Formar-se en Psicología. Varios autores
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J. O.: Bien, usted venía diciendo entonces que le parecía que la formación de los psicólogos debería considerar, digamos, una estructura; que esa formación debería tener una serie de retos, de desafíos, a lo largo de la formación. Y usted decía que hay que pensar hacia dónde se quiere llevar a los estudiantes para saber entonces qué se les tiene que dar en cada uno de los cursos, en las aulas, para saber qué va a recibir el estudiante a lo largo de su formación. Le quería preguntar: en relación con su comprensión de la formación de los psicólogos –y decía usted que sentía que los estudiantes leían poco–, ¿cuál es su comprensión acerca de la manera en que los psicólogos se forman actualmente? ¿Qué piensa usted sobre cómo los psicólogos están siendo formados en la actualidad?
S. M.: Bueno, eso depende de las escuelas. Hay escuelas muy buenas y otras no tanto. Voy a hacer una generalización que no es buena. Para mí, los individuos, hoy en día, en el curso de grado, se quedan mucho en el nivel de la información, a veces del conocimiento, y no avanzan mucho en el nivel de la comprensión. ¿Por qué eso? Primero, porque los alumnos hoy valoran más la información. Hay una cosa, Johnny, muy importante, que para mí hace la diferencia: los alumnos hoy escuchan a un profesor o leen un texto esperando una respuesta definitiva, cuando lo que tienen que esperar no es una respuesta, sino un insumo, ¿sabes?, un input. El estudiante debe elaborar la respuesta. Entonces muchos dicen: “No me gustó el aula, la clase de tal profesor, porque habló y habló, pero no sé cómo aplicar todo lo que dijo”. Yo pienso que un profesor debe dar el insumo y que el estudiante tiene que elaborar la respuesta. El estudiante debe asumir la clase como una experiencia en la que se le ofrecen informaciones que él debe ser capaz de escuchar, comprender, reflexionar y criticar; hay que poner la información en duda, como un insumo. Parece que el estudiante no está esperando una oportunidad para pensar, reflexionar y criticar, sino que está esperando una respuesta ya dada, tal y como aparecería en Google, y con la misma facilidad. Para mí, de cara a la formación, esta es la amenaza más seria.
Como profesor, creo que tengo que darles a los estudiantes herramientas, informaciones, textos que ellos utilicen como instrumento de transformación de su erudición, de su comprensión; esto es para mí lo fundamental.
J. O.: Y en comparación con su formación, ¿usted cree que sí estaba en esa dirección?
S. M.: Sí, porque imagínate sentar a un grupo de ocho personas y leer y discutir un capítulo, sin profesor; algunas veces teníamos un profesor y discutíamos. Cuando él citaba a un autor, nosotros íbamos a buscar, ¡cuántas veces yo fui a la reunión con los tres o cuatro libros citados! “Ah, mira de lo que él habla. Aquí está”. Entonces, esa facilidad y esa priorización de la vivencia virtualizada y no inmersa en lo empírico, para mí hacen la diferencia. Los individuos están aprendiendo a ser pasivos, digamos así, y a priorizar el resultado del hacer y no la comprensión del proceso de producción de conocimiento.
J. O.: ¿Y usted considera que eso ocurre solamente en el pregrado, o también en la maestría y en el doctorado?
S. M.: Lo preocupante es que se presenta en todos los niveles.
J. O.: A propósito de la formación de posgrado, usted ha sido un profesor de mucha experiencia en el nivel doctoral. ¿Usted cree que la formación de doctorado está siendo hoy en día también afectada por esto que comenta?
S. M.: Sí, también. Mucho, mucho.
J. O.: ¿En qué lo nota?
S. M.: Primero, en que se lee mucho menos; segundo, en que hay una ansiedad por que se ofrezcan respuestas y no situaciones de análisis y espacios de reflexión. Es más complicado todo eso hoy porque el individuo no lee mucho y no sabe discutir con profundidad.
