La vida es un arma. Gerardo Garay

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      LA VIDA ES UN ARMA

      El pensamiento anarquista de Rafael ­Barrett y Luce Fabbri

      Montevideo, noviembre de 2015

       Agradecimientos

      A Yamandú Acosta y Michel Anthony, sin sus aportes este libro no hubiera sido posible. A Alter ediciones por confiar en este emprendimiento. A Carolina Clavero, por su apoyo incondicional.

       Dedicado a la memoria de Cándido; su vida para mí fue también un arma.

       Prólogo

      Son ambos de origen europeo y ya ideológicamente marcados por el pensamiento libertario: origen español para Rafael ­Barrett aunque también con raíces británicas (es ya un cosmopolita desde su nacimiento), italiano para Luce Fabbri. Se encuentran entre los países que más recibieron la implantación del anarquismo internacional. El movimiento obrero español es conducido por organizaciones ácratas en diversos momentos (la época de la 1ª. Internacional o AIT en los años 1920 y sobre todo en los años 30). El socialismo nace antiautoritario en Italia en 1872, y los movimientos de 1914 (insurrección de Ancona) y el de las ocupaciones de fábricas y de los campos de los años 1910-1920 constituyen masivamente la marca de un socialismo de base, apuntando con fuerza a una autonomía de pensamiento y de acción.

      ­Barrett se ve obligado a abandonar una España intolerante. Vivió como un dandi libertario, libre en sus costumbres y en la sexualidad, y en ruptura con la clase acomodada de sus orígenes. Después de un breve paso por Argentina se integra a la vida del Paraguay por un tiempo, antes de seguir viaje. Conoció en Madrid la bohemia literaria y política, siendo una de las regiones más influenciadas por las ideas y los movimientos libertarios, aunque menos que Andalucía o sobre todo Cataluña. Parecería que al principio adhirió al nietzschismo de izquierda más que al anarquismo social.

      Fabbri llega al Uruguay en 1929. Es ideológicamente una heredera nacida dentro del anarquismo-socialista, sentada en las rodillas de Errico Malatesta, e hija de uno de los pensadores más lúcidos y más íntegros del anarquismo internacional. Pero Luigi Fabbri muere pronto en su exilio en Montevideo, aunque funda con su amigo Ugo Fedeli (1898-1964), una de las más bellas revistas del anarquismo: Studi sociali.

      Fabbri conoció la amplitud de los movimientos sociales italianos y la expansión del totalitarismo (fascismo) del cual huye. Cuando llega a Uruguay, es una mujer joven pero lúcida, sabia y determinada. Ella ya es autora de una tesis sobre el gran geógrafo anarquista Eliseo Reclus, quien también estuvo en suelo latinoamericano durante su juventud. Eliseo deja hermosas descripciones de la actual Colombia (Sierra Nevada y Santa Marta), y evoca efusivamente a América Latina en su gigantesca Geografía Universal.

      Fabbri y ­Barrett se integran comprometidamente a los movimientos políticos y culturales de sus principales países de adopción.

      ­Barrett figura como un gran escritor paraguayo que marca las futuras generaciones y que incluso anticipa el existencialismo. En Paraguay influye a Augusto Roa Bastos (1917-2005) y en Argentina Jorge Luis Borges siente una deuda hacia él por sus ideas.

      Fabbri se vuelve de inmediato una personalidad en el seno de la intelligentsia del Río de la Plata que reúne exilados de todas partes con progresistas locales. Montevideo es uno de los grandes centros del socialismo antiautoritario, presente en todas las corrientes. Ella no abandona sus orígenes italianos (profesora de Historia desde 1933, e incluso profesora de Literatura italiana en la Universidad de la República en Montevideo desde 1949) aunque pertenece íntegramente al mundo uruguayo. Luego de la guerra, a pesar de su apego a la cultura y al movimiento italianos, decide quedarse en el país que la acogió. Es reconocida tanto por su militancia ecléctica (ya que proviene del movimiento anarquista stricto sensu) como por su brillo cultural y sus múltiples contactos. Su posición crítica de la revolución cubana y de los movimientos guerrilleros (tupamaros) le da un espacio de importancia aunque conflictivo en el seno del movimiento anarquista uruguayo dividido por estos temas. Su apoyo a la Comunidad del Sur recuerda que el anarquismo tiene que ser tanto pensado como vivido, y debe tomar en cuenta el crecimiento individual así como la armonía colectiva.

