¿Cómo debemos rendirle culto?. R. C. Sproul

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¿Cómo debemos rendirle culto? - R. C. Sproul

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      Nosotros ya no vamos al santuario y esparcimos sangre de toros y machos cabríos sobre un altar. Sin embargo, todavía damos dádivas a Dios. Seguimos llevando nuestro diezmo y nuestras ofrendas a Él como parte de nuestra expresión externa de compromiso con Él. Pero recordamos las palabras de David en su salmo penitencial: “Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Salmos 51:16-17). David entendió lo que Abel entendió pero que nunca se le ocurrió a Caín: el sacrificio que Dios acepta es aquel que es agradable a Él, aquel que no se vuelve profano por una motivación egoísta o una farsa deshonesta, sino un sacrificio que viene del corazón.

      Es como si Pablo hubiera dicho a los romanos: “Piensen en el evangelio. ¿Cuál es su respuesta a lo que Cristo ha hecho por ustedes–Cristo, quien no escatimó nada, quien dio Su vida por Su pueblo, quien hizo el sacrificio definitivo por Sus ovejas? ¿Cómo respondemos a eso? ¿Cuál es la respuesta razonable?”. Pablo dijo: “Este es vuestro culto racional o vuestra adoración espiritual”.

      Así que debemos responder al evangelio con un sacrificio–no un sacrificio de dinero, de tiempo, o de bienes materiales, sino un sacrificio de nuestras vidas. Pablo dijo que debemos presentar a Dios nuestros cuerpos –es decir, nosotros mismos– como sacrificios vivos. El sacrificio de Abel fue aceptable a Dios cuando ofreció un animal; pero era un sacrificio muerto. Pablo estaba diciendo que, a la luz del evangelio, Dios quiere un sacrificio vivo. Él no está pidiendo que seamos mártires o que demos nuestra sangre. Él quiere algo más; quiere nuestras vidas. La respuesta de la fe es darse a sí mismo, cuerpo y alma, a Cristo.

      En las primeras semanas de mi vida cristiana después de mi conversión en 1957, escuché un himno en particular por primera vez. Se llamaba “A donde Él me guíe, le seguiré”, y dice: “Puedo escuchar a mi Salvador llamándome”. La canción sugiere que nuestra respuesta al llamado de Cristo debe ser la respuesta de los discípulos, quienes dejaron todo para seguirle. Eso tenía sentido para mí. Yo entendí, incluso en las primeras dos semanas de mi experiencia cristiana, que Dios es serio y determinado en Sus acciones. Él quiere nuestros corazones, nuestras almas, nuestras vidas. Él quiere que la búsqueda de Su reino sea la ocupación principal y central de nuestras vidas. Él no quiere que juguemos con la religión, que incursionemos en la iglesia, o que simplemente firmemos un cheque. Él nos quiere a nosotros–cuerpo y alma.

      Yo no he dado ese sacrificio. Nunca he dado todo mi ser a Dios ni le he dado mi culto racional. He fallado en mi deber espiritual. Y sin embargo, eso es la adoración–presentarnos a nosotros mismos en el altar de la alabanza, para que lo que pensemos, hagamos y cómo vivamos sea motivado por un deseo de honrar a Dios. Yo desearía poder decirle a Dios en el día del juicio: “Oh, Dios, todo lo que hice fue hecho por el deseo de honrarte”. Pero será mejor que no le diga eso estando de pie enfrente de Él, porque si lo hago sé lo que Él respondería. Me diría que cada sacrificio que he ofrecido ha sido empañado, manchado y comprometido por el pecado que he traído con él. Si Él mirara el sacrificio que yo ofrecí, incluso si lo ofrecí en el nombre de Cristo, Él lo rechazaría tan radicalmente como rechazó la ofrenda de Caín. Mi única esperanza es la gloriosa verdad de que la ofrenda que le doy a mi Creador hoy es llevada a Su presencia por el Mediador perfecto, quien toma nuestros sacrificios de alabanza y los presenta al Padre.