Por ejemplo, yo estoy escribiendo un capítulo para un libro europeo sobre qué es la autorrealización, el self fulfillment. Para mí, la autorrealización es la integración de algunas condiciones humanas. La primera de ellas es la potencialidad, no puedo utilizar la palabra realizar si no presupongo que existe una potencialidad que alguien puede transformar, según Aristóteles, en acto: yo tengo la potencialidad y puedo transformarla en un acto. Dios es el único ser que no tiene ninguna potencialidad; es deficiente, digamos, porque todo en él está realizado. Esta es la concepción aristotélica. Si Dios tuviera una potencialidad y la pudiera realizar, entonces podría cambiar algo; por lo tanto, no sería el ser absoluto. En ese sentido, yo tengo que comprender, la comprensión del ser humano es como un ser que realiza y para realizar tiene potencialidad. Hay un poeta brasileño, Manuel de Barros, que escribió: “La mayor fortuna del ser humano es ser incompleto”. Si no fuéramos incompletos, como somos, nos moveríamos mucho menos. Como somos incompletos, necesitamos buscar, movernos, para poder realizar. Pero para realizar algo hay que tener una finalidad, algo como un reto.
Otro concepto que entra en el concepto de autorrealización es el de utopía o ideales del yo. Se necesita de una cognición que esté dentro de uno y que lo ponga a uno en el futuro, un punto de llegada. No es un conocimiento de “quiero ser así”: es un punto de llegada. Voy a citar las palabras “utopía” e “ideales”, pero voy utilizar el ideal del yo. El tercer concepto para mí es la trascendencia; esto es lo más difícil. ¿Qué es trascendente? Es algo que le da sentido a mi existencia, a mi identidad. Los ideales son retos, pero hay algo que yo demando, algo que es propio, como quién soy yo. Esto lo tomé de la mitología griega. ¿Conoces el mito de Elusio? Antes de Sócrates, los atenienses tenían el hábito de que, cuando el individuo tenía trece o catorce años de edad, era puesto en un bosque y debía quedarse allí un día entero, sin ropa y sin comida, únicamente con un cuchillo o algo parecido, y tenía que actuar solo en la noche. Durante el día se tenía que esconder. Este era un rito de paso de la niñez a la adultez. Los griegos pensaban que, a partir de su esfuerzo para superar las dificultades y los obstáculos, el individuo tenía, en los tres o cuatro días que hacía esto, un espejo de sí mismo, y encontraba un sentido de su existencia que no era este reto o aquel otro, sino la pregunta por la identidad: ¿quién soy yo? Esto es una cosa trascendente. Para mí, la autorrealización es algo que depende, entonces, de una potencialidad, la cual, a su vez, depende de retos que el individuo tenga. A través de esos retos y realizando sus potencialidades, él descubre el sentido de su existencia: esto es autorrealización. Pero mira que no se trata de una respuesta fácil y ya dada, sino que resulta del esfuerzo de pensar, comprender, articular y construir por sí mismo una posible respuesta.
J. O.: ¿Esa es la profundidad que usted dice que, incluso en los niveles doctorales, no se logra?
S. M.: En efecto, sí. Muchas tesis de doctorado están en el nivel de información y no pasan a un nivel de comprensión del mundo.
J. O.: Volviendo al asunto de la formación general, ya no solamente a nivel de doctorado, le pregunto: ¿cuáles cree usted que son los desafíos que tiene la psicología de cara a la formación de los nuevos estudiantes, de los nuevos psicólogos?
S. M.: Hay muchos. Uno de ellos es trabajar sobre las plataformas limitadoras que el estudiante recibió en la educación básica. Otro desafío es que la escuela sea capaz de organizar un currículo. ¿Y qué es un currículo? Es un sistema de actividades sistematizado, organizado, articulado, en el cual se perciba una fuerza transformadora. Esto implica dos cosas: la reflexión que el individuo hace y el diálogo, la interlocución, con los autores y con el mundo. Ahí hay que estimular estas dos cosas y, al hacerlo, hay que motivar a la comprensión.
J. O.: Ahí hay una dimensión, profesor, que es la relación profesor-alumno en la formación de psicólogos. ¿Cuáles cree usted que son las implicaciones subjetivas y personales que necesita un estudiante de psicología para formarse?