      Fabbri y ­Barrett se sensibilizan con la historia y las realidades sociales de sus países de adopción. Basta con citar la célebre obra de denuncia de ­Barrett El dolor paraguayo (1911) o aún otra sobre Argentina: El terror argentino (1910) para validar esta afirmación. Ellos nos recuerdan, entre otros, la obra de denuncia de Florencio Sánchez (El caudillaje criminal en Sudamérica-1903) sobre la miseria rural uruguaya y brasilera y la gangrena militarista, o la denuncia de los estragos anti-indígenas y la miseria social de Méjico de John Kenneth Turner (Barbarous Mexico-1910). La empatía mostrada por ­Barrett y Fabbri por las clases populares, por los indígenas y por las mujeres latinoamericanas convierte a estos dos intelectuales en pensadores comprometidos con sus países de adopción.

      Ya son verdaderos libertarios en sus países de origen pero también en su emigración, y los dos supieron insertarse en los movimientos autóctonos, sobre todo Luce, ya que había una sólida tradición ácrata en el Río de la Plata, aunque no tan consistente en Paraguay. Ellos son ejemplos indispensables que testimonian el universalismo e internacionalismo anarquistas.

      Ellos poseen un camino utópico libertario abierto, de una extraordinaria modernidad que es objeto de un gran reconocimiento internacional. Desde fines del siglo XX se reconoce en Luce una de las pensadoras ácratas más importantes del siglo, como una innovadora en sus ideas sobre el totalitarismo, el «novlangue» (detallado por Orwell), así como sobre las nuevas relaciones de poder y la tecnoburocracia, o sobre la exigencia de coherencia en el compromiso político: el fin deseado no puede de ninguna manera apoyarse en medios contradictorios con el ideal de emancipación antiautoritaria. Sin riesgo a equivocarse ella puede ser comparada a los intelectuales de fuste, no especialmente libertarios pero cercanos, como Hanna Arendt (1906-1975), George Orwell (Eric Arthur Blair 1903-1950), Milovas Djilas (1911-1995) o Michel Foucault (1926-1984), así como anticipa muchas de las ideas de Cornelius Castoriadis (1922-1997). Ella destaca numerosos elementos críticos del post-anarquismo actual, si bien sigue fielmente ligada al medio anarquista.

      Si tuviéramos que retener algunos datos subrayados por el autor, deberíamos resumir, destacando:

       la empatía socio-cultural de los dos autores, y particularmente la de ­Barrett con los ignorados de siempre paraguayos. Su compromiso es tanto social como cultural e ideológico.

       la voluntad de pensar fuera de los dogmas y de las convenciones, incluso su propio pensamiento anarquista, y quizás hasta en contra de él.

       una búsqueda de coherencia entre la vida, el compromiso y el pensamiento. Luce Fabbri es especialmente de una gran modernidad. Hoy en día los post-anarquistas que caricaturizan el pensamiento ácrata original deberían leer sin falta los textos políticos de Luce. Su utopía emancipadora se hace caminando (Ver una de sus obras mayores: La strada-El camino) y evoluciona según el contexto, sin romper con los principios esenciales. Es evidentemente pragmática pero no oportunista, y vela sin paciencia porque haya coherencia entre el objetivo final y los medios utilizados. En una época destrozada por todos los totalitarismos y con ideas centralizadoras y reductoras, el pensamiento de Luce es un verdadero reconocimiento al mundo abierto, a la medida del hombre y de la mujer, poniendo en la mira la pluralidad de las ideas y de las experiencias para

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