La monarquía en el siglo XXI. Jordi Canal

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La monarquía en el siglo XXI - Jordi Canal

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en aquel preciso instante, se estaba procediendo a clausurar:

      En mi proclamación como rey, hace ya cerca de cuatro décadas, asumí el firme compromiso de servir a los intereses generales de España, con el afán de que llegaran a ser los ciudadanos los protagonistas de su propio destino y nuestra nación, una democracia moderna, plenamente integrada en Europa.

      Su acceso al trono, a finales de noviembre de 1975, tras la muerte del dictador Francisco Franco, al que iba a suceder a título de rey, abrió las puertas a una exitosa transición a la democracia. La España moderna y abierta al mundo de la etapa juancarlista constituye, a pesar de la crisis de los años finales del reinado, un momento histórico excepcional.

      La proclamación de Juan Carlos de Borbón como rey en 1975 no era producto de una restauración, sino más bien de una instauración. No se pretendía corregir la pérdida del trono en 1931 por parte de su abuelo Alfonso XIII, que se vio impelido a tomar el camino del exilio y acabó falleciendo lejos de su patria. Tampoco se buscaba la continuidad dinástica, ya que se ignoraron los derechos del conde de Barcelona, don Juan, hijo de Alfonso XIII y padre del flamante monarca. Franco había decidido que a su muerte iba a sucederle a título de rey don Juan Carlos, que ostentaba desde 1969 el singular título de príncipe de España. La legitimidad democrática, popular y dinástica de la monarquía juancarlista llegó con el tiempo, fruto de un trabajo concienzudo, decidido y constante, día tras día.

      ***

      Los Borbones españoles vivieron exiliados en la década de 1930. Apoyaron los movimientos antirrepublicanos a lo largo de la Segunda República. Durante la guerra de 1936 a 1939, la familia real depuesta sostuvo a los sublevados a los que acabó por liderar Franco. Juan de Borbón, uno de los hijos de Alfonso XIII, designado como heredero, intentó incorporarse, sin éxito, a las tropas llamadas nacionales. A pesar del amplio apoyo monárquico al bando alzado en julio de 1936 y de algunas medio promesas e insinuaciones hechas por el propio Franco, la monarquía no fue restaurada al final de la Guerra Civil.

      Siempre en el exilio, Alfonso XIII abdicó la perdida corona en 1941, poco antes de morir. Don Juan se convirtió en el nuevo rey-pretendiente. Algunos años antes, sus dos hermanos mayores habían renunciado —o se habían visto forzados a ello— a sus derechos sucesorios: Alfonso, enfermo de hemofilia y que contrajo un matrimonio morganático con Edelmira Sampedro, y Jaime, afectado de sordomudez desde la infancia y unido a Emanuela de Dampierre en primeras nupcias. La pareja formada por don Juan y María de las Mercedes de Borbón y Orleans, doña María, tuvo cuatro retoños, dos varones y dos mujeres: Pilar, Juan Carlos, Margarita y Alfonso.

      El hijo pequeño de los condes de Barcelona falleció trágicamente en la Semana Santa de 1956 en Villa Giralda, en la portuguesa Estoril, lugar en donde el matrimonio y su prole se habían establecido. Alfonso y Juan Carlos estaban jugando con un revólver, que se disparó; como consecuencia del tiro recibido en la frente, el adolescente pereció a los pocos minutos. El arma fue arrojada al mar por don Juan y no hubo investigación judicial. El incidente afectó profundamente a la familia.

      La dos hijas, Pilar y Margarita, contrajeron matrimonio, respectivamente, con Luis Gómez-Acebo, vizconde de la Torre, en 1967, y con el doctor Carlos Zurita, en 1972. Mientras que la primera pareja lució el título de duques de Badajoz, los miembros de la segunda son duques de Soria y de Hernani. La relación de ambas con su hermano ha sido siempre muy cercana.

      Juan Carlos de Borbón, a quien durante su infancia llamaban familiarmente Juanito, nació en Roma en 1938, en plena Guerra Civil española. Fue bautizado, con los nombres Juan Carlos Alfonso Víctor María, por el cardenal Eugenio Pacelli, que al año siguiente iba a convertirse en el papa Pío XII. Cuando los Barcelona se mudaron a tierras lusas, a mediados de la década de los cuarenta, el chico se quedó en Suiza, en un internado de los padres marianistas de Friburgo. Solamente iba a contar con la cercanía de su abuela, Victoria Eugenia de Battenberg, establecida en Lausana.

