Estafar un banco... ¡Qué placer!. Augusto "Chacho" Andrés

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Estafar un banco... ¡Qué placer! - Augusto

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      —La plata y las armas fueron para un escondrijo que tenía en mi rancho, en la Cachimba del Piojo.

      A los pocos días del golpe y desvirtuada la pista argentina, los suburbios de la capital son cada vez más inseguros. Los participantes del asalto se van para Argentina, donde serán cobijados por anarquistas.

      Gadea recuerda3

      —Llegamos a Buenos Aires y nos llevan a Córdoba, a un lugar medio apartado. Era un restorán atendido por una pareja de veteranos muy macanudos.

      —Allí estuvimos un mes. Después arrancamos para La Boca, donde alquilamos una casa grande de madera y de chapa por fuera, como eran las casas del barrio. Los dueños y otro vecino eran compañeros. Estuvimos unos meses y volvimos sin problemas.

      Enjaulado

      Es bien gráfico ese término, aplicado a los que están presos. Nos imaginamos a Alberto «Pocho» Cecilio, gorrión de barrio, amigo de los amigos, buen bailarín, peleador con causas, un libertario de 22 años siempre en movimiento, encerrado en una cárcel como Miguelete, superpoblada y ruinosa, con un sistema que educa al preso a ser sumiso ante el más fuerte y a hacerse el tonto frente al abuso y la corrupción.

      El Pocho revive I

      Nila, la hermana mayor y un poco madre, recuerda a su preferido, el más travieso de sus hermanos.

      —Fue Pocholo hasta que una vecina trajo un charabón y le puso el mismo nombre. No podía llamarse igual que un ñandú y decidimos acortarle el apodo.

      —Era un niño silencioso y sus travesuras eran muy elaboradas. Le decíamos Juan el Zorro.

      —Era un «comprador», siempre dispuesto para ayudar en la casa y muy divertido.

      —A los 6 años, la maestra lo agarró de una oreja y lo llevó a la dirección. Se soltó, tomó un tintero y se lo tiró en la ropa.

      —Mandaron buscar a los padres y fui yo. Después de los rezongos de rigor, la directora me dice: «¡Que personalidad tiene su hermanito!», con cierta admiración en su voz.

      —No soportaba las injusticias ni el abuso de los más fuertes. Viviendo ya en La Teja, jovencito, le tocaba hacer la cola en el expendio de la leche, con su carné de pobre.

      —Un milico grandote ayudaba a su suegro, que era el encargado. Prepoteaba a los niños y sobre todo a los viejos. Una vez empujó a uno por ser lento, según su opinión. El Pocho le paró el carro y se desafiaron para después que terminara el reparto. Se llenó de gente. Pelearon un rato y el Pocho lo tumbó y el grandote no se levantó, ante el aplauso de los vecinos. La gente era antimilicos, consecuencia de la represión contra los obreros, sobre todo de la carne.

      —Yo lo visitaba seguido. Como era maestra, me hacía respetar con los guardias y a veces le pasaba cosas, que estaban prohibidas entrar. Nunca se quejaba de nada y contaba las cosas que le pasaban con humor, muchas veces negro.

      —La lectura fue una compensación.

      —Libros de historia universal y sobre todo americana y nacional. Le gustaban los relatos de luchas populares. De los políticos me acuerdo de Malatesta y Estado y Nación. Mucha novela también. Traven, el autor del Barco de los Muertos y Rebelión de los colgados, era uno de sus preferidos. Lo mismo que El hombre rebelde, de Camus, que tenía subrayado.

      —Me olvidaba del ajedrez. Profundizó el estudio del juego. Analizaba las jugadas del maestro Capablanca, buscando salidas diferentes.

      —Más tarde, trasladado a la Cárcel de Punta Carretas hizo tablas con el campeón nacional, que jugó 15 partidas simultáneas con los presos.

      —Estoy convencida que Pocho, lejos de debilitarse con la prisión, salió más fuerte, con más conocimientos y más impulsos para luchar contra este mundo de injusticias y privilegios para unos pocos.

      —Al poco tiempo de salir, lo operaron de una úlcera duodenal. Estuvo muy mal, muy dolorido.

      Sin duda un «daño colateral» del régimen carcelario y, sobre todo, de las comidas de los Institutos Penales, que en 8 años pueden arruinar el aparato digestivo más resistente.

      Camus y el Pocho

      Casi en el comienzo de su reclusión, hubo un hecho importante, en la formación de su personalidad. El 4 de enero de 1960 muere Albert Camus. El día 5 El Pais daba una amplia cobertura al hecho, aprovechando la tragedia de su muerte en un accidente de tránsito, a los 47 años. Pocho recibe de la familia el diario y un ejemplar del ensayo El Hombre rebelde.

      Sin duda se siente próximo a ese hombre, que había padecido una extrema pobreza en su juventud y que con mucho esfuerzo personal cursó sus estudios en Argelia, su lugar de nacimiento, entonces colonia francesa. En 1940 se trasladó a París y pasó a integrar la resistencia contra el ocupante nazi. Fue periodista del diario France Soir y al mismo tiempo dirigió Combat, periódico clandestino de la Resistencia.

      La cárcel puede tener un aspecto positivo. La lectura sin apuro. El leer y releer textos de cierta complejidad e ir avanzando en su comprensión. Es un buen manejo del tiempo «libre» y evita caer en estados depresivos o entrar en una guerra inútil contra presos lacras o guardias provocadores. Aún estando solo, como es el caso de Pocho, se puede crecer intelectualmente.

      Estoy convencido que debe de haber pasado mucho tiempo asimilando el pensamiento de ese filósofo y hombre de acción, que incitaba a rebelarse contra el poder y que fue un integrante destacado de la resistencia contra los nazis. Respecto a L’Homme revolté, que es el título original del ensayo, la traducción tendría que ser El Hombre sublevado y no El hombre rebelde. Rebelde es un adjetivo, en tanto que sublevado es un verbo conjugado, lleno de energía y actividad.

      «[...] El esclavo, en el momento que rechaza la orden humillante de su dueño, deja de ser esclavo. El movimiento de revuelta, lo lleva más lejos que una simple negativa, lo instala en un compromiso que lo conduce al todo o nada. Con la revuelta aparece la conciencia.

      [...] Un hombre sublevado, es alguien que dice No. Pero no es un renunciante. Es alguien que dice Si desde el comienzo de su movimiento. Que le fija un límite a sus patrones. Que deja de aceptar lo que antes soportaba pasivamente.

      Es un movimiento que no es egoísta. Se subleva contra la mentira, contra la opresión, contra la soledad, por él y por los otros. —Yo me sublevo, entonces nosotros somos [...]»

      Es posible que alguno de estos conceptos fueron los subrayados por Pocho. Lo imagino asintiendo con la cabeza luego de leer que:

      «[...] El revolucionario debe ser al mismo tiempo un rebelde. Si deja de serlo, se convierte en funcionario o policía. No puede seguir siendo rebelde en un régimen opresivo. Siempre termina en opresor o hereje [...]»

      Sin vacaciones

      Alberto tuvo una convalecencia difícil, lenta y dolorosa, con un régimen alimenticio severo. Por lo que nos cuenta Nila, su buen carácter no cambió. Por razones de trabajo de la hermana y de su esposo, a veces se

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