Formar-se en Psicología. Varios autores
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D. G.: Erica, ¿cómo empezó el feminismo a hacer parte de su trayectoria? Puedo ver esto como una semejanza de sus trayectorias. Usted estaba hablando sobre su experiencia personal a la par con los debates que estaban surgiendo…
E. B.: Yo era muy excluida y me sentía alienada en la mayoría de los debates feministas que estaban sucediendo en la Universidad de Sussex, porque hablaban de una experiencia generalizada de las mujeres y esa no era en absoluto mi experiencia. Entonces no me conecté con el privilegio de las mujeres blancas de Occidente, ni con su posición ni su experiencia. Mi punto de entrada al feminismo llegó cuando el feminismo estaba fragmentado. Me volví feminista, como una judía feminista, viniendo de una posición inferior. La fragmentación del feminismo en feminismos reconoció las diferentes experiencias que diferentes mujeres tienen en los diferentes contextos.
I. P.: El feminismo llegó a mí porque yo estaba involucrado con las políticas marxistas del momento, y en ellas y en las organizaciones marxistas empezó a aparecer el feminismo.
D. G.: ¿Como una crítica a los acercamientos marxistas?
I. P.: Como una crítica a la mayoría de las formas económicas reductivas y patriarcales del marxismo. No siempre como crítica del marxismo, en ocasiones como una manera de cuestionamiento hacia las prácticas marxistas, agregando otra dimensión al marxismo. El feminismo fue viable ahí en ese momento y no se podía ignorar. Algunos de los marxistas trataron de ignorarlo y de describirlo como algo que provenía del individualismo burgués o algo por el estilo, pero el feminismo apareció para mí en ese momento; ese fue exactamente el momento en el que empecé a involucrarme con el marxismo. De esta manera, el feminismo se volvió parte de mi marxismo. No puedo pensar en el marxismo sin el feminismo. No tiene sentido para mí.
D. G.: El feminismo estaba tratando de dirigirse a la opresión y a la desigualdad por medio de diferentes conceptos, ¿cierto?
I. P.: Sí, por medio de diferentes conceptos que abordan el nivel experiencial relacional en la explotación capital y en los sistemas de poder. Entonces, el feminismo abrió esa pregunta y yo supongo que surgió como algo que obligó a plantearla; pero el feminismo, como tal, no tenía tampoco la respuesta a esa pregunta. Pienso que por eso se dan estos marcos de trabajo, como los de Foucault y Derrida, los llamados posestructuralistas. Ellos formularon conceptos que nos permitieron hacer esas conexiones y concepciones teóricas.
D. G.: ¿Cómo fue su experiencia en el doctorado, Erica?
E. B.: Para ser honesta, empecé el doctorado y me quedé atascada después del primer año. El primer año de mi doctorado estaba conectado con un proyecto sobre microprocesadores en la educación –lo que ahora denominamos computadores– e hice algunos experimentos. Posteriormente, mi asesor y yo nos dimos cuenta –al menos él fue capaz de reconocerlo– de que no entendía nada de aquello de lo que yo estaba hablando cuando nos reuníamos.
I. P.: Entonces, el doctorado fue una buena práctica en términos formativos; de su parte fue formativo (risas).
E. B.: Sí, él me invitó a buscar otro asesor. Estuve a punto de darme por vencida, pero en ese momento asistía a varios cursos, incluyendo uno sobre género y sexualidad impartido por Elena Lieven, en el Departamento de Psicología del Desarrollo. Estaba aprendiendo mucho, pero no sumaba para mí; me estaba moviendo en múltiples direcciones. Cambié de asesor y empecé a hacer algunos trabajos sobre Piaget y la edad, con una conexión de conceptos sobre el tiempo y el desarrollo (en los sentidos más amplios). La edad era un concepto muy social y era una parte muy pequeña en su libro sobre el tiempo, mencionada en términos de relación lógica de sucesión y duración. Posteriormente, en otro punto, me atasqué porque no sabía qué hacer con el material. Había visitado colegios y había tenido conversaciones interesantes con los niños. Me había alejado de la entrevista clínica de Piaget.