      Pablo dijo: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1). El sacrificio de nuestras vidas a Dios es la única respuesta razonable ante Aquel que ha pagado un costo tan alto por nuestra redención. Solo de esta manera podemos honrar sinceramente al único Dios verdadero.

      GUÍA DE ESTUDIO DEL CAPÍTULO 3

      INTRODUCCIÓN

      Cristo se ofreció a sí mismo como el sacrificio de sangre definitivo por el pecado. Ya no ofrecemos animales muertos a Dios. En lugar de eso, a la luz de todo lo que Cristo ha hecho por nosotros, nuestra respuesta lógica, nuestra latria razonable, es ofrecernos a nosotros mismos a Dios como sacrificios vivos. Ofrecemos todo lo que somos y hacemos para honrar a Dios.

      OBJETIVOS DE APRENDIZAJE

      1 Ser capaz de explicar qué significa adorar en espíritu y en verdad.

      2 Ser capaz de explicar qué significa ofrecerse a sí mismo como un sacrificio vivo y por qué debemos hacerlo.

      CITAS

      Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.

      –Juan 4:24

      Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional (latria).

      –Romanos 12:1

      BOSQUEJO

      1 Adoración sinceraPodemos identificar la diferencia entre las palabras de elogio genuinas y la adulación insincera. La adulación nos ofende.La alabanza insincera no lastima los sentimientos de Dios, pero tampoco lo honra. La verdadera adoración debe ser sincera.La alabanza genuina expresa honor, estima, respeto y admiración.

      2 En espíritu y en verdadAl decir que el Padre busca a aquellos que lo adoren en espíritu y en verdad, Jesús estaba diciendo que el lugar y la sustancia del sacrificio era menos importantes que lo que es verdadero (genuino) y espiritual (del espíritu del adorador).Jesús mismo siempre fue auténtico en la honra que le daba constantemente al Padre.

      3 Sacrificios vivosPablo expresó en Romanos 12 una súplica apasionada: “Os ruego…”.Su “así que” significa “a la luz de la revelación de Dios de la justicia hecha disponible para nosotros por la fe, a la luz de la gracia de elección de Dios, les ruego algo que debe fluir de todo el evangelio”.Luego dijo: “Les ruego que se presenten como un sacrificio vivo, un sacrificio que es santo, sagrado, aceptable a Dios, que es su adoración espiritual”.Él quiso decir: “¿Cuál es tu respuesta razonable a lo que Cristo ha hecho por ti? Es ofrecer tu vida, ofrecerte tú mismo”.Ofrecernos a nosotros mismos significa que todo lo que pensamos, hacemos y cómo vivimos es motivado por un deseo de honrar a Dios.Nuestros motivos siempre están viciados por el pecado, pero podemos confiar en Cristo nuestro Mediador para presentar nuestras ofrendas al Padre.

      ESTUDIO BÍBLICO

      1 De acuerdo con Jesús en Mateo 6:1-18, ¿qué está mal con la manera en que los hipócritas dan dinero, oran y ayunan? ¿Hacer estas cosas en la adoración colectiva es un problema? ¿Es posible hacer estas cosas en el contexto de la adoración pública sin ser hipócrita? Si es así, ¿cómo? Si no, ¿por qué no?

      2 Números 6:1-21 explica cómo un israelita podía ofrecerse a sí mismo a Dios como nazareo, un tipo especial de devoción a Dios. ¿Cuáles eran las señales externas de esta ofrenda de uno mismo a Dios? ¿Cuál podría haber sido el significado de esas señales externas particulares? ¿Cómo es que la ofrenda de uno mismo a Dios es similar hoy? ¿Cómo es diferente?

      3 En Romanos 6:12-19, Pablo amplia nuestro entendimiento de lo que significa ofrecer nuestros cuerpos como sacrificios vivos. ¿Qué de lo que él afirmó aquí completa nuestro entendimiento de Romanos 12:1? ¿De qué maneras

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