Hibridismo cultural. Peter Burke

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Hibridismo cultural - Peter  Burke Universitaria

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los que dedicó un estudio al final de esta etapa. La segunda, definida como de exploración de las nuevas formas de historia cultural, comprende fundamentalmente la década de los noventa, aunque su punto de arranque se encuentra en la colección de ensayos recogidos en el volumen dedicado a la antropología histórica de la Italia moderna, el libro más importante de Burke en los años ochenta. Esta obra «bisagra» y la colección de ensayos que cierra el final de la etapa (Formas de historia cultural) enmarcan y definen unos años de exploración de nuevos territorios y teorías, hasta entonces poco habituales entre los historiadores. La reflexión más importante de esos años, y posiblemente la más sofisticada que haya elaborado hasta aquí, la constituye Historia y teoría social, un libro publicado en 1992 y sustancialmente actualizado en la edición de 2005. Desde un eclecticismo consciente, en este trabajo se perfilan las posiciones a las que Burke se ha inclinado con firmeza creciente en la última década. La tercera etapa, comenzada con el cambio del siglo y quizás aún abierta en el momento actual, se define por la búsqueda de una práctica de historia total en la que el predominio de la historia cultural se combine con una atención similar a la historia social. La «venganza» de esta última constituye uno de los puntos finales de ¿Qué es la historia cultural?, un trabajo teórico susceptible tal vez más que otros de una lectura biográfica y posiblemente el más importante de esta etapa, junto con la elaboración más reciente de sus reflexiones sobre las mezclas, el hibridismo y la traducción cultural, que el lector tiene entre sus manos.

      EL COMPROMISO CON LA HISTORIA SOCIAL Y LA INSPIRACIÓN DE ANNALES

      En una distendida entrevista reciente, Peter Burke comentaba el entusiasmo que le había producido el descubrimiento de la historiografía francesa de la Escuela de Annales a principios de los años sesenta, cuando aún era estudiante en la Universidad de Oxford. El programa de estudios de Historia en este tradicional centro académico era muy conservador; se limitaba básicamente a la historia política nacional y se caracterizaba por un enfoque esencialmente empírico, desprovisto de preocupaciones teóricas. El joven estudioso se identificó fácilmente con el combate de los fundadores de la Escuela de Annales, a favor de una historia problematizada, que se inspiraba en la teoría social y que favorecía el análisis de las estructuras sobre la descripción de los acontecimientos. Aunque el entusiasmo no bastó para lanzarle a estudiar junto a Fernand Braudel, el principal representante de la Escuela en esos años, el nombre de este influyente historiador reaparece a lo largo de la entrevista como uno de sus principales «héroes» o «modelos», y como «interlocutor imaginario» mientras escribía alguno de sus primeros libros[2]. En 1962, Burke se incorporó como profesor en la moderna Universidad de Sussex, donde inicialmente continuó trabajando en sus primeras investigaciones sobre la escritura de la historia en los siglos XVI y XVII, comenzadas en Oxford bajo la dirección de Hugh Trevor-Roper. En algunas de las publicaciones más tempranas sobre este tema se detecta vagamente la influencia de los planteamientos franceses, por ejemplo en el recurso a la historia comparativa (entre China y Europa) y en la aspiración a un enfoque social de la historia de las ideas[3]. Pero el modelo de Annales se hizo verdaderamente influyente en la siguiente década. Como apuntaba en la citada entrevista, su libro sobre el Renacimiento italiano, publicado en 1972, combinaba los planteamientos de la historia cultural asociada con los estudiosos del arte (Jacob Burckhardt, Aby Warburg y Erwin Panofsky) con una histoire sérielle, basada en el análisis de varios centenares de biografías de artistas y escritores. Ese mismo año, el historiador británico editaba la traducción al inglés de una colección de artículos originalmente publicados en la revista Annales, colección que encabezaba el famoso ensayo de Braudel sobre la longue durée. Poco después publicó una selección de artículos de Lucien Febvre, con una introducción sobre su obra y sus principales aportaciones, que en su opinión merecían ser conocidas por los lectores ingleses tanto como los escritos de su colega Marc Bloch[4].

