La energía sexual o el dragón alado. Omraam Mikhaël Aïvanhov
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La espiritualización del amor es la condición básica para la venida del Reino de Dios. Por lo tanto, aquellos que ven claro, aquellos que tienen un alto ideal del amor, que sepan que pueden servir al Reino de Dios con esta fuerza que es la energía sexual; así pues, que se amen, que se besen, pero con la idea de consagrar este amor a la realización de algo divino. En ese momento producirán emanaciones de tal belleza, que los mismos ángeles quedarán sorprendidos, maravillados, y vendrán a aportarles regalos.
Por lo tanto, lo repito, sea cual fuere la naturaleza de vuestro amor, los gestos son siempre los mismos: debéis acercaros al ser que amáis, abrazarle, besarle, acariciarle; no cambia nada. La diferencia está en la intención de los gestos, eso es lo que cuenta. Alguien dirá: “¡Ah! yo he visto a tal besar a cual”, y les condena. El Cielo no mira eso, sino que mira lo que han puesto en su beso: si ellos se han dado algo bueno, puro, el Cielo les recompensa. En la tierra posiblemente se les condena por ignorancia, pero en lo alto se les recompensa.
Si introducís en vuestro amor la vida eterna, la inmortalidad, la pureza, la luz, y aquél a quien amáis crece, avanza y se expande gracias a vosotros, entonces es verdaderamente amor, porque el verdadero amor lo mejora todo. Pero si amáis a alguien y él va menguando, debéis cuestionaron sobre la bondad de vuestros sentimientos y deciros: “He perjudicado a este ser. Antes era magnífico y ahora es una ruina…” No tenéis, por lo tanto, motivo para estar muy orgullosos, y debéis buscar la manera de reparar vuestros errores.
Vuestro amor debe hacer crecer a los demás. Y únicamente cuando les veáis expandirse gracias a vuestro amor, podéis ser felices, sentiros orgullosos y dar gracias al Cielo por haber conseguido ayudarles y protegerles. Pero, en general, la gente no se ocupa de esas cosas, y enseguida vienen a decirme: “La amo, la amo... – Si, respondo, ya sé que la amáis, pero como a una gallina que metéis en la cazuela para comerla: la amáis, la devoráis, y punto…” No, el amor no debe nunca devorar ni arruinar a los seres... Ya veis, el amor, tal y como yo lo entiendo, es muy diferente de todo aquello que la gente o la juventud, que no están muy iluminados, pueden imaginar.
Los humanos no saben amar, y para justificarse me dirán: “Maestro, usted no conoce la naturaleza humana, es terrible…” Ah, bueno, así que yo no conozco la naturaleza humana... Pero yo les responderé que de la misma manera que han convertido la naturaleza humana en algo difícil de dominar, también pueden volverla sensata y ennoblecerla. En el pasado no se esforzaron, como consecuencia, ahora han recibido una naturaleza muy difícil. Así es como se explica; es culpa suya, imposible justificarse. Muchos deciden no esforzarse más porque creen que no es posible cambiar. Si, es posible. Y de ahora en adelante, cuando os encontréis ante grandes obstáculos, debéis decir: “El Maestro nos ha hablado de este amor y quiero llegar a conocerlo…” ¿Por qué objetar que la realidad es diferente de como os la presento? Eso es: la realidad, ¡como si esa palabra pudiese excusarlo todo! Pero hay realidades y realidades.
Yo no niego que la sexualidad sea una realidad, pero, ¿por qué quedarse en esta realidad tan inferior y grosera? Existe otro grado de realidad también, sólo que más sutil. Ciertos seres han llegado a entender y a vivir esta realidad, y ahora, por nada del mundo podréis convencerles para que la abandonen y vuelvan hacia atrás, porque no quieren. Pero, desgraciadamente, tampoco podéis convencer a los demás para que intenten elevar el grado de su amor; ellos descuidan todas esas grandes verdades que pueden salvarles, continúan descendiendo hacia la animalidad, y luego, evidentemente, se encuentran destrozados. Es normal, su amor sólo podía ser maravilloso durante algunos minutos; después todo es ceniza, escoria. Decimos: “¡Era tan bello!” Sí, lo era... pero ya no lo es, no ha durado; el oro se convirtió en plomo. Mientras que el amor celeste sigue siendo eternamente oro, nada puede oxidarlo.
