La energía sexual o el dragón alado. Omraam Mikhaël Aïvanhov

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La energía sexual o el dragón alado - Omraam Mikhaël Aïvanhov

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les dirá: “¡Bravo, jóvenes! Sois privilegiados por poseer esa riqueza... Pero debéis saber que si no sois inteligentes, esta riqueza será precisamente la causa de todas vuestras desgracias…” Eso es lo que deberíamos decirles, pero en lugar de eso, se lo echamos en cara, les criticamos; y cuando vemos un joven frío, nos alegramos. Pero, ¿qué hará él con su frialdad? ¡Nada de nada! Yo también he sido educado así, incluso peor que vosotros. ¡Si supieseis cómo nos educaban en Bulgaria a principios de siglo! Precisamente por ello doy gracias al Cielo, por haber tenido la luz de esta Enseñanza.

      Y ahora, si hay algún o alguna joven que viene a escucharme por primera vez, me permitiré añadir todavía algunas palabras para ayudarles. Pensaréis, quizás, que cuento demasiadas cosas escabrosas... ¡Sí, sí, pero eso no es nada! Si supieseis lo que la juventud está aprendiendo, de qué habla, de qué se ocupa, os quedaríais estupefactos. ¡Incluso los niños de doce o trece años se cuentan cada historia! Lo que yo cuento no es nada...

      Un día recibí la visita de una joven; era muy bella, simpática, y por su comportamiento se veía que era muy educada. Pero he aquí que me contó que era muy desgraciada porque estaba obsesionada por una imagen: en todo lo que miraba, flores, frutos, objetos, incluso en el techo, no veía otra cosa que el sexo masculino. Y como era creyente, católica, se sentía perdida, en pecado.

      Cuando la hube escuchado me eché a reír. Ella me miró con aire de sorpresa y le dije: “Escúcheme, ¿me permite explicarle y darle un método para salir de esta situación? – Oh, sí, dijo, sí…” Y le expliqué: “No pasa nada grave, no hay nada malo en todo lo que me dice. Es natural, normal, son cosas que le pasan a todo el mundo; más o menos, claro está, pero no hay motivo para desesperarse. La naturaleza se ocupa de la propagación de la especie, y es ella la que crea esas representaciones en los hombres y en las mujeres. Pero hay que saber cómo actuar, cómo utilizar esas imágenes, de lo contrario, mire en qué estado está usted...”

      “He aquí lo que debe hacer en adelante. Cuando vea esta imagen en un fruto o en un objeto, en lugar de desconsolarse, mire tranquilamente... Pero no lo haga mucho tiempo, porque corre el peligro de que ciertos deseos se despierten en usted, y entonces, para consolarse, recurrirá a determinados gestos, y así sucesivamente. Por lo tanto, para que eso no se produzca, vuélvase un poco filósofa, es decir, comience a pensar en la Inteligencia que preside la formación de esos órganos. Reflexione, medite, maravíllese de la sublime Inteligencia que se ha ocupado en crear cosas tan perfectas y así olvidará la tentación. Mientras que si usted insiste, nunca saldrá de ahí. Tome esta imagen como un punto de partida capaz de propulsarle hasta el origen. Si usted no tiene ese punto de partida, ¿cómo llegará a su predestinación en lo alto? Pero recuerde que no debe considerarla más que como punto de partida, no se quede ahí mucho tiempo, porque entonces puede precipitarse en el abismo y perderse. Usted debe utilizarla solamente.

      “Desgraciadamente los humanos no saben ir más allá del mundo de las formas para reflexionar y maravillarse. No saben que es, precisamente, este “maravillarse” lo que les salvará…” Decís: “Pero, ¿qué me pasa? Es horrible, repugnante”, y eso es lo que os pierde. Reemplazad esas viejas concepciones y no digáis: “Es horrible”, sino: “¡Qué belleza! ¡Qué esplendor! ¡Qué inteligencia! ¿Cómo ha podido formar la naturaleza una cosa tan extraordinaria?” Entonces estaréis maravillados y encontraréis el equilibrio y la paz. Esto es lo que le dije a esta joven, y se fue muy feliz.

      El Señor todo lo hizo bien, entonces, ¿por qué querer mutilar sus creaciones? Algunos se comportan, con respecto a la sexualidad, como si el Señor hubiese hecho mal las cosas... Bien, pues eso es lo grave, eso es lo que está castigado. Debemos admirar todo lo que Dios ha creado, porque Él sabía por qué lo creaba. No somos nosotros los que debemos juzgar. ¡Qué filosofía tan rara se ha dado a los humanos! Vosotros diréis que era para mantenerlos en la pureza y en la castidad... Pero es precisamente eso lo que les empuja a transgredir todas las leyes de la pureza, porque, ¡cuanto más diabólicas e infernales se les presenta las cosas, más se les incita, precisamente, a verlas y a probarlas!

