Estafar un banco... ¡Qué placer!. Augusto "Chacho" Andrés

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Estafar un banco... ¡Qué placer! - Augusto

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fugaran tranquilamente para el lado del río. Durante semanas se analizó el tema de las barreras hasta el cansancio, para confirmar la capacidad de los delincuentes en «su planificación».

      En esa época no existía el viaducto, que hoy permite al tránsito circular por encima del ferrocarril.

      El Pais del sábado 5, insólitamente, dedica dos páginas al hecho. Una gran foto del exterior del Banco muestra una multitud que llena la esquina de Agraciada y Marcelino Díaz y García. Hay reportajes a cada uno de los ocho empleados, que no pueden creer lo que vivieron.

      «Fuentes confidenciales» de la policía nos afirmaron, que eran delincuentes argentinos por «su profesionalidad». La calma con que actuaron y al mismo tiempo la firmeza de las órdenes, «no se hagan los héroes» gritó el presunto jefe, cuando saltó detrás del mostrador, acompañado de sus secuaces.

      Lo cierto es que el gobierno estaba muy preocupado. El jefe de policía y los encargados de todos los departamentos se hicieron presentes: inteligencia, dactiloscopia y los comisarios de las zonas vecinas.

      El Acción, en los días que siguieron, se inclinó por la pista de los marginales, siguiendo las declaraciones del gerente del banco, que no podía ocultar la indignación. «Atorrantes», «mal entrazados, eran unos muertos de hambre», «a 2 de ellos, le puedo asegurar, que a pesar de sus pañuelos, se veía que le faltaban casi todos los dientes. Era muy desagradable mirarlos».

      Apareció la camioneta usada para la acción, que había sido robada previamente en la estación de AFE. Según El Pais, era una sutileza más de los ladrones, que seguramente no habían tomado un tren para el interior, sino que se habían ido en barco a Buenos Aires. Agregaba el diario que las investigaciones dejaban ver la capacidad y el oficio en plantearse un plan y seguirlo paso a paso. Habían usado guantes «color patito» y no negros. No se encontraron huellas digitales. Quedaba la idea de que la policía era incapaz, como lo era el gobierno en su conjunto. Faltaban 4 meses para las elecciones y el diario, que respondía a los blancos, aprovechaba la ocasión para criticar. Eso explica un cierto racismo de Acción, diario del gobierno y ya en campaña electoral. Sentían la derrota que se venía y ese asalto inesperado e incomprensible, los molestaba.

      Hubo varios días sin novedades. Hermetismo policial, titulaban todos los diarios, sin que trascendieran a la opinión pública las informaciones que recibían de sus colegas porteños descartando la pista argentina. Esto acrecentaba la preocupación al nivel político.

      Una semana después nos enteramos que toda la policía estaba en estado de alerta máxima y que se habían suspendido las licencias. El 7 de julio se produjo una batida gigante en el Cerro, La Teja, Nuevo París.

      «Con los perros hemos revisado casa por casa y hemos dado vuelta todos los ranchos y casillas de esas zonas». Nada, ni una sola pista de las docenas de informantes. Pasan por Jefatura, por lo menos dos veces, todos los delincuentes con antecedentes.

      Los chorros calvos son los que más sufren. En las declaraciones de los funcionarios, se informó que al hombre que llevaba el gran portafolio con la plata, le dijeron 2 veces «pelado».

      En el oeste montevideano hay una especie de «estado de sitio» al pobrerío. El presidente presiona y la policía se pone nerviosa. Sobre fin de año vuelve a la prensa la pista argentina. Se mencionan los nombres de cuatro pistoleros. Son de los más duros y cada uno de ellos es acusado de varias muertes, pero no están a la vista.