El hombre tiene una herencia y debe luchar contra ella; desde hace miles de años, el género humano se ha ido formando un determinado concepto del amor que ha quedado grabado en nuestras células y es difícil borrarlo. Pero, a pesar de que no consigáis transformar vuestra concepción del amor de un día para otro, no debéis dejar de creer lo que dicen los grandes Maestros. El que no consigáis cambiar, significa simplemente que estáis deformados o que sois débiles, pero no que los Iniciados os engañen.
Cuantas más tendencias inferiores tengáis, más obligados estaréis a satisfacerlas. Pero eso no debe impediros creer que es posible mejorar. Y el día en que consigáis desarrollar otras tendencias sublimes y divinas, nadaréis en el océano del Amor cósmico, mientras que antes sólo os alimentabais de algunas gotas esparcidas por aquí y por allá, (y todavía para encontrarlas, ¡qué vida de decepciones y desgracias!) Ahora que estáis sumergidos en este océano cósmico, bebed de él y no tendréis necesidad de ir a robar algunas gotas de amor a los demás.
Yo sé que lo que digo será incomprensible para algunos. Pero que hagan lo que puedan, con la esperanza de que después de algunas encarnaciones llegarán a transformar su amor. ¡No hay que violentarse! A aquellos que ya trabajaron en otras encarnaciones, les es más fácil contentarse con poca cosa en el plano físico, e incluso liberarse inmediatamente y gozar del amor en lo alto, en el plano espiritual.
Evidentemente, son pocos los seres capaces. ¡Cuántos religiosos hicieron votos de castidad sin saber exactamente lo que hacían! Eran muy jóvenes, no se conocían, ni conocían la naturaleza humana, y un día, cuando los instintos y las pasiones despertaron, se ahogaron. ¡Qué tragedia! Sí, ¡qué tragedias en los conventos, tanto para los hombres como para las mujeres! Es mejor casarse y tener hijos que atormentarse en un convento diciendo ser la novia de Jesús, pero cometiendo adulterio en la imaginación con todos los demás. En ese caso, es mejor salirse de los conventos. El Señor es mucho más generoso. Nunca pidió que nos consagremos a Él si para ello debemos vivir atormentados. Él prefiere que hagamos el bien teniendo una mujer – o un marido – e hijos, antes que vivir una vida caótica, desordenada, ensuciando la atmósfera con todos nuestros deseos insatisfechos.
Incluso los grandes místicos han sido atormentados toda su vida por la energía sexual, y apenas al final han encontrado la paz. Santa Teresa de Ávila era muy apasionada. Santa Teresa de Jesús nunca sabremos cómo vivió, ni qué tentaciones tuvo que vencer. Ella no era como nos la han presentado: una jovencita graciosa, con cara dulce y delicada. No; su naturaleza era fuerte y poderosa. Yo admiro y amo mucho a santa Teresa, pero no estoy de acuerdo con la manera inexacta como nos la han presentado, con el pretexto de quedar bien...
Y podemos hacer igualmente la misma observación con respecto a cómo son presentados la mayoría de los Iniciados y de los grandes Maestros. Se tejen a su entorno toda clase de leyendas ocultando las luchas que tuvieron que hacer para convertirse en seres excepcionales. Pero no es así como ayudamos a los humanos en los esfuerzos que tienen que hacer para avanzar en el camino de la evolución.
II
Es pues necesario que las cosas estén claras. Muchos santos y santas fueron muy ardientes hasta el último momento, y eso no es censurable, sino todo lo contrario. Aquellos que saben utilizar la energía sexual son los más ricos y privilegiados, porque esta energía es una bendición. Muchas personas muy creyentes han querido suicidarse porque sentían este ardor en ellos y se creían condenadas. Eso significa que no habían comprendido nada, y desgraciadamente, la Iglesia tampoco explica nada sobre ello. En la Iniciación se presenta la cuestión de otra manera. La energía sexual es un don de Dios, sólo que hay que saber utilizarla. Los países que tienen mucho carbón o petróleo bajo su suelo, se vuelven multimillonarios porque lo utilizan. Y los que no saben utilizarlo, se queman. De la misma manera, la energía sexual es una fuerza que el hombre debe aprender a utilizar para iluminar, calentar y hacer funcionar todos estos centros psíquicos y espirituales en sí mismo.
Pero la gente, al estar lejos de la verdad, cuando