los lenguajes organizados sobre el centenario de la independencia en Colombia y México. Desde inicios del siglo XIX, los periódicos de América Latina se dedicaron principalmente a difundir opiniones sobre política. Tal situación no cambió sustancialmente a lo largo del siglo y, como fue expuesto con anterioridad, se mantuvo hasta comienzos del siglo XX, tanto en Colombia como en México.3 No obstante, como ya se señaló, durante la segunda mitad del siglo XIX, la prensa sufrió un fuerte cambio en la medida en que la opinión pública pasó a tener las características del modelo estratégico, que han sido mencionadas en el capítulo anterior. De igual modo, el ambiente era distinto; en un modelo forense, se buscaba encontrar la verdad por medio de la discusión de opiniones; en el modelo estratégico, se necesitaba encontrar seguidores a las opiniones expuestas. Precisamente en un principio, las novedades que se incorporaron a la prensa se pusieron al servicio de dicho modelo como nuevas máquinas, nuevas maneras de escribir, nuevas formas de transmitir los mensajes, de buscar los temas que le empezaban a interesar a los lectores; y, además, se buscaron nuevas estrategias para mantener la solvencia económica de los periódicos. De esa manera, las nuevas tecnologías que aparecían en la época se incorporaban y quedaban a disposición de una prensa aún politizada, y no del corte empresarial que conocemos hoy en día. En tal contexto, las caricaturas que publicaba esta prensa reflejaban la inclusión de la nueva tecnología incorporada a la impresión. No obstante, el contenido principal de aquella misma prensa seguía siendo el interés político de un director.4 Con respecto a la prensa en México, sucedió algo similar a lo acontecido con la de Colombia; para hacerla más atrayente a los lectores, se incluyeron distintos instrumentos, como las imágenes. Asimismo, los periódicos se volvieron más complejos, con la distinción de secciones, lo cual le dio un carácter específico a cada información; se incluyeron editoriales, noticias extranjeras, poemas, noticias económicas y juegos de entretenimiento, como partidas de ajedrez u otros recursos. Hubo así una transición del predominio exclusivo de los editoriales políticos a la inclusión ocasional de información; cambio postulado con el propósito de ampliar el número de lectores y atraer más adeptos a sus intereses. En esa época, los periódicos ya enviaban reporteros a las calles, para buscar historias que contar, y en algunos casos para llegar incluso a inventar un suceso importante en el que pensar.5 De igual modo, la estrategia de obtención de ingresos implementada para subsistir ante la amplia competencia hizo que no solo se dependiera de las suscripciones y las subvenciones gubernamentales, sino que también se utilizaran otros métodos, como la venta callejera en algunos casos. En el mismo grado, los formatos y los contenidos de los diarios fueron cambiando alrededor de 1870. La prensa no dejó de ser el órgano de combate político, pero, con el paso del tiempo, los principales periódicos se hicieron gradualmente más complejos: la cobertura se amplió y, además de las editoriales y noticias de opinión, se incluyeron noticias locales y del extranjero, así como piezas literarias y avisos. Con los cambios que se dieron en la sociedad y en la opinión pública, ya no solo se buscaba atraer militantes, sino también lectores, en tanto que se dependía de ellos por temas de prestigio y de sobrevivencia económica.6 A su vez, esto hizo que el grupo de personas dedicadas a la prensa no estuviera compuesto solamente de la élite letrada, como había ocurrido a lo largo del siglo XIX, en tanto que la prensa se convirtió cada vez más en otro actor de la política; además, se generó la necesidad de ampliar los espacios de discusión, en cuyo escenario se dio más preeminencia a personajes como el redactor, el reporter, el editor y los administradores de los periódicos. Al final del siglo XIX, la modernización de la prensa hizo que el periodismo se profesionalizara cada vez más; que los procesos de producción se tecnificaran; que se diera una organización empresarial más diversificada, y que también se diera una conexión más fuerte con el mercado.7 En el año 1896, la aparición de El Imparcial cambió la estructura del periodismo como negocio y como profesión en México. Gracias a la nueva tecnología, el volumen del tiraje aumento considerablemente, y se pudo reducir el precio de cada periódico a un centavo. Los periodistas pasaron a ser empleados como cualquier otro. Con la práctica del reporter, el escritor erudito empezó a hacerse a un lado, y en su lugar se empezó a destacar el que tenía olfato para husmear en los chismes de la calle.8

      Como ha sido expuesto en la ampliación de los espacios de discusión pública evidente en el caso de la prensa, por igual tuvieron injerencia factores económicos, tecnológicos, sociales, culturales y políticos. En ese sentido, es fundamental tener en cuenta que, para analizar la opinión pública de finales del siglo XIX, no solamente nos debemos internar en su forma de funcionamiento, sino también en los discursos que ella misma emitió, lo cual remite a un marco de referencia mucho más amplio, como el republicanismo y el liberalismo que circulaban a finales del siglo XIX y comienzos del XX en Colombia y en México, a la manera que será expuesta más adelante en este trabajo. Al observar estos cambios en la opinión pública, es notorio que obedecieron a la iniciativa de autoorganización de diversos sectores de la población, así como al estímulo y la acción estatal. Como se ha explorado en el apartado anterior, en el siglo XIX las asociaciones y la prensa no solamente tenían como fin la expresión de los individuos en público, sino que terminaban por constituir el lugar de legitimidad de los gobernantes, en la medida en que estos habían perdido su legitimidad divina, y esta pasaba a manos de la voluntad de los sujetos.9

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