      ¿Acaso creéis que condenando todo lo referente al sexo como algo sucio y repugnante la gente dejará de interesarse en él y de practicarlo?... Pero entonces, ¿por qué la mayoría de los hombres que piensan que eso es repugnante se revuelcan día y noche en esa porquería? Eso no ha impedido nada, sino todo lo contrario. Baudelaire dice que cuando creemos cometer un crimen, sentimos mayor placer. Sí, en cuanto sabemos que algo está prohibido, que es un crimen, el placer aumenta. Eso puede ser verdadero o falso, no quiero discutir sobre ello; solamente quería deciros que vilipendiar al sexo jamás ha sido una solución, mientras que si pensáis de otra manera, recibiréis ayuda.

      La única solución al problema de la sexualidad está en la manera como se consideren los hombres y las mujeres. La causa de todos los desórdenes y desenfrenos radica en que los hombres no han aprendido a valorar a las mujeres, ni las mujeres a valorar a los hombres. Si el hombre considera a la mujer como una hembra, como una Mesalina, como un objeto de placer, ya determina su comportamiento y se verá obligado a liberar todas sus tendencias pasionales. Pero si la considera como una divinidad, sus sentimientos y su comportamiento se transformarán.

      Jesús decía: “Que te sea hecho según tu fe…” Si, las cosas se vuelven de tal o cual manera, según la forma de considerarlas.5 Es una ley mágica que la humanidad debe, de ahora en adelante, conocer. Pensamos que podremos cambiar la forma de amar sin cambiar la forma de considerar al que, o a la que amamos... No, es imposible. Es muy difícil cambiar las formas de expresión del amor. Pero cambiad vuestra forma de considerar a un ser y actuaréis sobre vosotros, sobre vuestros sentimientos, sobre vuestras tendencias, y, por lo tanto, sobre la manifestación de vuestro amor. Así es como yo lo hago y considero a la mujer como una divinidad. Diréis: “Pobre viejo, ¡qué lejos está de la verdad! ¡Si supiese qué es una mujer!”... Y, ¿creéis que no lo sé?... Pero no quiero pensar en ello, no quiero saber ni qué es ni qué puede ser, y eso me ayuda, lo hago por mí. ¡Si creéis que no sé lo que es la mujer! Puedo tener todas las razones para considerarla como el ser más espantoso, pero eso no soluciona nada; quiero que represente una divinidad para mí. Por lo tanto, la considero como una divinidad, y soy yo el que se beneficia: ¡si supieseis lo que siento y lo que descubro entonces! Este punto de vista contiene toda una filosofía...

      Hace años, vino a verme un viejo médico, gordo, barrigón, y se puso a hablarme de las mujeres. Y, ¿sabéis lo que me dijo? Me dijo: “La mujer no es más que una vagina…” Me quedé anonadado. Decidme, ¿de qué sirve tener concepciones tan prosaicas? Claro está que no podemos negar que el ser humano posee intestinos y todo tipo de órganos que no son particularmente estéticos. Pero, ¿acaso el hombre o la mujer no son nada más que esos intestinos y esas funciones un poco groseras? La gente lo confunde todo. El ser humano está obligado a tener un cuerpo físico con órganos adaptados a tal o cual función, pero está lejos de ser tal y como aparenta físicamente. El hombre y la mujer no se reducen a algunos órganos, son seres que piensan y que sienten, son seres que tienen un alma y un espíritu.

      ¿Qué gozo puede sentir un hombre si piensa que la mujer no es más que un órgano?... Toda su vida psicológica se desperdicia. Verdaderamente ese médico no era un psicólogo: no había estudiado cómo tal o cual pensamiento puede influir en nuestro estado interno. Y a mí, precisamente lo que más me interesa, es saber cómo y de qué manera se refleja en mí todo lo que pienso... Y por eso prefiero pensar que la mujer es una divinidad. Diréis que eso no es la verdad: sí, es posible que tengáis razón, pero vuestra razón no me interesa, y vuestra verdad es de lo más perniciosa. Yo, a pesar de vivir en la ilusión y en la mentira suponiendo que eso sean ilusiones y mentiras soy el hombre más feliz de todos. Considero a todas las mujeres como divinidades, como un aspecto de la Madre Divina, y entonces, si supierais qué felicidad, qué gozo siento al pensar que hay mujeres en la tierra, ¡es increíble!... ¿Creéis que aún vendría a daros conferencias si pensase como ese médico? De ser así ya no tendría ganas de veros, ni de hablaros, ni de nada.

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