Dramas de Guillermo Shakespeare: El Mercader de Venecia, Macbeth, Romeo y Julieta, Otelo. William Shakespeare

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Dramas de Guillermo Shakespeare: El Mercader de Venecia, Macbeth, Romeo y Julieta, Otelo - William Shakespeare страница 11

Автор:
Серия:
Издательство:
Dramas de Guillermo Shakespeare: El Mercader de Venecia, Macbeth, Romeo y Julieta, Otelo - William Shakespeare

Скачать книгу

elegiré lo que muchos desean. No seré como la multitud grosera y sin juicio. Vamos á tí, arca brillante de precioso metal: «Quien me elija, alcanzará lo que merece.» Está bien, ¿qué alma bien nacida querrá obtener ninguna ventaja ni triunfar del hado, sin un mérito real? ¿A quién contentará un honor inmerecido? ¡Dichoso aquel dia en que no por subterráneas intrigas, sino por las dotes reales del alma, se consigan los honores y premios! ¡Cuántas frentes, que ahora están humilladas, se cubrirán de gloria entonces! ¡Cuántos de los que ahora dominan querrian ser entonces vasallos! ¡Qué de ignominias descubriríamos al traves de la púrpura de reyes, emperadores y magnates! ¡Y cuánta honra encontraríamos soterrada en el lodo de nuestra edad! Siga la eleccion: «Alcanzará lo que merece.» Mérito tengo. Venga la llave, que esta caja encierra sin duda mi fortuna.

      PÓRCIA.

      Mucho lo habeis pensado para tan corto premio como habeis de encontrar.

      EL INFANTE.

      ¿Qué veo? La cara de un estúpido que frunce el entrecejo y me presenta una carta. ¡Cuán diverso es su semblante del de la hermosísima Pórcia! ¡Otra cosa aguardaban mis méritos y esperanzas! «Quien me elija, alcanzará lo que merece.» ¿Y no merezco más? ¿La cara de un imbécil? ¿Ese es el premio que yo ambicionaba? ¿Tan poco valgo?

      PÓRCIA.

      El juicio no es ofensa: son dos actos distintos.

      EL INFANTE.

      ¿Y qué dice ese papel? (Lee.) «Siete veces ha pasado este metal por la llama: siete pruebas necesita el juicio para no equivocarse. Muchos hay que toman por realidad los sueños: natural es que su felicidad sea sueño tambien. Bajo este blanco metal has encontrado la faz de un estúpido. Muchos necios hay en el mundo que se ocultan así. Cásate á tu voluntad, pero siempre me tendrás por símbolo. Adios.» Todavía seria estupidez mayor, no irme ahora mismo. Como un necio vine á galantear, y ahora llevo dos cabezas nuevas, la mia y otra ademas. Quédate con Dios, Pórcia: no faltaré á mi juramento.

      PÓRCIA.

      Huye, como la mariposa que se quema las alas escapa del fuego. ¡Qué necios son por querer pasarse de listos!

      NERISSA.

      Bien dice el proverbio: Sólo su mala fortuna lleva al necio al altar ó á la horca.

      UN CRIADO.

      ¿Dónde está mi señora?

      PÓRCIA.

      Aquí.

      EL CRIADO.

      Se apea á vuestra puerta un jóven veneciano, anunciando á su señor, que viene á ofreceros sus respetos y joyas de gran valía. El mensajero parece serlo del amor mismo. Nunca amaneció en primavera, anunciadora del ardiente estío, tan risueña mañana como el rostro de este nuncio.

      PÓRCIA.

      Silencio. ¡Por Dios! tanto me lo encareces, que recelo si acabarás por decirme que es pariente tuyo. Vamos, Nerissa: quiero ver á tan gallardo mensajero.

      NERISSA.

      Su señor es Basanio, ó mucho me equivoco.

Ilustración de adorno

       Índice

      ESCENA PRIMERA.

      Calle de Venecia.

      SALANIO y SALARINO.

      SALANIO.

Q ilustrada

      ¿Qué se dice en Rialto?

      SALARINO.

      Corren nuevas de que una nave de Antonio, cargada de ricos géneros, ha naufragado en los estrechos de Goodwins, que son unos escollos de los más temibles, y donde han perecido muchas orgullosas embarcaciones. Esto es lo que sucede, si es que no miente la parlera fama, y se porta hoy como mujer de bien.

      SALANIO.

      ¡Ojalá que por esta vez mienta como la comadre más embustera de cuantas comen pan! Pero la verdad es, sin andamos en rodeos ni ambages, que el pobre Antonio, el buen Antonio... ¡Oh si encontrara yo un adjetivo bastante digno de su bondad!

      SALARINO.

      Al asunto, al asunto.

      SALANIO.

      ¿Al asunto dices? Pues el asunto es que ha perdido un barco.

      SALARINO.

      ¡Quiera Dios que no sea más que uno!

      SALANIO.

      ¡Ojalá! No sea que eche á perder el demonio mis oraciones, porque aquí viene en forma de judío.

      (Sale Sylock.)

      ¿Cómo estás, Sylock? ¿Qué novedades cuentan los mercaderes?

      SYLOCK.

      Vosotros lo sabeis. ¿Quién habia de saber mejor que vosotros la fuga de mi hija?

      SALARINO.

      Es verdad. Yo era amigo del sastre que hizo al pájaro las alas con que voló del nido.

      SALANIO.

      Y Sylock no ignoraba que el pájaro tenia ya plumas, y que es condicion de las aves el echar á volar en cuanto las tienen.

      SALARINO.

      Por eso la condenarán.

      SALANIO.

      Es claro: si la juzga el demonio.

      SYLOCK.

      ¡Ser infiel á mi carne y sangre!

      SALANIO.

      Más diferencia hay de su carne á la tuya que del marfil al azabache, y de su sangre á la tuya que del vino del Rhin al vino tinto. Dinos: ¿sabes algo de la pérdida que ha tenido Antonio en el mar?

      SYLOCK.

      ¡Vaya otro negocio! ¡Un mal pagador, que no se atreve á comparecer en Rialto! ¡Un mendigo que hacia alarde de lujo, paseándose por la playa! A ver cómo responde de su fianza. Para eso me llamaba usurero. Que responda de su fianza. Decia que prestaba dinero por caridad cristiana. Que responda de su fianza.

      SALARINO.

      De seguro que si no cumple el contrato,

Скачать книгу