      Ciertamente, además de Annales hubo otras influencias importantes en la primera etapa de la carrera profesional de Burke. En una breve relación de los mentores que más le han marcado, nuestro autor citaba a Christopher Hill y Lawrence Stone, ambos profesores en el Oxford de los cincuenta, a Keith Thomas, uno de sus primeros tutores, y a Eric Hobsbawm y Raphael Samuel, con los que tuvo más contacto a partir de los años sesenta y setenta. Este grupo de historiadores constituye un ejemplo excelente del empuje que la historia social, aunque todavía minoritaria, comenzaba a tener en la Inglaterra de esos años. El principal impulso para la renovación de esta disciplina era de inspiración marxista y estuvo vinculado a los primeros años de la revista Past and Present, en la que colaboraron activamente Hill y Hobsbawm, mientras que Samuel fue uno de los principales impulsores del History Workshop, un grupo de investigación y discusión políticamente muy comprometido y vinculado a una escuela para adultos de la ciudad de Oxford, que también publicó una revista del mismo nombre[5]. Por su parte, y de maneras distintas, en la historia social de Stone y Thomas tenía más peso la obra de Max Weber. Prácticamente contemporáneo de Thomas y Samuel, con los que ha tenido una relación más intensa, Burke no fue ni mucho menos ajeno a las fuentes de inspiración y problemáticas de estos, sus interlocutores directos. Sus primeros trabajos no fueron elaborados al margen de las preocupaciones principales de la historia social británica y tanto el marxismo como las ideas de Weber tienen en ellos un peso sustancial, sea como elemento de discusión o de inspiración. Con todo, el interés decidido y pionero por la historiografía francesa de Annales no sólo convirtió a Burke en su promotor en Inglaterra, supuso también que esta temprana influencia impregnara algunos aspectos notables de sus primeras obras de relieve y marcara algunas de sus posiciones historiográficas más características a largo plazo. Empecemos viéndolo a través del comentario de los libros con los que alcanzó un renombre internacional.

      El Renacimiento italiano. Cultura y sociedad en Italia (1972), tenía como objeto estudiar las bases sociales de la creatividad colectiva en un momento en el que ésta se manifestó con especial intensidad. El punto de partida evidente era la primera interpretación importante sobre el tema, la realizada a mediados del siglo XIX por el historiador suizo Jacob Burckhardt, que buscaba atender a la relación entre la cultura y otros aspectos de la realidad histórica. Su tratamiento insuficiente de la sociedad y su desatención a la economía hacían esta interpretación incompleta en términos de la pujante historia social de principios de los años setenta. Más sugerentes a primera vista eran las propuestas procedentes de los estudios sociológicos sobre el tema de Alfred von Martin y de la tradición marxista de historia social del arte, representada por Frederick Antal y Arnold Hauser. Burke apreciaba en estos autores el intento de establecer una relación entre las innovaciones culturales y una nueva visión del mundo, racional, calculadora, pero le parecía escasamente fundamentada –y en buena medida anacrónica– la interpretación del Renacimiento italiano como cultura asociada al ascenso de la burguesía urbana. De ahí que hiciera suyas las críticas del historiador del arte Ernst Gombrich a un planteamiento que trataba el arte como un reflejo crudo de la sociedad y que recogiera también su propuesta de considerar ésta no en un sentido genérico, sino desde la investigación concreta de las condiciones materiales (sociales, institucionales y económicas) de la creación artística. Así, Burke se sirvió de las posibilidades que la informática entonces emergente ofrecía a los historiadores sociales interesados en el tratamiento estadístico de sus fuentes para preparar varios centenares de fichas de artistas, músicos y escritores de distintas ciudades italianas entre 1420 y 1540, para cuantificar grosso modo variables como los orígenes geográficos y sociales, o la formación y el estatus social de estos innovadores culturales. Apoyándose en los trabajos de Erwin Panofsky y en proximidad con Michael Baxandall, que entonces comenzaba a despuntar, trató también a fondo asuntos como las motivaciones de los artistas al realizar sus trabajos, las exigencias de sus patronos y clientes, los usos de las obras de arte y los gustos, las ideas y las tradiciones iconográficas y literarias de la época.

      Sobre la base de esta reconstrucción de la cultura renacentista en su entorno social, Burke quiso ir más lejos de los planteamientos microsociológicos para volver a suscitar en los últimos capítulos

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