Antes De Que Decaiga. Блейк Пирс
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Y por supuesto, él no lo había hecho.
Eran las 11:05 cuando se dirigió a la parte de atrás del edificio de apartamentos. Estaba en una zona un poco peligrosa de la ciudad, pero no era tan terrible como para que se sintiera en peligro al caminar sola por la noche. Además, estaba a sólo ocho millas del campus y ella sabía que la tasa de criminalidad en cualquier zona cercana al campus era de lo más reducida. De todos modos, estaba tan excitada por lo que le esperaba durante las próximas horas que cualquier sensación de peligro había desaparecido de su mente.
Cuando llegó a la puerta de la parte trasera del edificio, Marie no se sorprendió en absoluto de que estuviera cerrada con llave. Ella tocó el timbre de su apartamento y fue recompensada con el sonido de la cerradura desbloqueándose de inmediato. No le dijo nada a través del altavoz, sólo abrió la puerta. Eso la hizo sonreír; probablemente estaría de un humor muy serio. Dominante, incluso.
Lindo, pensó ella. Aunque ya sabemos quién acaba siempre siendo el agresor....
Ese pensamiento la excitó aún más al entrar. Ella ni siquiera se molestó con el ascensor, queriendo llegar a su apartamento en el segundo piso lo más rápido posible. Subió las escaleras de dos de dos; su ritmo cardíaco se disparó por el esfuerzo, así como por la anticipación de lo que la esperaba. La expectativa de todo ello, su viaje desde Nueva York hasta aquí, acercándose al apartamento, era su propio y delicioso juego preliminar.
Había sido un largo viaje. Estaba estresada. Tensa. Pero, oh… por Dios, iba a agotarlo... a cabalgarlo hasta tumbarle....
Cuando llegó a su apartamento, encontró la puerta destrabada. La abrió sólo un poco y vio que las luces estaban apagadas. Aun así, había algo de iluminación proveniente de la parte trasera del área principal, tal vez una vela o algo así.
“¿Qué estás haciendo?”, preguntó ella, con voz sensual. Ella cerró la puerta detrás de ella y la cerró con llave.
“Esperándote”, llegó la respuesta.
“Bien. Pero... no puedes tenerme a menos que me digas exactamente lo que quieres”.
Ella le oyó reírse con ligereza en algún punto de la oscuridad. Mientras sus ojos se ajustaban a la falta de luz, pudo divisar su silueta en la sala de estar, tumbado en el sofá. Ella sonrió y empezó a caminar hacia él.
El apartamento olía a polvo y a nuevo, esencialmente porque eso es exactamente lo que era. Ella sabía que él tenía un lugar mejor, pero también sabía que a él no le gustaba recibirla allí. Le gustaba mantener su vida personal en privado. Por lo que ella entendía de él, pasaba muy poco tiempo en casa. Ella sólo había visto el exterior. Normalmente se reunía con él aquí o, en algunas ocasiones, en el asiento trasero de su coche o en un hotel. Aunque entendía la necesidad de privacidad, también deseaba poder destrozarlo en una cama enorme por una sola vez, tal vez con algo de luces de ambiente y música.
No obstante, mantenerlo todo oculto también era de lo más atractivo. Era parte del encanto. Era debido a eso que ella estaba prácticamente reprimiendo el impulso de abalanzarse sobre él en ese mismo momento.
Pero sus encuentros amorosos siempre habían estado relacionados con la anticipación. Provocaciones, algunos juegos preliminares del tipo más bien brusco, incluso algunos comentarios lúdicamente despectivos de vez en cuando.
“Ven hacia mí, Marie”, dijo.
Ella así lo hizo, acercándose al sofá para encontrárselo completamente vestido. Eso le parecía bien; sólo alargaría el juego previo durante algo más de tiempo.
“Qué bonito”, dijo ella mientras se arrodillaba en el suelo frente a él. Ella lo besó suavemente, moviendo su lengua contra sus labios de una manera que ella sabía que le gustaba.
“¿Qué es bonito?”, preguntó.
“Tú, pensando que tienes el control aquí”.
“Oh, lo tengo”, dijo, sentándose.
“Dejaré que pienses eso por un rato”, dijo ella, mordisqueándole la carne blanda del cuello. Él se movió para liberarse y ella sintió sus manos sobre ella, una en su espalda y otra en la parte posterior de su cabeza. “Pero los dos conocemos el tr...”.
Sin avisar, la agarró por la parte de atrás de la cabeza y la lanzó hacia adelante. La empujó hacia adelante con una velocidad bestial, y dio con la frente en su rodilla.
“¿Qué diablos...?”.
No obstante, antes de que ella pudiera pronunciar esa pregunta, él ya estaba encima de ella, presionando todo su peso sobre su espalda. Le temblaba la cabeza por el golpe y, por un momento, Marie no tuvo ni idea de dónde estaba.
Cuando sacó sus manos de abajo para luchar contra él, las manos de él ya habían agarrado su largo cabello rubio. Esta vez, golpeó su cabeza contra el suelo de madera. Marie luchó contra él por un momento, pero rápidamente comenzó a sentir que el mundo se alejaba nadando como un dolor ensordecedor que irradiaba de la parte posterior de su cabeza.
En algún lugar muy lejano, ella se dio cuenta de que él la agarraba por la cintura de sus pantalones y se los bajaba. Entonces el mundo se volvió negro por un momento y sólo volvió en sí después de eso porque sintió su boca sobre ella, vagando aparentemente por todas partes.
No tenía sentido. Ella le hubiera dejado hacerle cualquier cosa y, a cambio, haría cualquier cosa por él. Entonces, ¿por qué iba a...?
Este pensamiento también fue interrumpido por la oscuridad flotante que iba y venía. Sin embargo, esta vez, cuando llegó, se quedó un buen rato.
***
Le había llevado más trabajo de lo que pensaba, pero finalmente consiguió relajarse alrededor de las dos de la madrugada. Lo más difícil de todo había sido dejarla inconsciente. Lo cierto es que no creía poder hacerlo. Estrangular a la gente era una cosa. Sólo era cuestión de convencerte a ti mismo para hacerlo y luego aplicar presión una vez su cuello estaba entre sus manos. Sin embargo, golpear la cabeza de Marie contra el suelo había sido más duro de lo que él esperaba.
Cuando perdió el conocimiento, el resto del trabajo fue duro pero agradable. Y mientras realizaba sus tareas, comenzó a sentirse cómodo con la decisión que había tomado.
Había matado a Jo Haley y a Christine Lynch sin problemas. Con Jo, se había acostado primero con ella, disfrutando inmensamente del encuentro, y luego la había estrangulado al comenzar la segunda ronda. Y quizás el sexo había tenido la culpa, pero casi había cambiado de opinión, casi se había acobardado. Así había aprendido una lección y para cuando llegó a Christine, optó por saltarse el sexo. Después habían encontrado su cuerpo y él había visto la historia en las noticias, nada más que un párrafo, en realidad, pero que, de todos modos, había sido una revelación. Le había hecho repensar las cosas... le había hecho caer en la cuenta de que no podía matarlas sin más.
Sino