Claves secretas de la historia. Robert Goodman
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Los templarios se dispersaron a causa de la persecución de que fueron objeto a principios del siglo XIV. Se piensa que se llevaron sus tesoros, dejándolos en lugares secretos que sólo los iniciados sabrían cómo encontrar. En este sentido, dedico el capítulo 2 a las ingeniosas técnicas empleadas por los templarios para dejar una huella permanente de su paso.
Empecé este capítulo con los Rex Deus y terminé con la sociedad secreta del Priorato de Sión. En el momento en que escribo estas líneas, no se sabe si existe alguna relación entre las dos.
2. Rastreando la huella de los templarios
Durante su estancia en Jerusalén en el siglo XI, los primeros nueve templarios, supuestamente hijos primogénitos de nobles y todos miembros de la sociedad secreta milenaria Rex Deus, buscaron ciertas reliquias y manuscritos debajo de los establos del primer templo, el de Salomón, donde estuvieron alojados durante su estancia de nueve años. Recordemos que, supuestamente, hallaron algunas reliquias de gran valor espiritual (el Arca de la Alianza y el Santo Grial). Además, algunos investigadores afirman que encontraron unos manuscritos con los rituales necesarios para transformar al heredero de un faraón en monarca tras el fallecimiento de su padre. A través de Moisés, esta información fue transmitida a David, el primer rey de Jerusalén y luego empleada por todos los sucesores de su linaje. Otros manuscritos encontrados incluirían descripciones sobre la vida de Jesús que discrepaban con la versión presentada por la Iglesia católica romana, así como información matemática sobre los astros y coeficientes importantes como pi y phi.
Al volver a Europa, y tras formar la orden del Temple, el crecimiento de esta sociedad fue espectacular y en poco tiempo acumuló una riqueza sin parangón, construyendo decenas de iglesias y catedrales por toda Europa. A finales del siglo XIII su poder se hizo incómodo para el Vaticano y para la monarquía francesa. Así, Felipe IV «el Hermoso», rey de Francia, conspiró con el papa Clemente V para perseguir a los templarios bajo la acusación de herejía. Su crimen era venerar a una cabeza llamada Baphomet que según los acusadores tenía relación con el diablo. El resultado de la persecución fue la captura del Gran Maestre de la orden, Jacques de Molay, quien, en un primer momento, no fue condenado a muerte, prometiéndosele recobrar la libertad si confesaba y reconocía sus herejías. Parece ser que el 11 de marzo de 1314 fue llevado, junto con otros miembros de la orden, ante los representantes de Felipe IV y Clemente V para escuchar la sentencia. Su disgusto fue inmenso al descubrir el engaño, ya que la promesa de libertad se transformó en una condena a pasar el resto de sus vidas en la cárcel. Al oír la sentencia, Molay declaró públicamente que las confesiones habían sido obtenidas con astucia y engaños y que por lo tanto, debían ser consideradas nulas y no válidas. Como consecuencia de esta declaración, esa misma tarde del 11 de marzo, Molay y su comendador de Normandía, Godofredo de Charnay, fueron quemados en una pequeña isla del río Sena.
Tras la muerte de Molay, comenzó la «diáspora» de los templarios, y de sus tesoros más significativos, hacia el norte de Europa, llegando incluso a Canadá. Según algunos investigadores dejaron pistas de su éxodo en la capilla de Rosslyn, en Escocia, en la isla danesa de Bornholm, y en la isla del Roble, en Canadá. También dejarían rastros importantes en Francia.
La estela de los templarios tiene que buscarse en la geometría sagrada y también en conocimientos secretos que sólo ellos sabían. En este capítulo, vamos a examinar cómo el emplazamiento de sus iglesias y templos contiene información vital para ellos y sus sucesores.
Rennes-le-Château
A unos cuarenta kilómetros al sur de la ciudad francesa de Carcasona, se encuentra el pequeño pueblo serrano de Rennes-le-Château. Se cree que fue el último reducto de grupos tan dispares como los visigodos, los cátaros y templarios, todos vinculados con tesoros perdidos. Más recientemente, en 1885, el sacerdote Berenguer Saunière fue a ocuparse de la parroquia del lugar. Por entonces, el edificio de 800 años necesitaba una amplia restauración debido a su estado general de deterioro. Tras varios intentos, consiguió un pequeño préstamo para poder iniciar las obras.
Durante el proceso de restauración, se retiró una de las piedras angulares del altar. Al parecer estaba hueca y contenía varios documentos, a saber, varios árboles genealógicos y textos en latín transcritos en un código complejo y de difícil interpretación. Con todo, la clave no estaba lejos y se encontraría poco después en la inscripción de una lápida situada en el mismo jardín de la parroquia. No obstante, su traducción al francés todavía distaba de arrojar luz sobre el contenido de los manuscritos:
BERGERE PAS DE TENTATION QUE
POUSSIN TENIERS GARDENT LA CLEF
PAX DCLXXXI PAR LA CROIX ET CE CHEVAL
DE DIEU J’ACHEVE
LE DAEMON DE GARDIEN A MIDI
POMMES BLEUS
La traducción al español sería: «PASTORA, SIN TENTACIÓN, QUE / POUSSIN, TENIERS TIENEN LA CLAVE / PAZ 681 POR LA CRUZ Y ESTE CABALLO / DE DIOS, YO TERMINO [O DESTRUYO] / ESTE DEMONIO DE LA GUARDA A MEDIO DÍA / MANZANAS AZULES».
Según los investigadores británicos, David Wood y Ian Campbell, autores de Poussin’s Secret (El secreto de Poussin), era tal la importancia de estos descubrimientos que Sauniere fue enviado a París con la bendición del obispo de Carcasona. Se desconoce el objeto del viaje, aunque se sabe que durante su estancia en la capital, Sauniere visitó el Louvre, donde compraría copias de tres pinturas, una de ellas muy importante para sus investigaciones posteriores.
Parece ser que al regresar a su pueblo, el párroco se hizo muy rico sin que haya trascendido la causa de su inesperada buena fortuna. Lo que nos ha llegado, es que Sauniere gastó un capital en la restauración de la iglesia y que llenó el edificio de imágenes polémicas, contrarias al espíritu de la fe de la que era valedor.
De las copias adquiridas en el Louvre, Los pastores de la Arcadia, de Poussin, se convirtió en centro de atención de las investigaciones del nuevo mecenas. El significado de la obra quedó magnificado cuando Sauniere descubrió que el original había sido comprado por el rey Luis XIV, cuyo interés surgió después de leer una extraña carta enviada al jefe del Tesoro de la Corona, Nicolas Fouquet, por su hermano, el abad Louis Fouquet, tras el encuentro que éste tuvo con Poussin en Roma. Entre otras cosas, se decía lo siguiente:
[...] Los dos discutimos ciertas cosas que te explicaré con todo detalle —cosas que te darán, a través de Monsieur Poussin, unas ventajas que incluso los reyes tendrían dificultad de sacar de él, y que, según me decía, es posible que nadie más las redescubra en los siglos venideros—. Además, son cosas tan difíciles de descubrir que nada que existe en la tierra en este momento puede tener un valor tan grande ni ser igual.
Estas palabras apuntan hacia la existencia de algo mucho más espiritual que el oro. De hecho, su obra contiene suficiente evidencia de que conocía la existencia de una geometría sagrada en la zona de Rennes-le-Château. Es evidente también de que se trataba de algo de vital importancia por lo que debería permanecer encriptado evitando su destrucción.