D. G.: ¿Usted empezó a criticar la perspectiva dominante piagetiana también durante este proceso?
E. B.: Lo hice y estaba muy impresionada por esto. Pienso que hay mucho más a favor de ello de lo que las tradiciones angloamericanas reconocen. Después pasé un tiempo insegura de lo que iba a hacer. Me ofrecí como voluntaria en Mind.2 Apliqué como asistente de apoyo, pero no obtuve el puesto. Tuve una crisis sobre qué tipo de trabajo iba a hacer. Por medio de una serie de coincidencias me involucré en la organización de un taller con Ian en el Politécnico de Mánchester y fui después invitada a aplicar a un trabajo allí. Fue así de accidental. En un momento pensé: ¿debería tratar de formarme como psicóloga clínica? ¿De verdad quiero hacer eso? ¿Debería formarme en trabajo social? ¿Debería hacer esto? Pude haber ido en varias direcciones, pero al final terminé en una posición en la cual fui invitada a aplicar para un trabajo, que sí obtuve.
D. G.: ¿Eso fue antes de que terminara su tesis?
E. B.: Eso fue mucho antes de que terminara mi tesis. A pesar de haber trabajado tres años, mi financiación había terminado, pero no había completado el proceso. Fue solo después de haber terminado los primeros dos años de docencia que abrieron un puesto nuevo. Apliqué y me dijeron que tenía que comprometerme con terminar mi doctorado. Pensé entonces que debía hacer eso y lo hice. De hecho, encontré muy útil la experiencia de preparar clases para superar el bloqueo en la escritura. Cuando tienes que escribir y tienes que producir cosas y reconciliarte con la decepción y la imperfección de lo que has producido y además tienes que presentarlo en una fecha límite… eso fue lo que me permitió terminar. Entonces, empecé en el doctorado tiempo completo y lo terminé en medio tiempo, en parte porque tenía que conservar mi trabajo.
I. P.: Yo obtuve mi doctorado antes que mi trabajo en el Politécnico de Mánchester.
D. G.: ¿Usted terminó su doctorado y después obtuvo el trabajo?
I. P.: Sí, algunas de mis experiencias son diferentes de las de Erica. Ella tuvo este empujón para la escritura por tener que preparar clases; sin embargo, en mi caso, la experiencia clave fue la de estar involucrado con organizaciones políticas. La educación que tuvimos fue política, en las organizaciones de izquierda. Incluía una formación sobre cómo ir a una reunión con un grupo de compañeros e intervenir en ella. Nos decían: “Usted hable sobre esto y usted hable sobre aquello”. Hubo un tipo de empujón para hablar, intervenir y argumentar, y pienso que abordé las ponencias de las conferencias y las presentaciones de los seminarios de esa manera.
D. G.: ¿Había algo más que solo enseñar?
I. P.: Sí, porque esto fue antes de enseñar. No había sido docente y no tenía idea de serlo. Entonces, el empujón para escribir surgió de preparar, argumentar y tratar conferencias y presentaciones académicas como si fueran intervenciones políticas; de alguna manera me imaginé que eran intervenciones políticas. Usar a Foucault para hablar sobre el poder en la psicología en una conferencia era una intervención política.
D. G.: Y, por supuesto, sigue pensando de esa manera…
I. P.: Sí, no puedo dejar de pensar de esa manera.
E. B.: Hay ciertos puntos generales que quisiera delinear. Se pueden ver como una serie de accidentes. Ahora las personas, en ocasiones, nos preguntan: “¿Cómo hiciste eso?, ¿cómo obtuviste aquello?, ¡no pudo ser planeado!”.
I. P.: Si lo hubiéramos planeado no habría sucedido, porque tú sabes cuáles eran las condiciones y sabes que nosotros estábamos respondiendo momento a momento a diferentes órdenes, de las instituciones, de las invitaciones o de las sugerencias que nos hacían.
D. G.: Pienso que en ambos casos ustedes estaban