Estafar un banco... ¡Qué placer!. Augusto "Chacho" Andrés

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Estafar un banco... ¡Qué placer! - Augusto "Chacho" Andrés страница 9

Серия:
Издательство:
Estafar un banco... ¡Qué placer! - Augusto

Скачать книгу

a Buenos Aires en una avioneta. Ya en Argentina y con otros compañeros comienzan a trabajar para hacer finanzas. Había una urgencia muy grande en conseguir fondos. La libertad y la vida de mucha gente estaba en peligro.

      Beatríz continúa recordando

      —Estoy jugado. Me voy a Buenos Aires — me dijo. Si vos y los gurises se quedan, yo los voy a ayudar siempre.

      —Además tenés mi familia y la tuya, que te van a apoyar.

      —No tengo nada claro que ofrecerte. El futuro tenemos que hacerlo nosotros. Va a ser todo muy difícil. Pero sería más lindo si estuviéramos todos juntos.

      —No dudé un momento. Yo también me sentía jugada y quería pelear al lado de él.

      En 1976 Buenos Aires se convierte en una trampa mortal. Se suceden las caídas. El 13 y 14 de julio, decenas de compañeros son secuestrados y terminan en Orletti. Hacía un tiempo había aparecido fusilada Telba Juárez, una compañera muy querida.

      Su recuerdo quedó como un presagio de males mayores.

      —Comentando las noticias, suavemente me larga.

      —Vos sos joven. Si me pasa algo, puedes comenzar otra vida. Y me parece bien. Solo te pido, que no dejes que le levanten la mano a los gurisitos.

      —Lo podía haber hecho. Pero me fui quedando, con la compañía de los hijos y luego de los nietos.

      —Para qué buscar algo nuevo, que podía salir mal.

      —Yo había tenido un compañero, un amigo, un buen padre pegado a sus hijos y que estaba a gusto en casa.

      Hago una broma para aflojar la emoción

      —Con la pinta y la sonrisa picarona que tenía, me parece que no se quedaba todo el tiempo en el rancho...

      —Puede ser... Pero al pobre los milicos lo tenían a los saltos. Poco tiempo le quedaba para ser pícaro...

      Miro una vieja foto en que está con sus amigos del boliche. Allí aparece escrito «pata cruzada». Pienso y pienso y no tengo más remedio que preguntar el porqué del sobrenombre.

      —Era la forma que tenía de estar sentado, cruzaba las piernas y se acomodaba el pantalón.

      Me acuerdo del encuentro en Buenos Aires y «veo» a «Martín» con las piernas cruzadas y sentado en ángulo, con su media sonrisa y fumando un cigarrillo. El personaje ha vuelto a la vida.

      De pronto la Negrita se larga a hablar. Me doy cuenta de que había dejado afuera a los hijos. Ocupan su lugar sin pedir permiso.

      —No sé qué va a salir de esto, pero me gusta el tono afectivo de la entrevista. Estoy agradecida, a todos los que me acercan aspectos de la vida de mi padre.

      —Cada vez que hablan de él me siento orgullosa.

      —Siento que les robo algo de él, para armar el rompecabezas del que fue mi padre y que conocí poco. Voy a llegar a los 40 y duele igual. A veces más, a veces menos.

      El Lolo dice lo suyo:

      —Con mi viejo éramos compañeros.

      —Íbamos a hacer los mandados juntos y conversábamos.

      —A veces me llevaba en el auto, sentado en las rodillas.

      —Quería que aprendiera a boxear. Hay que saber defenderse en la vida, decía. Un día, vas a tener que cuidar a tu madre y a la Negrita.

      —No abuses de los demás. Pero si tenés que pelear con uno más grande que se hace el vivo, dale con un fierro en la cabeza, si podés.

      —La vieja lo buscó toda la vida. Cuartel por cuartel. A veces con nosotros a rastras. Después que salieron los presos, nos fuimos desilusionando.

      —Yo tenía 7 años y me acuerdo de todo. Y estoy orgulloso de tener un padre como el que tuve. Desde chiquito, con la cabeza bien alta, decía que a mi padre lo mataron los milicos...

      Sigamos el camino. Dejemos por ahora, a esta figura de los mil apodos, y que su recuerdo permanezca entre la gente.

      Lo despedimos, con «El Matrero», de Ruben Lena

       La leyenda abre camino,

       en las ruedas de fogón.

       Y en medio de la emoción

       pasa la sombra de Aquino

       Allá va... Allá va...

      1. Nombre en clave de la OPR33, vieja estructura militar de la FAU, que en julio de 1975 pasa a formar parte del recientemente constituido Partido por la Victoria del Pueblo (PVP).

      2. Acción directa anarquista: Una historia de FAU; Tomo III; MECHOSO, C. Juan, Montevideo: Recortes, 2006

      3. Idem anterir

      4 La FAU tenía dos «patas» o sectores, el armado y el de masas. Cada sector estaba integrado por un número variado de Ligas, que a su vez estaban compuestas por equipos, que eran las células de base de la organización.

      Adalberto Soba, Idilio De Leon

      Adalberto Soba y su comarca

      «Plomo», porque era firme y medio bandido... y por las bromas. Como era chiquito, le quedó «Plomito», aclara Carlos Pilo, que me recibe en su leñería de la calle Laureles, en plena Teja.

      Eran otros plomos —le digo, mirando una pared con ilustraciones de la campaña contra la intoxicación por el plomo en la sangre de los niños.

      —Seguro. Se crió en la calle, tuvo una vida difícil, pero era todo bondad. Parece que exagero. Pero no le conocí una maldad.

      Baja la cabeza y piensa. De pronto dice:

      —Te lo defino. Era un tipo bueno y generoso.

      —En la calle nos criamos todos, aunque tuviéramos padre y madre. Pero no estabas regalado. La Teja era un barrio más que solidario. Y los vecinos te cuidaban.

      —A todos los gurises cuidaban.

      —Su padre era el «Neca». Su oficio era arreglar los tacos de billar. En esa época había un boliche por esquina, llenos de vecinos. En muchos había billares y se jugaba al casín. El Neca era un bohemio de vida nocturna. Poco tiempo le quedaba para ocuparse de su hijo. La madre creo que murió en el parto.

      Soba

Скачать книгу