Dramas de Guillermo Shakespeare: El Mercader de Venecia, Macbeth, Romeo y Julieta, Otelo. William Shakespeare
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Читать онлайн книгу Dramas de Guillermo Shakespeare: El Mercader de Venecia, Macbeth, Romeo y Julieta, Otelo - William Shakespeare страница 16
Contaré á mi marido tus palabras, Lanzarote. Mírale, aquí viene.
LORENZO.
Voy á tener celos de tí, Lanzarote, si sigues hablando en secreto con mi mujer.
JÉSSICA.
Nada de eso, Lorenzo: no tienes motivo para encelarte, porque Lanzarote y yo hemos reñido. Me estaba diciendo que yo no tendria perdon de Dios, por ser hija de judío, y añade que tú no eres buen cristiano, porque, convirtiendo á los judíos, encareces el tocino.
LORENZO.
Más fácil me seria, Lanzarote, justificarme de eso, que tú de haber engruesado á la negra mora, que está embarazada por tí, Lanzarote.
LANZAROTE.
No me extraña que la mora esté más gorda de lo justo. Siempre será más mujer de bien de lo que yo creia.
LORENZO.
Todo el mundo juega con el equívoco, hasta los más tontos... Dentro de poco, los discretos tendrán que callarse, y sólo merecerá alabanza en los papagayos el don de la palabra. Adentro, pícaro: dí á los criados que se dispongan para la comida.
LANZAROTE.
Ya están dispuestos, señor: cada cual tiene su estómago.
LORENZO.
¡Qué ganas de broma tienes! Diles que pongan la comida.
LANZAROTE.
Tambien está hecho. Pero mejor palabra seria «cubrir».
LORENZO.
Pues que cubran.
LANZAROTE.
No lo haré, señor: sé lo que debo.
LORENZO.
Basta de juegos de palabras. No agotes de una vez el manantial de tus gracias. Entiéndeme, ya que te hablo con claridad. Dí á tus compañeros que cubran la mesa y sirvan la comida, que nosotros iremos á comer.
LANZAROTE.
Señor, la mesa se cubrirá, la comida se servirá, y vos ireis á comer ó no, segun mejor cuadre á vuestro apetito.
(Vase.)
LORENZO.
¡Oh, qué de necedades ha dicho! Tiene hecha sin duda provision de gracias. Otros bufones conozco de más alta ralea, que por decir un chiste, son capaces de alterar y olvidar la verdadera significacion de las cosas. ¿Qué piensas, amada Jéssica? Dime con verdad: ¿Te parece bien la mujer de Basanio?
JÉSSICA.
Más de lo que puedo darte á entender con palabras. Muy buena vida debe hacer Basanio, porque tal mujer es la bendicion de Dios y la felicidad del paraíso en la tierra, y si no la estima en la tierra, no merecerá gozarla en el cielo. Si hubiera contienda entre dos divinidades, y la una trajese por apuesta una mujer como Pórcia, no encontraria el otro dios ninguna otra que oponerla en este bajo mundo.
LORENZO.
Tan buen marido soy yo para tí, como ella es buena mujer.
JÉSSICA.
Pregúntamelo á mí.
LORENZO.
Vamos primero á comer.
JÉSSICA.
No: déjame alabarte, mientras yo quiera.
LORENZO.
No: déjalo: vamos á comer: á los postres dirás lo que quieras, y así digeriré mejor.
(Vanse.)
ACTO IV.
ESCENA PRIMERA.
Tribunal en Venecia.
DUX, SENADORES, ANTONIO, BASANIO, GRACIANO, SALARINO y SALANIO.
DUX.
¿Y Antonio?
ANTONIO.
Á vuestras órdenes, Alteza.
DUX.
Te tengo lástima, porque vienes á responder á la demanda de un enemigo cruel y sin entrañas, en cuyo pecho nunca halló lugar la compasion ni el amor, y cuya alma no encierra ni un grano de piedad.
ANTONIO.
Ya sé que V. A. ha puesto empeño en calmar su feroz encono, pero sé tambien que permanece inflexible, y que no me queda, segun las leyes, recurso alguno para salvarme de sus iras. A ellas sólo puedo oponer la paciencia y la serenidad. Mi alma tranquila y resignada soportará todas las durezas y ferocidades de la suya.
DUX.
Decid que venga el judío ante el tribunal.
SALARINO.
Ya viene, señor. Está fuera, esperando vuestras órdenes.
(Entra Sylock.)
DUX.
¡Haceos atras! ¡Que se presente Sylock! Cree el mundo, y yo con él, que quieres apurar tu crueldad hasta las heces, y luego cuando la sentencia se pronuncie, haces alarde de piedad y mansedumbre, todavía más odiosas que tu crueldad primera. Cree la gente que en vez de pedir el cumplimiento del contrato que te concede una libra de carne de este desdichado mercader, desistirás de tu demanda, te moverás á lástima, le perdonarás la mitad de la deuda, considerando las grandes pérdidas que ha tenido en poco tiempo, y que bastarian á arruinar al más opulento mercader monarca, y á conmover entrañas de bronce y corazones de pedernal, aunque fuesen de turcos ó tártaros selváticos, ajenos de toda delicadeza y buen comedimiento. Todos esperamos de tí una cortes respuesta.
SYLOCK.
Vuestra Alteza sabe mi intencion, y he jurado por el sábado lograr cumplida venganza. Si me la negais, ¡vergüenza eterna para las leyes y libertades venecianas! Me direis que ¿por qué estimo más una libra de carne de este hombre que tres mil ducados?