Dramas de Guillermo Shakespeare: El Mercader de Venecia, Macbeth, Romeo y Julieta, Otelo. William Shakespeare
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Dramas de Guillermo Shakespeare: El Mercader de Venecia, Macbeth, Romeo y Julieta, Otelo - William Shakespeare страница 17
BASANIO.
No basta, cruel hebreo, para disculpar tu fiereza increible.
SYLOCK.
Ni yo pretendo darte gusto.
BASANIO.
¿Y mata siempre el hombre á los séres que aborrece?
SYLOCK.
¿Y quién no procura destruir lo que él odia?
BASANIO.
No todo agravio provoca á tanta indignacion desde luego.
SYLOCK.
¿Consentirás que la serpiente te muerda dos veces?
ANTONIO.
Mira que estás hablando con un judío. Más fácil te fuera arengar á las olas de la playa cuando más furiosas están, y conseguir que se calmen; ó preguntar al lobo por qué devora á la oveja, y deja huérfano al cordero; ó mandar callar á los robles de la selva, y conseguir que el viento no agite sus verdes ramas: en suma, mejor conseguirias cualquier imposible, que ablandar el durísimo corazon de ese hebreo. No le ruegues más, no le importunes: haz que la ley se cumpla pronto, á su voluntad.
BASANIO.
En vez de los tres mil ducados toma seis.
SYLOCK.
Aunque dividieras cada uno de ellos en seis, no lo aceptaria. Quiero que se cumpla el trato.
DUX.
¿Y quién ha de tener compasion de tí, si no la tienes de nadie?
SYLOCK.
¿Y qué he de temer, si á nadie hago daño? Tantos esclavos teneis, que pueden serviros como mulos, perros ó asnos en los oficios más viles y groseros. Vuestros son; vuestro dinero os han costado. Si yo os dijera: dejadlos en libertad, casadlos con vuestras hijas, no les hagais sudar bajo la carga, dadles camas tan nuevas como las vuestras y tan delicados manjares como los que vosotros comeis, ¿no me responderiais: «son nuestros?» Pues lo mismo os respondo yo. Esa libra de carne que pido es mia, y buen dinero me ha costado. Si no me la dais, maldigo de las leyes de Venecia, y pido justicia. ¿Me la dais? ¿sí ó no?
DUX.
Usando de la autoridad que tengo, podria suspender el consejo, si no esperase al Dr. Belario, famoso jurisconsulto de Pisa, á quien deseo oir en este negocio.
SALARINO.
Señor: fuera aguarda un criado que acaba de llegar de Pádua con cartas del doctor.
DUX.
Entregádmelas, y que pase el criado.
BASANIO.
¡Valor, Antonio! Te juro por mi nombre, que he de dar al judío toda mi carne, y mi sangre, y mis huesos, antes que consentir que vierta una sola gota de la sangre tuya.
ANTONIO.
Soy como la res apartada en medio de un rebaño sano. La fruta podrida es siempre la primera que cae del árbol. Dejadla caer: tú, Basanio, sigue viviendo, y con eso pondrás un epitafio sobre mi sepulcro.
(Sale Nerissa, disfrazada de pasante de procurador.)
DUX.
¿Vienes de Pádua? ¿Traes algun recado del Dr. Belario?
NERISSA.
Vengo de Pádua, señor. Belario os saluda. (Le entrega la carta.)
BASANIO.
Sylock, ¿por qué afilas tanto tu cuchillo?
SYLOCK.
Para cortar á Antonio la carne que me debe.
GRACIANO.
Ningun metal, ni áun el hierro de la segur del verdugo, te iguala en dureza, maldecido hebreo. ¿No habrá medio de amansarte?
SYLOCK.
No, por cierto, aunque mucho aguces tu entendimiento.
GRACIANO.
¡Maldicion sobre tí, infame perro! ¡Maldita sea la justicia que te deja vivir! Cuando te veo, casi doy asenso á la doctrina pitagórica que enseña la transmigracion de las almas de los brutos á los hombres. Sin duda tu alma ha sido de algun lobo, inmolado por homicida, y que desde la horca fué volando á meterse en tu cuerpo, cuando aún estabas en las entrañas de tu infiel madre: porque tus instintos son rapaces, crueles y sanguinarios como los del lobo.
SYLOCK.
Como no logres quitar el sello del contrato, nada conseguirás con tus destempladas voces sino ponerte ronco. Graciano, modera tus ímpetus y no pierdas la razon. Yo sólo pido justicia.
DUX.
Belario en esta carta recomienda al Consejo un jóven bachiller, buen letrado. ¿Dónde está?
NERISSA.
Muy cerca de aquí, aguardando vuestra licencia para entrar.
DUX.
Y se la doy de todo corazon. Vayan dos ó tres á recibirle de la manera más respetuosa. Entre tanto, leamos de nuevo la carta de Belario: «Alteza: cuando recibí vuestra carta me hallaba gravemente enfermo, pero dió la casualidad de que, en el momento de llegar el mensajero, estaba conmigo un jóven doctor de Pádua llamado Baltasar. Le conté el pleito entre Antonio y el judío: repasamos pronto muchos libros: le dije mi parecer, que es el que os expondrá, rectificado por su inmenso saber, para el cual no hay elogio bastante. Él hará lo que deseais. No os fijeis en lo mozo que es, ni creais que por eso vale menos, pues nunca hubo en cuerpo tan juvenil tan maduro entendimiento. Recibidle, pues, y más que mi recomendacion, han de favorecerle sus propias acciones.» Esto es lo que Belario dice. Aquí viene el Doctor, si no me equivoco.
(Sale Pórcia, de abogado.)
Dadme la mano. ¿Venis por encargo de Belario?
PÓRCIA.
Sí, poderoso señor.
DUX.
Bien venido