Estafar un banco... ¡Qué placer!. Augusto "Chacho" Andrés

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Estafar un banco... ¡Qué placer! - Augusto

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pidió la integración a la FAU, que festejaba los diez años de vida con un crecimiento sostenido. Era 1966.

      Nace «Chola», 1968

      Se venían haciendo finanzas ilegales pero su monto era insuficiente. Pocho es propuesto como encargado de un equipo, que llevaría a cabo varias expropiaciones a Bancos. No había experiencia anterior. Se formó un grupo de cuatro compañeros: Pocho, Héctor Romero «el Santa» y los otros dos eran obreros y sindicalistas.

      Pocho había analizado en profundidad, su experiencia con el Banco del Paso Molino y la colectivizó en el grupo.

      Este sector armado, fue organizado con sumo cuidado, evitando desviaciones militaristas en todas sus variaciones, lo mismo que la aparición de «jefes» o «comandantes». Fue denominado «Chola» que viene de «choleo» —robo— y será el germen de la OPR33. Las operaciones salieron bien y se logró una importante «recaudación».

      El Pocho revive II

      Primeros días de agosto del 2007. El frío es insoportable y anuncian temperatura en descenso. Congelado y lleno de dudas, voy a entrevistar a una compañera.

      Al instalarme en el pasado, en el que vivíamos a los saltos, me olvidé del frío y del calor.

      —Lo conocí en los primeros meses de 1972. Yo estaba en un equipo con Lola (Ivonne Trías) y el Peladito (Carlos Rodríguez Mercader).

      Hoy en día sus ex integrantes siguen hablando de Chola, el sector de la organización política (FAU), que se fué especializando en resistencia armada, expropiaciones y apoyo técnico a la lucha de clases. No existía el concepto de «sector militar». Tampoco había columnas con sus comandantes o jefes. Encargado, era el nombre adecuado a las funciones cumplidas.

      —El Pocho era... (piensa)... sentirse segura.

      —Aprendí con él a moverme en la calle, hacer filtros y ser una más entre la gente, sin llamar la atención. Nuestro accionar era prolijo.

      —Poseía un sexto sentido para darse cuenta que algo andaba mal, que había un detalle que chirriaba y al toque decidía levantar una operación o el raje, si era necesario.

      —Tenía mucha calle y aprovechaba al máximo su conocimiento del mundo del hampa y todos sus recursos.

      —La seguridad de cada uno es la seguridad del colectivo, decía. Y tenía razón.

      —Tenía autoridad. Preveía las cosas que iban a pasar y no se equivocaba en su juicio sobre la gente. Ahh... y tenía humor.

      —Queda pensativa. Luego dice sonriendo: «Nos divertíamos».

      —Volvimos a trabajar juntos en Buenos Aires, en 1973. Él había llegado antes que yo y en poco tiempo se fue ubicando en la ciudad.

      —La dominó con su estilo de ir viendo, escuchando, conociendo las diferentes partes de ese monstruo que es Buenos Aires, con sus 9.000.000 de habitantes.

      En Buenos Aires, 1973

      Replegada la estructura militar en Buenos Aires, aparecen otra vez las urgencias. Hubo necesidad de comenzar por cosas grandes en un medio poco conocido, para hacer finanzas rápidamente.

      Terminó mal un secuestro. Caen varios compañeros importantes, que bancan sin hablar, un duro interrogatorio y son procesados como comunes. El cobro del rescate, se sabe, es el momento más difícil.

      Se aprendió de los errores, se rearmaron los equipos y compañeros de capacidad, como Mauricio y Gerardo Gatti, se integraron a actividades concretas.

      Finalmente se hizo el exitoso «aprete» de Hart. El Pocho participó en todas las tareas. y dirigió ese operativo. Cinco meses después fue el responsable del cobro del rescate.

      Continúa el dialogo de la compañera

      —El nivel de funcionamiento era muy bueno. Se redondearon los objetivos durante semanas hasta dominar todos los detalles. Todo era trabajo y más trabajo.

      —Por ejemplo, en una zona muy pituca, para hacer información, nos vestíamos como mucamas y niñeras, delantales y zapatos blancos y cofias... Sí!

      —¡Cofias almidonadas! Era un ambiente espeso, lleno de «custodios», como les decían allá, que andaban vichando todo.

      —Para el levante de vehículos, se precisaban varios de características diferentes.

      —Hicimos de «changonas». Elegimos un par de esquinas interesantes, en una zona propicia. Paraban los clientes y les pedíamos que avanzaran unos metros por una de las calles. Era una maniobra común que se hacía, pues la prostitución estaba prohibida y a las pibas las corrían todo el tiempo.

      —En el lugar fijado, el candidato abría la puerta del auto y ¡sorpresa!, aparecían dos compañeros armados que lo reducían.

      —Elegíamos los vehículos adecuados y los veíamos en funcionamiento. El «trabajo» lo preparamos cuidadosamente.

      —Las participantes, fuimos a algunos lugares medio malevos, frecuentados por prostitutas. «Martín», apodo de Pocho, nos acompañó. Nos relacionamos y observábamos con atención a las mujeres, sus poses, su lenguaje. Hasta en los maquillajes las imitamos.

      —Aprendimos pila de cosas, sobre la gente de los barrios y los «provincianos». Nunca tuvimos problemas. A todos nos encantaban esos bolichones

      —Nos iba el futuro en no llamar la atención, en ser argentinos a toda costa. Si la quedábamos, había que pasar como comunes. Que los milicos argentinos y uruguayos no se avisparan antes de tiempo, del nivel que teníamos y de los proyectos políticos en proceso.

      —Había buen ambiente. La pasábamos bien.

      —Varios de esos compañeros habían conocido la prisión y la tortura pero no habían cambiado. El colectivo que habían creado, con sus redes de afecto y confianza les permitía jugar con el peligro e ir creando otro mundo.

      —Era la alegría de vivir un presente difícil, con la muerte a la vuelta de la esquina y sentirse construyendo un mañana de libertad para todos.

      El levante

      Fue en su casa, hecho con mucho oficio y una cuota de humor. Vivía en La Lucila, una zona paqueta del Gran Buenos Aires. A Federico Hart, judío no creyente y hombre desconfiado, se le entró a nombre de la Parroquia católica del lugar, que juntaba muebles en desuso y otras cosas grandes, para habitantes pobres de barrios pobres.

      En la visita se miró todo lo necesario y se conversó mucho con los dueños de casa y también con el servicio doméstico. Días después, otra donación está pronta. Una monjita con sus atuendos típicos, acompañada por varios ayudantes, copa la vivienda. Otro grupo entra rápidamente y se lleva

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