      Sorprende un poco esa mirada superficial de la prensa, dejando de lado la profunda crisis social que generaba una violencia creciente en la sociedad. Es que todavía estaban vivos los mitos de las clases medias batllistas: «Como el Uruguay no hay» o «La Suiza de América». Pero los jóvenes del Cerro y La Teja, y también de los vecinos Belvedere y Paso Molino, vivían otra realidad e iban buscando otros caminos.

      El Poder adquisitivo del botín

      Nos llamó la atención, el primer título del diario Acción, que le ponía varios signos de admiración al botín: «$265.000!!!».

      En esos días, la Junta Departamental había subido la tarifa del taxímetro. La bajada de la bandera pasaba a costar $0,70 y la ficha que caía cada 300 metros valía $0,10. Un viaje desde Av. Italia y Bulevar Artigas hasta Av. Italia y Comercio, redondeaba un peso con cincuenta, propina incluida.

      El domingo 13 de julio se anunciaba «el partido del siglo». Sin duda la propaganda era exagerada, pero el match prometía y mucho. Llegaba el Milan Fútbol Club, que había sido campeón de Italia en 1956, para enfrentarse a Peñarol. Se esperaban miles de italianos desde Buenos Aires. Los precios de las entradas subieron bastante. Amsterdam y Colombes $4, Olímpica numerada $8, Tribuna América $10. Peñarol ganó 4 a 1.

      La Caída

      Abril de 1959 entró en la historia como el mes de las inundaciones. Llueve y llueve, y crecen los ríos. Comienzan las evacuaciones y llega el pánico, reflejado en los titulares de los diarios: «Catástrofe», y es verdad. Evacuación obligatoria de Paso de los Toros. El ejército la ocupa. En la operación rastrillo, máuser en mano para detectar habitantes fuera de la ley, son encontrados dos perros aullando, que sus dueños habían olvidado en la disparada y un viejo loco que no quería irse.

      De pronto, el día 18, aparece en los diarios una noticia diferente: «Caen 4 de los asaltantes del paso molino, eran de la teja y no tenian antecedentes».

      Sorpresa total. En febrero, disfrutando del carnaval, habían visto a 2 de los «peligrosos porteños» en Montevideo. Pero en abril, los atracadores verdaderos eran 5 jóvenes de la Teja sin antecedentes, cuatro de 22 años y uno de 17, que habían «equivocado el camino», al quedar desocupados, según sus primeras declaraciones. Desilusión en la prensa policial. De nada valieron los trascendidos hablando de investigaciones de calidad, llevadas adelante con discreción. Nadie les creyó. El tema finalizó con una razzia de grandes proporciones, en búsqueda de electrodomésticos y utensilios nuevos, realizada en casa de familiares y vecinos de los «delincuentes».

      Pero no hubo nuevos procesados. «El silencio de los inculpados», «la ley del hampa» decía la policía.

      Cuenta Enrique Constenla2

      —La cosa la empezamos tres. Al «Pelado» Oscar se le murieron los padres y con el Pocho íbamos a hacerle compañía, para no dejarlo solo en el rancho.

      —Ahí, entre mate y mate, la fuimos craneando. Éramos medio libertarios, sobre todo el Pocho, que era el mas leído. Decíamos que íbamos a «expropiar», no éramos chorros.

      — Después entró el pibe Gadea que tenía 17 años y que siempre estaba dispuesto. Los demás teníamos veinte y pico de años.

      —El 5º fue Juan y lo propuse yo. En el boliche era un tipo callado y tomaba lo justo. Dos condiciones obligatorias. Y era un duro.

      —Sucedió algo curioso. El día del asalto, en la reunión final, el tipo no aparece.

      —Lo vamos a buscar a la casa y empieza a decir que estábamos locos, que él creía que eran fantasías, qué es eso de asaltar un banco. La verdad es que era como planear un viaje a la luna. Lo tuvimos que patotear y decirle que tenía miedo y vino por amor propio.

      —El plan preveía dónde se iba a guardar la plata sin tocarla. Por un tiempo se iban a distribuir 5

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