El ministerio médico. Elena G. de White

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El ministerio médico - Elena G. de White Biblioteca del hogar cristiano

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La parte de Cristo y la nuestra

      La obra del Salvador de servir a la humanidad doliente siempre se combinó con su ministerio de la palabra [Mat. 9:35]. Él predicó el evangelio y curó las dolencias por el mismo gran poder [Mat. 4:23]. Él hará lo mismo hoy; pero debemos cumplir nuestra parte para poner a los enfermos en contacto con el poderoso Sanador. El Salvador dejó los atrios de gloria y vino a nuestro mundo para soportar la tentación y resistir el mal, a fin de que el hombre tuviera poder para asirse de su fortaleza. El alma que se allega a Cristo por la fe viviente recibe su poder y es curada de su enfermedad.

      Hoy estamos combinando la obra de ministrar y de sanar como nunca lo hemos hecho antes. Trabajamos para educar a nuestro pueblo a tratar la enfermedad del cuerpo, a recuperar la salud y a mantenerse bien cuando se la ha restaurado.–Manuscrito 95, 1908.

       Misioneros genuinos como pioneros

      Una noche fui despertada para recibir la instrucción de escribir un testimonio directo con relación a la obra de nuestra escuela de Loma Linda. Esa escuela debe llevar a cabo una obra solemne y sagrada. Las enseñanzas de la reforma pro salud debían sobresalir clara y brillantemente, para que todos los jóvenes que allí asistieran pudiesen aprender a practicarlas. Todos nuestros educadores debieran ser estrictos reformadores de la salud. El Señor desea que misioneros genuinos salgan de nuestras escuelas como pioneros. Ellos deben estar completamente consagrados a la obra como obreros juntamente con Dios, ampliando diariamente su esfera de utilidad y santificándose cada vez más por medio de la verdad. La influencia de un maestro médico misionero consagrado es inestimable en nuestras escuelas.–Manuscrito 31, 1908.

       El estudiante de Medicina

      Mientras se prepara para su vocación, al estudiante de Medicina se le debe estimular a alcanzar el más alto desarrollo posible de todas sus facultades. Sus estudios, por exigentes que sean, no necesitan forzosamente minar su salud física, ni disminuir su regocijo en las cosas espirituales. Durante toda su preparación puede crecer continuamente en la gracia y en el conocimiento de la verdad; y, al mismo tiempo, aumentar sin cesar la reserva de conocimiento que le hará un sabio en su profesión.

      A los estudiantes de Medicina quisiera decirles: Inicien vuestros estudios con la resolución de hacer lo recto y conservar los principios cristianos. Huyan de la tentación, y eviten toda influencia del mal. Conserven vuestra integridad del alma. Mantengan un aprecio concienzudo de la verdad y la justicia. Sean fieles en las responsabilidades más pequeñas, y muéstrense reflexivos, críticos, con corazón sano e íntegros, siendo leales a Dios y fieles a la humanidad.

       Oportunidades

      Hay oportunidades delante de ustedes; si son estudiosos y sinceros pueden obtener una educación del más alto valor. Saquen el mejor partido de vuestros privilegios. No se conformen con logros comunes; procuren calificarse para ocupar puestos de confianza en relación con la obra del Señor en la tierra. Unidos con el Dios de sabiduría y poder, pueden llegar a ser intelectualmente fuertes y cada vez más capaces como ganadores de almas. Pueden llegar a ser hombres y mujeres de responsabilidad e influencia si, por el poder de la voluntad acoplada con la fuerza divina, se dedican con fervor al trabajo de obtener la preparación adecuada.

      Ejerciten las facultades mentales, y en ningún caso descuiden el desarrollo físico. No permitan que la pereza intelectual les cierre el paso a mayores conocimientos. Aprendan a reflexionar tanto como a estudiar, para que su mente se amplíe, fortalezca y desarrolle. Nunca piensen que han aprendido bastante, y que pueden ahora disminuir sus esfuerzos. La mente cultivada es la medida del hombre. Vuestra educación debe continuar durante toda vuestra vida. Cada día deben aprender y poner en práctica todo el conocimiento que hayan adquirido.

