Estafar un banco... ¡Qué placer!. Augusto "Chacho" Andrés

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Estafar un banco... ¡Qué placer! - Augusto "Chacho" Andrés страница

Серия:
Издательство:
Estafar un banco... ¡Qué placer! - Augusto

Скачать книгу

      › Augusto «Chacho» Andrés ‹

      ESTAFAR UN BANCO... ¡QUÉ PLACER!

      y otras historias

logo

      Montevideo, noviembre de 2009

      Antes de comenzar se impone el sentimiento de agradecimiento a un personaje siempre presente, que sigue el avance de la escritura, exigente, con su mirada penetrante y la sonrisa algo burlona. El recuerdo de Gerardo Gatti fue un estímulo para seguir adelante cuando dudaba.

      Prólogo

      Una pasión por el pasado recorre el Uruguay. Institucionalistas y antisistémicos, jóvenes y maduros, socialistas y comunistas, tupamaros y anarquistas, todos comparten la misma pasión por hurgar en el ayer, por revolver en particular en las décadas de 1960 y 1970, como retornando a un período de sus vidas difícil e intenso, con el propósito de transferir a las generaciones más jóvenes las enseñanzas de un período que, para muchos, sigue siendo el más fértil de sus vidas. Una etapa, en todo caso, en la que los autores se sintieron protagonistas capaces de modificar el recorrido de las nubes.

      Sería fácil concluir que la pasión por el pasado está en relación directa con el apático presente. Un presente que ha condenado a los actores a convertirse en espectadores con escasas opciones en el mando a distancia; que ha trasmutado sus sueños de un mundo nuevo en la pesadilla de verse forzado a aceptar el de hoy, donde no se hicieron realidad ninguna de sus quimeras y sus herederos políticos —por llamarle de algún modo a quienes siguen vibrando por los cambios— se han arrellanado en el cómodo sillón del posibilismo.

      Fácil e injusto. Por lo menos con la «novela histórica y social» que nos presenta Chacho. Decir «novela», como el propio autor llama a estas peripecias, puede parecer irreverente cuando estaban en juego algo más que los sueños de una generación de activistas, ya que en realidad ponían sus vidas en el empeño. Sin embargo, los relatos de aquellas increíbles acciones tienen el mismo tono romántico, por quijotesco, que las historias que Osvaldo Bayer recupera del olvido protagonizadas por los «anarquistas expropiadores».

      El conjunto de historias que el lector tiene delante están hilvanadas por la memoria del protagonista y siguen el trillo de seres queridos, hombres y mujeres sencillos, muchos militantes pero también, vecinos, amigos y familiares.

      Tal vez esa sea la diferencia mayor, y el aporte distintivo, de este libro. La capacidad de hacer una «novela histórica y social» desde abajo. No de los de abajo, porque en ningún momento pretende hablar por ellos. Son los de abajo los que ocupan unas cuantas páginas, con sus deseos, sus anhelos, sus frustraciones y angustias y, claro está, las inconsistencias que hilvanan el tejido de vida de todos los seres humanos.

      Estas historias se detienen en algún andén entre la huelga general de 1973 y el exilio europeo. No llegan hasta el presente que, sin embargo, sigue poblado de sueños y, sobre todo, necesita más que nunca miradas como las de Chacho: desde el abajo común de la gente común. Ojalá, y este es un convite, una futura entrega nos transporte hasta el Uruguay del siglo XXI, tan huérfano de aquellas hojas de vida como de relatos frescos y comprometidos como los que cincelan estas páginas.

       Raúl Zibechi

      Montevideo, noviembre de 2009

      Comienzo tienen las cosas

      Eran las dos de la madrugada cuando alguien dijo más o menos así:

      —Hay que escribir «La novela histórica y social», que cuente las historias de esa desordenada construcción libertaria de gérmenes de poder obrero y popular.

      Varios compañeros escuchaban en silencio. Estábamos en una reunión de sobrevivientes, ex desaparecidos de Orletti, en la hora de las despedidas.

      Contagiado por la verba florida me tiro al agua.

      —En ese fresco social tiene que estar el Penal de Punta Carretas y su rica historia, marcada a fuego por la impronta anarquista y tupamara.

      Días después, me detuve a observar la ilustración de los tres Mosqueteros en la tapa de un libro infantil. Desenfadados, desprolijos en el vestir, no tenían nada de marciales. Todos para uno, uno para todos. Y se me hizo la luz. Vi en ellos a Pocho, a Roger y al Plomito, con los que haríamos tareas en conjunto en setiembre del 1976, en Buenos Aires. Al igual que los tres Mosqueteros, que eran cuatro, apareció el cuarto, el «gaucho» Idilio, que no llegó solo; Domingo Aquino lo acompañaba. El último en unirse en su caballo moro, fue Martín «el matrero» y primo de Domingo.

      Entrañables personajes, nuestros héroes no son «grandes hombres» sino personas sencillas, tienen humor y en cada hecho que protagonizan, forman parte de un colectivo y reflejan la sociedad en que viven. Son pobres y actúan identificados con su pertenencia social. Sufrieron en carne propia la prepotencia patronal y la violencia policial. Saben que los de abajo no son «iguales ante la Ley». Por eso la acción directa es, para ellos, una respuesta apropiada y natural.

      Del otro lado del atlántico aparece un albañil anarquista. Lucio Urtubia concreta «el sueño dorado»: defraudar al First National City Bank of New York, en 25 millones de dólares, según los rumores de la época. El 5 de diciembre del 2008, en un reportaje en Brecha, Lucio insiste en que robar un banco fue: «el mayor placer de mi vida». Al borde de la quiebra, el presuntuoso banco tuvo que cambiar de nombre. Dejó de ser First y pasó a llamarse City Bank.

      Este no es un libro neutro. Al elegir el tema ya había tomado partido por los personajes. Hay esbozos biográficos de los mismos, logrados con lectura de libros y de diarios de la época. Hay también muchos dialogos. Soy conciente que, como dicen los historiadores, son interesados y la memoria se puede equivocar o ser selectiva.

      Es un trabajo colectivo en el que participaron con entusiasmo familiares, amigos y vecinos de Mechoso, Soba, De León y Julién.

      Mi agradecimiento a: Patricio Zuloaga que empujó, Marta Casal de Gatti que leyó, corrigió y enseñó y Edelweiss Zahn por ser y estar.

      También a: Maria Bahroum, Zelmar Dutra, Violeta Malet, Alicia, Hernán, Pepe, Magali, a los amigos trabajadores de la Imprenta Aragón y a mis hijos Julia y Diego y Tamara, mi nieta.

1ª PARTE

      Alberto Cecilio Mechoso Méndez

      Fui uno de los últimos compañeros en ver con vida al Pocho Mechoso, a quien también conocíamos como «El Abuelo», aunque el nombre clandestino en su organización, la Organización Popular Revolucionaria Treinta y tres (OPR33), era «Martín», elegido por él, en reconocimiento «al último matrero». También por ese motivo se le llamaba «Aquino».

      Me arreglan el contacto. Llegado al lugar fijado, me mandan a otro lado y me hacen caminar un rato. Me estaban filtrando. Finalmente me encuentro ante él, sentado en un bar y vigilando la entrada. Calmo, me miraba con un esbozo de sonrisa. Sus primeras palabras fueron de crítica, pero con un tono suave.

      —Sós un desastre. ¡Ni una vez controlaste si te seguían...!

Скачать книгу