      Con diez años cumplidos tuvo que trasladarse a tierras españolas, consecuencia de la entrevista mantenida por su padre y el general Franco en agosto de 1948. Habían acordado, entre otras cosas, que allí el niño podría continuar sus estudios. Los primeros años pasados en España fueron difíciles: tiempos de soledad, no exentos de una cierta sensación de abandono por parte de los suyos. Todo ello iba a marcar, sin duda, su carácter.

      Las intenciones de Francisco Franco y don Juan, reflejo de su profundo desacuerdo —la evolución política del descendiente de Alfonso XIII hacia el liberalismo y la monarquía democrática había empezado en la misma década de los cuarenta—, eran harto distintas. La tensión entre ambos personajes devino inextinguible. Aspiraba el pretendiente a la restauración de la monarquía y a un reconocimiento hacia su propia figura a través del hijo mayor. Lo personal iba a sacrificarse a dichos altísimos intereses.

      El dictador, en cambio, cuyo poder se había reforzado paradójicamente tras la Segunda Guerra Mundial, pretendía tener bajo control y modelar al posible sucesor a su conveniencia. Desde 1947, en virtud de la Ley de Sucesión, España se definía como reino —con pocos monárquicos y sin rey, en puridad, a pesar de la actuación como monarca del dictador, que se arrogaba el privilegio de nombrar a su sucesor real—. Esta ley fue primero aprobada por las Cortes y, más adelante, el 6 de julio de 1947, corroborada en un referéndum convenientemente orquestado. Casi cuatro lustros después, la Ley Orgánica del Estado de 1966 iba a fijar renovadas bases para la cuestión sucesoria.

      Comoquiera que sea, en noviembre de 1948 el futuro rey arribó a tierras españolas en tren. Fue alojado en la finca Las Jarillas, a unos kilómetros de Madrid. Allí se improvisó un colegio, dirigido por José Garrido, en el que estudiaban también su primo Carlos de Borbón-Dos Sicilias o Jaime Carvajal y Urquijo, hijo del propietario del sitio, el conde de Fontanar. Tras el primer año académico, durante las vacaciones, el muchacho volvió a Estoril. Sin embargo, cuando terminaron, no regresó a España, debido al enésimo enfrentamiento entre don Juan y Franco. Sí lo hizo, en cambio, en 1950 junto con su hermano pequeño Alfonso.

      En esta ocasión, sin embargo, los vástagos del conde de Barcelona se instalaron en el palacio de Miramar, en San Sebastián. En esta ciudad vasca reprodujeron, aunque ampliada, la escuela particular de Las Jarillas. La formación recibida por Juan Carlos de Borbón puede definirse genéricamente como católica y conservadora, como la dispensada en todas las aulas del país, aunque algo más abierta.

      Terminó el bachillerato en 1954 y una nueva reunión entre su progenitor y Franco precedió al ingreso de don Juan Carlos —a partir de este momento el nombre compuesto sustituye definitivamente al Juan o Juanito, siguiendo lo que parece haber sido una idea del propio general— en las academias militares de tierra, mar y aire. El dictador se impuso nuevamente, pues en los círculos próximos a don Juan se había considerado seriamente que el joven cursara estudios en Lovaina.

      Entre 1955 y 1959 se preparó en las academias y escuelas de los tres ejércitos: Academia General Militar de Zaragoza, Escuela Naval Militar de Marín y Academia General del Aire de San Javier, en la provincia de Murcia. Supervisó su educación militar el general Carlos Martínez Campos, duque de la Torre. Fue un severo preceptor.

      En las famosas conversaciones con José Luis de Vilallonga, don Juan Carlos se presenta como un rey “que ha recibido una sólida formación militar”. En las academias hizo numerosos encuentros y trabó amistad con jóvenes oficiales de su generación, que le resultaron muy provechosos a partir de 1975, momento en el que no solamente iba a convertirse en rey, sino también en cabeza del ejército.

      Unos breves estudios en la Universidad Complutense de Madrid, a principios de la década de 1960, completaron el periodo de formación del joven Borbón. En esta etapa, con Juan Carlos instalado en la Casita del Infante —o de Arriba—, en las afueras de El Escorial, los cursos universitarios se combinaban con otros, particulares,

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