      A fin de que lleguen a ser hombres y mujeres en quienes se pueda confiar, deben desarrollar vuestras facultades, ejercitar toda aptitud, aun en las cosas pequeñas; entonces adquirirán mayor capacidad para llevar mayores responsabilidades. La responsabilidad individual es esencial. Al poner en práctica lo que están aprendiendo durante vuestros días estudiantiles, no rehuyan llevar vuestra parte de responsabilidad, porque haya riesgos que correr, o algo que aventurar. No permitan que los otros sean cerebros para ustedes.

      Deben educar sus facultades para que sean fuertes y vigorosas; los talentos que se les han confiado crecerán siempre que ejerzan una energía constante, uniforme e inquebrantable en el desempeño de la responsabilidad individual. Dios quiere que añadan día tras día, poco a poco, algo a vuestra reserva de ideas, actuando como si los momentos fuesen joyas, que se han de juntar cuidadosamente y atesorar discretamente. Adquirirán así amplitud de miras y fuerza intelectual.

       No desperdicien las horas

      Dios no requerirá del hombre ninguna cuenta más estricta que la que pedirá por la manera como ocupó su tiempo. ¿Malgastó y abusó de sus horas? Dios nos ha concedido la preciosa bendición de la vida, pero no para que la desperdiciemos en la satisfacción egoísta. Nuestra obra es demasiado solemne, demasiado corto el tiempo para servir a Dios y a nuestros semejantes, para que lo dediquemos a buscar fama. ¡Oh, si los hombres se detuvieran en sus aspiraciones donde Dios trazó los límites, qué diferente servicio recibiría el Señor!

       Cabalidad

      Son muchos los que tienen tanto apuro por alcanzar posiciones distinguidas, que pasan por alto algunos de los peldaños de la escalera; y al hacerlo, pierden la experiencia que deben tener para ser obreros inteligentes. En su celo, el conocimiento de muchas cosas les parece sin importancia. Pasan rápidamente por la superficie, y no penetran hondamente en la mina de la verdad, para adquirir por un proceso lento y esmerado una experiencia que los habilitaría para ser de ayuda especial a los demás. Queremos que nuestros estudiantes de Medicina sean hombres y mujeres muy cabales, que consideren como su deber aprovechar todo talento a ellos confiado, a fin de que puedan duplicar finalmente su capital.

      La luz que Dios ha dado en los lineamientos médico-misioneros no hará que su pueblo sea considerado como inferior en el conocimiento médico científico, sino que lo colocará en la más alta eminencia. Dios quiere que se destaque como un pueblo sabio y comprensivo porque cuenta con su presencia. En la fuerza de aquel que es la fuente de toda sabiduría y de toda gracia, pueden vencerse los defectos y la ignorancia.

       Un alto objetivo

      Procure cada estudiante de Medicina alcanzar una norma elevada. Bajo la disciplina del mayor de los maestros nuestro curso debe ser siempre ascendente, hacia la perfección. Todos los que están relacionados con la obra médico misionera deben aprender. Nadie se detenga para decir: “No puedo hacer esto”. Más bien diga: “Dios quiere que yo sea perfecto. Espera que trabaje apartado de todo lo común y vil, y que me esfuerce por alcanzar lo que sea de la más alta calidad”.

      Hay un solo poder que puede hacer de los alumnos de Medicina lo que debieran ser y mantenerlos firmes: la gracia de Dios y la fuerza de la verdad, al ejercer su influencia salvadora sobre la vida y el carácter. Los estudiantes que se proponen servir a la humanidad doliente no hallarán fin a sus estudios antes de llegar al cielo. Debe adquirirse el conocimiento que se llama ciencia, y al mismo tiempo el que lo busca ha de reconocer diariamente que el temor de Dios es el principio de la sabiduría [Sal. 111:10]. Todo lo que fortalezca la mente debe cultivarse al máximo posible; y a la vez, se debe buscar a Dios en procura de sabiduría; porque a menos que uno sea guiado por la sabiduría de lo alto, llegará a ser presa fácil del poder engañador de Satanás. Llegarán a ser grandes en sus propios ojos, pomposos y llenos

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